lunes, 26 de junio de 2017

Alejandro Moreno: El pueblo va a encontrar la forma de organizarse libremente por @prodavinci


Por Hugo Prieto


Al terminar esta entrevista, Alejandro Moreno y yo recordamos a una amiga en común, fallecida este año: Mercedes Pulido de Briceño. Ella decía “lo que nos está salvando es el desorden”. Desorden para todo, incluso para que el gobierno organice un Estado policial, al estilo de Cuba, como el que se propone con la Asamblea Constituyente, pero el desorden apenas ha atenuado la violencia y el asesinato de jóvenes en las calles. Mientras escribo este encabezamiento, pienso. ¿Y ahora, tendrán el cinismo de repetir lo que siempre han dicho de Rómulo Betancourt? Disparen primero y averigüen después. ¿O la frase les quedó corta?

En otro momento, esta entrevista pudo haber sido un reconocimiento para el sacerdote Alejandro Moreno, quien además es doctor en psicología social y un intelectual de valía. Este año, la Fundación Polar publicó su libro “Antropología cultural del pueblo venezolano”. Y más recientemente, acaba de salir de la imprenta el primer tomo de catorce de sus obras completas, “De camino a la trama, temas epistemológicos”, publicado por El Estilete. En uno de sus capítulos se recogen las intervenciones del jurado que evaluó la tesis de grado que le valió a Moreno su doctorado por la Universidad Central de Venezuela. Un jurado de reconocidos intelectuales, entre otros, Maritza Montero y José Luis Vethencourt. Tanto Moreno como Vethencourt sostienen que la familia venezolana es “matricentrada”. La madre es el alfa y el omega de esta sociedad. De ahí un rasgo que lo caracteriza todo: la convivencialidad, que a la postre resultó un obstáculo formidable que le ha impedido al chavismo destruir por completo a la sociedad venezolana.


¿Podría caracterizar el momento que actualmente estamos viviendo en Venezuela?

De repente se destapó todo un mundo que estaba, digámoslo así, oculto, implícito en la sociedad. Un momento subversivo y la subversión se extendió a toda la sociedad. Aquí ya no hay distinción entre el intelectual y el común de la gente, entre el que tiene dinero, que además tiene otros problemas, y el pueblo. Realmente, no hay una verdadera distinción. Todos están subvertidos. Y esto, es bien importante, porque la subversión que ha surgido viene del fondo, del pueblo, fundamentalmente. Lo que ha surgido es el deseo de preservar la autonomía, la independencia de las personas y la propia personalidad. Estoy utilizando la palabra subversión porque no se me ocurre otra. En el fondo existen las diferencias de clase, las diferencias de intereses y muchas otras, pero por debajo, todas ellas, están generando este movimiento, en el que, finalmente, nos hemos descubierto como un pueblo. Lo que dijo Cabrujas (y en esa línea otros intelectuales), que esto no es un país, sino un campamento minero, que aquí no tenemos ningún tipo de integración, no es cierto. De este movimiento ha surgido una unidad de intereses, de aspiraciones, de ansias, de algo en lo cual todos estamos de acuerdo y todos confluimos. Algo que es netamente positivo. Este deseo, estas ansias, de tener si no un país nuevo, un país. Creo que esto es lo más importante. Nos reconocemos como nación, en la cual los ricos, los pobres, coinciden.

Esa palabra que utiliza: Subvertir. Subvertir es contraponerse…

No. Rebelión. Estamos en un estado de rebelión, más que de subversión.

Ya esa palabra lo dice todo.

Nos estamos rebelando contra quienes quieren imponernos su propia forma de ver el mundo y la vida. Además, siendo unos pocos, y basándose exclusivamente en el poder, en la fuerza, quieren imponernos. Nosotros nos rebelamos contra esa pretensión y no habrá fuerza, de ningún tipo, que pueda opacar esta rebelión que existe. Podrán acallarla, supongamos que se imponga la famosa constituyente, pero será una capa, un barniz, por encima de esta necesidad de rebelión.

