Por Pompeyo Márquez
Cada día son más
esperanzadoras las perspectivas de victoria sobre una dictadura carcomida por
contradicciones internas que se expresan en las ejecutorias de una camarilla
que gobierna al país con uso indiscriminado de la represión más salvaje que se
conozca: asesinatos, torturas, atropellos y desafueros de toda naturaleza, que
desconoce flagrantemente a la Constitución, en fin, que solo sabe manejar la
violencia más extrema aún en detrimento de los Derechos Humanos que viven su
hora más menguada.
Venezuela es un país sin ley
donde la voluntad de una cúpula militar-civil hace con el país “lo que le da la
gana”, que no tiene ninguna sensibilidad social, que aspira a resolver los
problemas que acogotan a la población solo con métodos represivos, que no
meditan las soluciones a la profunda crisis que en todos los órdenes padecemos
los venezolanos.
Se da el caso de que cada
medida que trata de adoptar se ve obligado a retirarla como ha sucedido con las
Sentencias 155, 156, de ese grupo de seguidores que asaltaron al TSJ y a su
Sala Constitucional que han tratado de dotarla de la más atropellantes
facultades para desconocer a la Asamblea Nacional y asumir “como sea” sus
funciones.
Este intento, risible por lo
demás, de darle “visos constitucionales” a una dictadura que ha colocado al
país al servicio de la camarilla militar-civil gobernante sin importarle un
bledo los sufrimientos de 32 millones de venezolanos.
Los últimos dos meses con gran
valentía y convicción democrática, el estudiantado, al igual que en épocas
anteriores ha asumido la vanguardia de la lucha. Han retado a la cúpula
dictatorial y han insuflado nuevos optimismos a la lucha contra la dictadura.
La idea de la Unidad Nacional,
de la sustitución por la vía pacífica y electoral de Maduro y la formación de
un gobierno de Unidad Nacional, por supuesto deberá contar con la presencia de
los militares institucionalistas que al igual que el resto de la familia
militar quiere convivir en paz, desecha el camino de la guerra y los
sufrimientos y sacrificios que ello provoca.
Hay quienes desconfían de esta
posibilidad. Por mi parte, cada día reafirmo más la idea de que las luchas
populares permanentes, a lo que se sumen contingentes institucionalistas de la
FANB, darán al traste con esta barbarie a que está sometida la sociedad
venezolana por culpa de una cúpula corrupta que no puede oír la palabra “La
Haya” porque se atemorizan al recordar los crímenes y corruptelas cometidos que
no prescriben.
Hay quienes dicen que tendría
que venir un esfuerzo mediador que ponga punto final a esta crisis y le abra a
Venezuela el camino a la democracia y la libertad en todos los órdenes.
11-06-17
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