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sábado, 26 de octubre de 2019

Brisa de peste bolivariana, por @camilodeasis




Juan Guerrero 25 de octubre de 2019
@camilodeasis

Chile, 2019, es la Venezuela de 1989. Para aquel entonces se afirmaba que el país sudamericano estaba por entrar en su plenitud democrática y se perfilaba como la primera economía de América Latina, con una moneda lo suficientemente fuerte para competir en los mercados internacionales. Pero el “Caracazo” de repente mostró que ello no era tan cierto.

El país se fue disolviendo en una ola de reclamos y protestas, inicialmente justos, hasta terminar en un rechazo absoluto contra las normas de convivencia, los políticos y la política. Una secuencia de acontecimientos que terminaron, nueve años después, en un despertar de esperanza, con la asunción al poder de Chávez y el chavizmo.

Lo demás es historia, tumulto y eslóganes llenos de populismo y demagogia ahogado en hambre, sangre y muerte.

No entraré a indicar índices estadísticos para demostrar nada. Nos interesa resaltar algo que está siendo, ahora, visto como una terrible realidad para asombro de quienes, de buena fe, creen en las ofertas populistas de quienes engañan a incautos.

Nada ha sido espontáneo ni tampoco han sido dirigidos por benefactores de las mayorías empobrecidas.

Lo anterior quiere decir que el histórico Caracazo, de 1989, fue un plan preconcebido para justificar la avalancha de frustración de una parte de la población venezolana insatisfecha y sin asistencia efectiva del Estado venezolano. Sobre esto protagonistas de esos sucesos lo han indicado en varias entrevistas, quienes supieron montarse sobre la ola de inconformidad social dirigiendo, coordinadamente, el descontento social de los estratos más pobres.

Esto es lo que ahora estamos presenciando en Chile con una distancia de 30 años de experiencia. Indica esto que se han mejorado las estrategias, logística y justificación de dichos actos asociales de los llamados “internacionalistas” de extrema izquierda.

Toda vez que ahora existe una coordinación internacional, que, estructurada a la manera de gigantesca red de redes que funciona de manera autónoma en cada escenario donde se llevan a cabo acciones para desestabilizar gobiernos democráticamente electos, toman de sus sociedades aquellas banderas de reclamos sociales que más afectan a esos países.

El centro, el cerebro puede estar en La Habana, pero también en Caracas, Managua o Moscú. Como también se desplaza por escenarios menores, sean pueblos, selvas u oficinas filantrópicas. Además, los líderes históricos son eso, históricos.

Hoy no importa quién esté a la cabeza del régimen del país. Es lo de menos. Importa sólo hacer la revolución. Los internacionalistas de la izquierda radical se desplazan por el mundo, y muy especialmente por Latinoamérica, disfrazados de asesores de todo tipo. Son, desde sanitaristas, fisioterapistas, miembros de grupos culturales y deportivos, hasta choferes de taxis y componentes de organizaciones paramilitares.

Esto que indico no es para nada “teoría de conspiración” ni fantasía tercermundista. Está soportado, con otras palabras y también declarado por parte de su liderazgo internacional, tanto en documentos internos de grupos, partidos y movimientos de izquierda, como en discursos a los que asisten estos líderes.

Pueden revisar los documentos del denominado Foro de Sao Paulo, así como el Plan de la Patria venezolano, o el reciente movimiento formado y denominado Grupo de Puebla, México-julio del presente año.

En estos y otros movimientos creados por la izquierda radical, puede apreciarse la intencionalidad marcada e “inducida” como estrategia política para acceder al poder, sea de manera violenta o usando los mismos procedimientos democráticos, para, una vez accedido al poder, proceder al desmantelamiento del Estado, la república, y crear sus propias estructuras político-administrativas totalitarias para instalarse en el poder de manera absoluta y permanente.

Por ello, una de las características que muestran, una vez accedido al poder, es cambiar la constitución en cada país.

El movimiento de izquierda radical internacional, socialista-comunista, agrupado sea en el Foro de Sao Paulo, sea ahora en el Grupo de Puebla, se estructura también en forma de partido político, grupo de opinión, ONGs., ambientalistas, defensores de los derechos de minorías, feminismo, nacionalismo y hasta grupos étnicos, sexuales o religiosos.

Por si fuera poco, aparecen en los escenarios más sanguinarios, como agrupaciones terroristas y narcotraficantes. Es una constante mutación para encontrar alianzas, sean permanentes o tácticas, pero siempre su objetivo final es el acceso al poder del Estado.

La aplicación de estrategias para acceder al poder se están dando, hoy, utilizando la denominada lucha de guerra de última generación, que es eminentemente de alta tecnología y uso de la información y contrainformación (fake news) donde la propaganda, control de medios de información, tradicionales como virtuales, son parte de las armas de tercera y cuarta generación.

Es por ello que el uso de la mentira y el engaño permanente, son usados como política de Estado.

El liderazgo de la izquierda mundial se ha adecuado a las nuevas realidades de un mundo extremadamente globalizado, utilizando la tecnología y las investigaciones de la psicología evolutiva y sociología de masas, para el control de grandes sectores sociales, a quienes inducen a generar reclamos, inicialmente válidos, para luego transformarlos en verdaderos saqueadores, delincuentes que se escudan en políticos populistas, demagogos, quienes les defienden desde tribunas, bien nacionales (diputados, senadores) e internacionales.

No será fácil deslastrarnos de estos modernos parásitos sociales, pues, si bien no son inteligentes son muy astutos, farsantes y despiadados.

Antes llamada izquierda caviar o disney, ellos ahora han mutado y se confunden entre la masa hambrienta, apareciendo como defensores de los humildes y menesterosos. Con su argumentación de doble discurso, la retórica del irresponsable populismo, medran en los espacios oscuros de las democracias que se debilitan y pocos defienden, para inducir a la subversión y contra el orden social.

Pues saben que sólo en el orden y respeto de las leyes, puede existir convivencia y ciudadanía democrática.

Juan Guerrero
@camilodeasis

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