Por Piero Trepiccione
Con mucha frecuencia
escuchamos decir que la economía terminará sepultando
el proyecto político que desde hace 18 años conduce las riendas del
Estado en Venezuela. No es para menos esta percepción. Los niveles
inflacionarios a los que estamos sometidos los venezolanos son realmente
brutales. El costo de todas las cosas sube semanalmente.
En alimentos pareciera que es peor la situación.
Cada día el desbalance genera
más pobreza en una sociedad que acaba de disfrutar la
mejor bonanza petrolera en su historia reciente. Pareciera a
todas luces que la economía socavaría el apoyo popular al
presidente Maduro y daría al traste con la revolución bolivariana
pero, las elecciones del 15 de octubre pasado han arrojado
particularmente un resultado totalmente contrario al esperado.
El Psuv se ha reposicionado mientras que
la oposición perdió el gran capital político que obtuvo en diciembre
del 2015 con su ganancia abrumadora de las elecciones parlamentarias.
Y es que debemos tener claro
que el cambio político no llegará del cielo o por generación espontánea.
El gobierno, en medio de las turbulencias económicas, ha logrado aprender
de sus propios errores en política y ha perfeccionado los mecanismos de control
político y social a partir de las políticas públicas. A partir de la creación
de una fabulosa maquinaria para-estatal potencia su aprobación popular que
ronda un tercio de la población hacia niveles que superan el 50 por ciento en
muchos estados y así lograr importantes victorias electorales. Si bien en 2015
la crisis económica lo debilitó, en este 2017 con la reingeniería
electoral y estratégica, logró surfear exitosamente el temporal.
Con esto queda demostrado que
la economía sola no genera cambios políticos. Sin la articulación y
direccionalidad estratégica para poder canalizar el descontento social es
imposible dirigirnos a una transición anhelada por la población. El
problema es que con la implosión de la MUD no parece consolidarse una
alternativa distinta a quien ostenta el poder en la actualidad. Hay que tener
claro que estamos en presencia de un socavamiento paulatino de nuestro sistema
político por el debilitamiento de la economía y el dantesco impacto de la
inflación en nuestras vidas, pero está claro que si el liderazgo no se organiza
y encauza a la mayoría de la población descontenta difícilmente tendremos
cambio político. Tal vez podremos tener reformas económicas a corto plazo. Es
un escenario que se han estado planteando en el alto gobierno aunque con
ciertas resistencias ideológicas. Si esto es así, la polarizaciónno irá
desapareciendo del espectro político venezolano y por, el contrario, servirá
para afianzar a quien mejor demuestre organización política.
Foto: Cortesía El Carabobeño.
04-11-17
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