ALBERTO BARRERA TYSZKA 27 de noviembre de 2023
@Barreratyszka
“Es un relato que expresa muy bien toda la
indefensión, la incertidumbre, la impotencia, el sometimiento a las ceremonias
violentas del sistema judicial y carcelario en Venezuela. Lissette González
decidió cumplir su tarea escribiendo, dándole una nueva forma a la memoria,
pronunciando el nombre de su padre y contándonos su historia”, fragmento del
Prólogo escrito por Alberto Barrera Tyszka para “Mi padre, el aviador”
(Editorial Dahbar, octubre 2023).
Un sábado en la noche -un sábado cualquiera, un sábado simple y cordial- estás acostada en la cama, ya vestida para dormir, cuando de pronto escuchas el timbre de tu casa. No suena: irrumpe. Es un crujido inesperado en medio del silencio. Vas hasta la puerta y preguntas quién es. Una voz, desde el pasillo, te pide que abras. “Es el SEBIN”. Cinco letras que no importa mucho cómo suenen, siempre son un trueno. Entre la sorpresa y el temor, solo atinas a responder con la verdad: “Un momento que nos estamos vistiendo”.
Así
recuerda Josefa González el comienzo de una noche que todavía no termina, la
noche del 26 de abril del año 2014. Ese sábado, funcionarios del Servicio
Bolivariano de Inteligencia Militar allanaron su vivienda y se la llevaron
detenida junto a su esposo, Rodolfo González. ¿La razón? Una denuncia anónima,
una denuncia de un “patriota cooperante”. Ella dejó la cárcel rápidamente. Su
marido jamás logró salir.
Uno de
los logros más perversos y aterradores del chavismo es haber normalizado la
violencia institucional. Peor aún: no solo la han normalizado, sino que, además,
han intentado -todavía hoy insisten en ello- legitimarla, incluso sacralizarla.
Actúan, piensan y declaran como si su violencia fuera buena, como si no fuera
tan violencia, como si fuera distinta. Los verbos reprimir, torturar, asesinar,
ejecutar… no permiten diferencias, matices. Al menos, no a sus víctimas.
Este
libro ofrece un profundo testimonio, acompañado de un análisis y de una
reflexión aguda, honesta y valiente, de la violencia que ha marcado y que
todavía marca la historia reciente de nuestro país.
Lissette
González ha escrito una inquietante crónica personal sobre la detención,
el encarcelamiento y la muerte de su padre, Rodolfo González, conocido
también públicamente como “El Aviador”. Con un rigor puntual -que va desde la
memoria familiar hasta el registro de sus mensajes colgados en las redes
sociales- reconstruye todo ese proceso desde la mirada -muchas veces ignorada-
de quienes acompañan a un preso político. Es un relato que expresa muy
bien toda la indefensión, la incertidumbre, la impotencia, el sometimiento a
las ceremonias violentas del sistema judicial y carcelario en Venezuela.
Narrar
la vida en prisión desde quienes se quedan afuera es uno de los hallazgos
fundamentales de este libro. Lissette González no pretende situarse en el lugar
de su padre, no quiere ocupar su voz. Trata de llegar a él desde donde ella se
encuentra, incorporando toda su diversidad, como hija, como madre que debe
hacerse cargo también de su propia familia, como mujer que piensa distinto,
como ciudadana que no necesariamente está de acuerdo con su padre…Todo esto
permite que la historia no sea un pasquín, un texto editorial artificialmente
épico, sino un cuento plural, lleno de voces y matices, que se empeña todo el
tiempo en sortear las tentaciones de la polarización y el melodramatismo fácil.
Pero
Lissette González también ha escrito un libro sobre duelo. Ha renunciado al
camino de la pancarta rápida y de las consignas para adentrarse en honduras más
espesas. Tiene el valor de incorporar y compartir en su ejercicio de memoria el
suicidio de su padre. Como tragedia, sí. Pero también como un dilema. “Mi
padre, el aviador” ofrece también una mirada, nada complaciente, sobre la
pérdida en contexto de conflictos políticos, sobre el duelo y el acompañamiento
que pueden tener, recibir o no, los familiares de las víctimas por parte de su
gente cercana pero también de la ciudadanía.
Finalmente,
y esto me parece esencial, Lissette González también ha escrito un importante
ensayo sobre el país, desde una perspectiva novedosa y poco explorada, donde
reflexiona y propone distintos planteamientos a propósito de la violencia de
Estado, del papel de las víctimas y de las alternativas para la reconciliación.
De esta manera, su relato humano y sentimental también se articula con su experiencia
como socióloga, como activista, como escritora. Esto le permite ofrecernos una
versión más compleja y desafiante de la realidad: “Convertirse en el malvado
del futuro es el camino fácil, el que no genera resistencia: juntarte solo con
los tuyos y centrarte en no olvidar el agravio y la maldad de los otros. Vivir
solo para increparlos, mirando al pasado. Quedarse allí en la posición de
mártir es cómodo, incluso podría tener gratificaciones, porque se sobreentiende
que la víctima está en lo correcto. Pero creo que al final de ese trayecto
podría terminar no reconociéndome en el espejo. Y me niego a convertirme en lo
que tanto he cuestionado”.
Termino
de escribir estas líneas el mismo día que -sin más pruebas que unas capturas de
pantalla de mensajes telefónicos y sin la presencia del único supuesto testigo
de la denuncia- han sentenciado a 16 años de cárcel a seis líderes sindicales.
El chavismo ha convertido al Estado en una impúdica máquina de destrucción.
También desde esa realidad hay que leer este libro. Desde la incómoda certeza
de saber que, justo ahora, justo en este instante, toda esta tragedia continúa,
se repite con otros nombres, otras familias, con otras experiencias y con otras
excusas, pero con la misma brutal impunidad.
Uno de
los personajes de Medianoche en el siglo -el imprescindible
libro de Víctor Serge-, en medio de una discusión con otros presos políticos en
una cárcel, al hablar de quienes injustamente los mantienen en prisión, suelta
de pronto una frase luminosa y lapidaria: “Su tarea es suprimirnos sin ruido,
la nuestra es durar”. Lissette González, por suerte para todos nosotros,
decidió cumplir su tarea escribiendo, dándole una nueva forma a la memoria,
pronunciando el nombre de su padre y contándonos su historia, compartiendo su
experiencia, sus reflexiones y sus dudas, en este libro extraordinario.
ALBERTO
BARRERA TYSZKA
@Barreratyszka
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