Hemos entrado en una dinámica de orden emocional, psicológico, digamos, de fuerzas primarias, que está muy extendida. Creo que eso comporta enormes riesgos y peligros. ¿No cree que haga falta un poco de ideas, de cerebro, de pensar?

No, hemos entrado, incluso, en una dinámica de orden sistémico. La rebelión es un movimiento de todo un pueblo. Entonces, tiene toda clase de riesgos y, por supuesto, no hay manera de ponerle racionalidad. La racionalidad va a ir surgiendo en la misma medida en que va a ir desarrollándose todo este sistema de rebelión. De alguna manera, no tenemos referencia en ninguna otra sociedad, no tenemos referencia de una rebelión popular, en el sentido de que ocupa a todos, ni de un modelo al cual recurrir. De verdad, desde mi punto de vista, desde lo que yo conozco, es nuevo completamente. Emerge de un pueblo en lucha, no necesariamente violenta, en contra de quienes quieren oprimirlo. Eso tiene todos sus riesgos, todas sus desviaciones y no sabemos dónde va a acabar. Pero yo tengo fe en que va a acabar en algo positivo, al fin y al cabo.

Utilicemos aquella frase que citó el ex presidente Chávez. El genio se salió de la botella. Las personas gobiernan, las que sacaron al genio de la botella, ¿A qué están jugando?

Lo que pasa es que rompieron la botella y el genio salió por su propia cuenta. Entonces, ha surgido en contra de ellos, al margen de ellos, e inesperadamente. Sólo tienen un medio para volverlo a encerrar, que es la violencia. Ahora, ¿hasta dónde va a llegar esa violencia? Eso está por verse, pero puede ser la violencia más increíble del mundo. Una violencia terrible, que puede llegar a extremos que no hemos sospechado nunca y que estamos viendo: esos extremos, que si bien pudieran ser individuales, son verdaderamente horribles, verdaderamente espantosos.

¿Cómo calificaría la actuación de la PNB y de la GNB?

Pareciera que no tiene límites y pareciera que el discurso que le envían los dirigentes es falso. Por un lado, que se contengan, que se limiten y por el otro, hagan lo que les dé la gana y recurran a cualquier tipo de violencia para ver cómo controlan y detienen todo este movimiento. Pero no lo van a detener. ¿Qué es lo que pasa? La gente no tiene a dónde recurrir. Este es el asunto. No tiene salida. De ninguna manera. Y más allá de la violencia del gobierno, se enfrenta a ella, porque es lo único que le queda también.

¿Usted cree que este es el legado de Chávez?

Esto es el legado de Chávez, pero en el fondo había, siempre lo hubo, esta gran necesidad, este gran deseo de libertad, que no se puede impedir, que no se puede controlar. Que sigue vivo, que estaba vivo, que no se había manifestado hasta que llegó este señor por querer imponer otra cosa.

No falta quien advierte que los sectores populares desconfían del liderazgo opositor, que no hay claridad de hacia dónde vamos, que esperan por una alternativa.

En el momento actual no se pueden ver las alternativas. El camino de la libertad, el camino de la rebelión, es ese el que está presente. No se sabe qué puede pasar, qué puede venir. Por muy científico social que sea uno o se crea uno, en este momento no se puede decir una palabra. El gran peligro que enfrentamos es la amenaza, la probabilidad, de una guerra civil. Pero no sabría decir de quien contra quien. Van a ser los militares contra ellos mismos, porque el pueblo entero está por un lado y para que haya una guerra civil tiene que haber dos enemigos que, de alguna manera, puedan confrontarse. Aquí lo que hay es un gobierno que enfrenta con su violencia a todo un país. Ahora, ¿Cómo luchas tú contra todo un país? Esta es la pregunta. ¿Qué nos espera? No sé qué decir. Pero yo tengo confianza, tengo fe, en que algo bueno va a salir de aquí.

No estoy tan seguro de que sea un Ejército contra un pueblo. Aquí en Venezuela hay una cantidad enorme de armas en la calle. Ese elemento está ahí y podría detonarse en medio de esta crisis, cuyo desenlace nadie puede anticipar a ciencia cierta. Hay otro elemento, el gobierno, según varias encuestas, tiene el apoyo del 20% de la población. No es una cantidad nada despreciable.

