José Luis Farías 09 de julio de 2017
Detrás
de la orden de Maduro de dar “arresto domiciliario” a Leopoldo López hay causas
diversas: presión popular por 100 días consecutivos, llamado a plebiscito para
el 16 de julio, presión internacional, debilidad del régimen, desprestigio por
el asalto terrorista a la AN, ausencia de apoyo a la ANC, presiones militares,
agotamiento de la represión como mecanismo de contención de la protesta
popular, culillo, etc.
Sobre
todas ellas cada quien especula para lucirse con sus explicaciones y le concede
mayor peso según soplen a su vanidad. Al final, todo se resume en la
confluencia de factores que incidieron para que la orden se diera.
En
torno al procedimiento político a través del cual se dio -decisión unilateral,
petición, diálogo secreto, negociación, entendimiento, etc.- se sabe menos y se
especula más. Acusaciones, defensas, justificaciones, anónimos y triquiñuelas
van y vienen por las redes y en el cuchicheo entre café y café.
Pero
lo cierto es que no parece haber sido una decisión apresurada, sin trabajarla,
sin discutirla, sin acordarla, aunque sí bastante confidencial al momento de
ejecutarla. Pobre Diosdado.
Ahora
bien, cualquiera la causa y el camino de la ejecución, dos cosas quedan claras:
La
primera, fue una gran noticia, en especial para su familia, que insufló los
ánimos de la gente cuando el esquema de calle planteado exigía ser
redimensionado y la consulta popular llenaba esa necesidad.
Segunda,
hay una ruta abierta, aunque siempre culebrera, para la negociación que debe
ser asumida sin asco ni complejos si queremos bloquear el abismo de la
violencia y encaramarnos a construir la paz necesaria para despejar el camino
de la reconstrucción democrática de la república.
PD: A
Leopoldo, un grande y afectuoso abrazo de amigo y todo mi contento porque su
libertad plena está más cerca que nunca.
Otrosí:
Confío en un pronto desenlace que ponga fin a la tiranía.
José
Luis Farías
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