Por Gregorio Salazar
En sus tiempos de maratónicas
alocuciones en cadena gustaba de solazarse Chávez en anunciar que en el puerto
de La Guaira estaban seis, siete, ocho buques en cola esperando para descargar
miles de toneladas de carne y pollo provenientes de Brasil y
Argentina. Purita seguridad y soberanía alimentaria.
La jactancia además de
chocante resultaba vacua, fatua, vacía por no decir estúpida, pues tal caravana
de alimentos importados no significaba otra cosa que por otro lado se estaba
fugando una cantidad de millones de dólares, perfectamente cuantificables
también en toneladas, para pagar comida que podía producirse en Venezuela,
donde contamos con sobrados recursos humanos, los conocimientos tecnológicos y
requerimientos materiales para asumir esa ineludible tarea.
Pero había otra significación
mucho más grave. Fueron tiempos en que los ministros de Tierra, Jaua y Loyo, se
pasearon a lo largo y a lo ancho del territorio nacional expropiando unidades
productivas en el agro venezolano: cañaverales, haciendas productoras de
carne, leche y queso, unos tres millones de hectáreas de sembradíos que a decir
de ellos estaban en las inapropiadas manos de oligarcas criollos y
extranjeros. Sería sólo entonces por “oligarcas” o “burgueses”, más no por
inútiles, porque a la vista está en esta época de criminal hambruna desatada
por aquella desaforada política cuánto pesa hoy sus ausencias.
A la luz de esa política de
persecución a la economía de libre empresa, de la reducción al mínimo de
aquellos “capitalistas hambreadores del pueblo”, cabe preguntarse a quién le
compraba Chávez el pollo y la carne que importaba. ¿Sería a los consejos comunales
cariocas o rioplatenses? ¿Tal vez a alguna cooperativa de gauchos socialistas?
¿O a una versión sureña de los Fundos Zamoranos? Obviamente que no, esos
millones de dólares que salían de Venezuela iban a enriquecer todavía más a los
estancieros argentinos y brasileños, integrantes seguramente de la oligarquía
más rancia del continente.
Quiere decir entonces que para
el atolondrado caudillo de Sabaneta los capitalistas extranjeros tienen derecho
a producir y alimentar a aquellas poblaciones, a generar empleos, divisas,
riqueza para sus países, derecho absolutamente negado para los productores
venezolanos aunque eso significara a mediano plazo desabastecimiento, carestía
y finalmente el hambre que hoy campea en el pueblo venezolano.
Precisamente, entre las “proposiciones
urgentes a la Nación venezolana y al gobierno” que esta semana hizo el
sector opositor denominada Concertación para el Cambio en busca de una reforma
económica que abata la inflación se incluye la “reprivatización de todas las empresas
expropiadas o confiscada por razones distintas del bien común, así como
aquellas que se encuentran paralizadas, en particular las agroalimentarias”.
Dejando de lado la
consideración de que ya el sólo hecho de devolver esas unidades económicas
después de haber sido arrasadas, desmanteladas, será inútil si no se
cuenta con la inyección de recursos económicos para su reactivación, es
bastante improbable que un régimen que todavía celebra como júbilo
revolucionario (al menos es lo que aparentan) el cierre y abandono del país de
inversores extranjeroscon varias décadas de operaciones en el país estará
dispuesta a dar giro tan brusco en su demencial trayectoria. La demanda ha sido
hecha a lo largos de estos años por Fedecámaras y la oposición política sin
recibir ningún tipo de atención.
Hay otra serie de medidas
propuestas: incrementar la producción petrolera; una nueva directiva de PDVSA
electa por consenso; unificación cambiaria y levantamiento del control
cambiario; despenalización de la tenencia y uso de dólares; reducción drástica
del déficit fiscal; incremento del precio de los combustibles; eliminación de
la emisión de dinero inorgánico; apertura a las inversiones nacionales y
extranjeras; cese de controles compulsivos y un plan de subsidios directos.
Medidas sin duda pertinentes,
en cual no se ve la fuente que aportará los ingentes recursos que se necesitan
para el rescate de la industria petrolera y desarrollar un plan de verdadera
estabilización macroeconómica. Por lo demás, falta por ver la receptividad que pueda
dar a esa pertinente propuesta por parte de un gobierno que considera a la
oposición toda, ni digamos a un sector minoritario, como absolutamente
prescindible. Mientras, el país se sigue tornando inviable.
08-07-18
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