¿20%? No, eso no es verdad. Las encuestas más recientes hablan de un 5%. No puedes creer en lo que dicen varias encuestas y lo que dicen otras. Hay encuestas que refieren un apoyo del 5%, del 8%, si acaso. Entonces, si es el 5% son ellos mismos, es el mismo gobierno. Pero supongamos que el porcentaje que señalas es cierto (20%). Bueno, del otro lado está el 80%. ¿Nos fijamos en el 20%, pero no en el 80%? Yo no creo que vaya a haber una guerra civil, pero es un peligro, indudablemente. No lo creo porque los militares tendrían que librar una guerra contra el pueblo; y eso no lo van a hacer, no lo creo.

¿Qué cosas positivas podrían resultar de todo esto?

Lo primero, por supuesto, es lo que todo el mundo espera, que podamos salir de este gobierno o más bien de este sistema. De todo el sistema, que tampoco es tanto, pero es fuerte. A partir de ahí, lo que tiene que venir es una democracia, un período de transición, como lo ha dicho Ugalde. Un gobierno de transición, que sea reconocido por todos. Yo creo que la gente está dispuesta, una vez que salga de esto, a aceptar cierta racionalidad, a aceptar cierta forma de orden y quizás más rápido de lo que uno espera, pueda llegar la inversión extranjera, puedan abrirse los canales de ayuda humanitaria (medicinas y alimentos) y el pueblo pueda ir adquiriendo un poco más de seguridad y de fortaleza en sí mismo.

                          Alejandro Moreno retratado por Roberto Mata

Una de las cosas que estamos deseando en Venezuela es la estabilidad. Una estabilidad sistémica, para decirlo con sus palabras.

En este momento no hay nada de eso y es impredecible. Pero una vez que salgamos de este gobierno, o más bien de este sistema, la gente podrá encontrar cierta racionalidad.

¿Lo único que nos queda es la calle?

Sí. La calle, la rebelión en todos los aspectos. Ha habido ciertos países que se han dividido, que han formado su propia forma de gobierno y después se han reunido o no. Bueno, aquí pudiera pasar algo parecido. De repente el Táchira se declara independiente y forma un gobierno aparte y de ahí se va extendiendo al resto del país. En este momento pueden pasar las cosas más extrañas, digamos, sí, lo impensable. Puede pasar eso, como puede pasar simplemente, que todo un sector completo se ponga en una rebelión brutal y pueda haber toda clase de violencias. Esperamos que no. Esperamos que ese tipo de cosas no sucedan, así como tampoco suceda la división del país. Pero cualquier cosa puede suceder, estamos en un momento de crisis, en el momento de los actos extremos.

Una de las misiones de las Fuerzas Armadas es garantizar la unidad y la soberanía del país. ¿Usted cree que los militares están conscientes de todo esto?

Yo me imagino que sí. Más de uno ha dicho que el sector militar es una caja negra. No lo sé, porque nunca he tenido información de lo que sucede allí. No ha sido una de mis preocupaciones. Toda mi vida ha ido por otra vía, por otro camino. Pero yo me imagino que ellos están conscientes. Algunos no. Algunos están pendientes del narcotráfico y están malandreados completamente, ¿No? Pero la gran mayoría de las Fuerzas Armadas, me imagino, quiero creer, está consciente de que le toca mantener la unidad del país. Pero todavía no se han manifestado.

Tal vez estamos transitando por un camino sin destino.

Nuestro destino es positivo. Es el destino de un pueblo que quiere libertad y la seguridad en sí mismo, que va a encontrar la forma de organizarse libremente. Eso sí creo y, además, estoy convencido.

¿Eso lo dice por una cuestión de fe o por el conocimiento que tiene del país?

Por el conocimiento que tengo del país. Yo creo que, al fin y al cabo, encontraremos la manera de convivir, no digo la racionalidad, porque más allá está el entendimiento, la convivencia, que es estructural al venezolano. Venezuela en ese sentido es muy distinta a otros países. Venezuela es, fundamentalmente, convivial. Hay momentos como el que estamos viviendo, en el cual surgen toda clase de obstáculos que impiden que la convivialidad se dé. Pero ese mundo está en el fondo y a la larga predominará. Mis estudios me han llevado a esa conclusión, tanto que yo digo que el venezolano no es un homo habilis, ni un homo económico, el venezolano es un homo convivalis, estructuralmente.

En los años 90 se incubó el germen de esta crisis. Como parte de su tesis de grado, que corresponde a esos años, usted desarrolló claramente el concepto convivialidad. ¿En qué medida el chavismo impactó esa característica propia de los venezolanos?

El chavismo trató de introducir la lucha de clases, la separación, la división. Por algún momento parecía que lograba algo. Pero no logró nada. La convivialidad se impuso. La estructura convivial del venezolano dominó por encima de todo, hasta ahora. Y eso lo estamos viendo en la rebelión extendida a todos, tanto a los sectores de barrio como a los de clase media. Lo estamos viendo en la calle.

¿En qué medida el chavismo afectó la relación familiar, la relación laboral?

Todo eso lo afectó. El chavismo, por supuesto, ha afectado fuertemente. Pero a la larga todo se ha venido recomponiendo desde el fondo, desde la propia estructura convivial del venezolano. Yo nunca he demeritado a la familia venezolana, que sin duda es una familia matricentrada, no muy de acuerdo con las ideas del cristianismo, pero en el fondo también cristiana, eso habría que discutirlo, ¿no?, pero precisamente la Iglesia, en el concilio plenario, reconoce que esa familia existe, que tiene muchos valores y es desde ahí que tenemos que partir. La familia matricentrada tiene todas unas características que provienen de la madre, de la forma en que la madre se relaciona con los hijos, que es completamente distinta a la manera como se relacionan con una figura paterna, como ocurre en Europa y en otros lugares. Pero esa discusión nos llevaría lejos.

Usted advierte que las ansias de libertad estaban sumergidas, incluso, antes del chavismo. Pongamos una fecha: 1998. Hoy han resurgido. Si las fuerzas políticas que propugnan el cambio no atienden esa demanda, esa necesidad, ¿Qué podría pasar?

Lo que va a pasar es que esas ansias de libertad se van a mantener, como sea. Haya la represión que haya. Un país no puede ser gobernado en contra de él mismo. Esos intentos, que han tenido lugar en otros países y en otras épocas, están condenados a fracasar.

A los venezolanos, creo yo, nos gustaría ver un proyecto político que exponga la forma en que se va a materializar ese deseo de libertad. ¿Usted qué cree?
Hay muchos proyectos políticos, que son los de cada partido. Y esa es la democracia. ¿Quieres ver un proyecto político? La democracia. Sin epítetos. Por lo tanto, el respeto a los Derechos Humanos, el respeto a la libertad del otro.

¿Cuáles serían los retos en el plano institucional?

A nivel macro, digamos, de la estructura política del país, yo creo que el presidencialismo está agotado. Creo que se tendría que ir a un sistema en el cual el parlamentarismo, algún tipo de parlamentarismo, aparezca, de tal manera que sea limitado el poder del presidente y de toda la rama del Ejecutivo.

¿Recortarle el poder al presidente de la República?

Eso sí sería revolucionario. Claro, la Constitución del 99, que tenemos que defender, no va en esa línea. Yo no la voté, precisamente por eso, porque me dio la impresión de que reforzaba el poder del presidente. Era más presidencialista que la del 61, pero tenemos que defenderla, por supuesto, porque es la que nos queda. Pero una vez que hayamos salido de esto, tenemos que plantearnos, seriamente, la posibilidad de algún tipo de régimen parlamentario, de una estructura política donde el poder del presidente y, en general, de los poderes fácticos, estén muy limitados.

¿Qué les diría, en estos momentos, a los deudos de las personas que han sido asesinadas?

La solidaridad, la solidaridad de todos. Y la esperanza de que el futuro sea distinto.

25-06-17




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