Marta de la Vega 22 de noviembre de 2023
@martadelavegav
La rotunda victoria de María Corina Machado como candidata presidencial de
las fuerzas democráticas para los comicios previstos en 2024, abre varios
horizontes que celebramos con entusiasmo y fortalece la esperanza de que una
transformación no solo política sino estructural es posible.
Se trata de mucho más que un cambio de gobierno para
encauzar la transición hacia la democracia, hoy pisoteada por el régimen de
Maduro y la camarilla militar civil mafiosa y criminal que lo acompaña. Es
imprescindible un cambio de modelo en el plano socioeconómico.
También urge un viraje cultural que propicie la
modificación del sistema de valores dominante impuesto por el proyecto
chavista, modalidad militarista fascistoide y depredadora del populismo
latinoamericano, nutrido de demagogia y corrupción. Desde hace 25 años la
transgresión se convirtió en norma.
Sin sanción social, se han normalizado rapiña, saqueo
de bienes públicos y anomia moral. La reconstrucción de un Estado Social de
Derecho y Justicia implica dejar atrás la estructura clientelar del Estado, el
amiguismo y la repartición de cargos públicos como cuotas de poder entre
distintos actores políticos.
La victoria de María Corina Machado significó la
derrota de las élites políticas hegemónicas actuales y de la tradición populista
de los líderes que dirigieron la modernización del país sobre la base de un
modelo hoy agotado, estatista, asistencialista y paternalista, que corrompió la
iniciativa privada, generó dependencia de la sociedad hacia el Estado,
pasividad y facilismo, tanto del empresariado, con muy baja capacidad de
riesgo, como de la mayoría de la población, habituada a las dádivas
gubernamentales.
Las
heridas del exilio de millones de venezolanos, por razones económicas o por
persecución política, la trágica situación de los presos políticos civiles y
militares y de sus familiares, el colapso general de los servicios públicos
–con énfasis en educación y salud– y de la infraestructura, vial, energética,
de agua potable corriente y de la planta física de edificaciones oficiales, no
serán curados si no se logra superar la crisis humanitaria compleja que padece
hoy la gente en el territorio nacional.
El deterioro social creciente, el desamparo de los
presos comunes, hacinados y con enfermedades que habían sido erradicadas como
tuberculosis, la falta de asistencia pública de quienes la necesitan si el
Estado cumpliera sus obligaciones constitucionales, el hambre y las carencias
extremas en especial en la población infantil, no serán superados sin el
quiebre de la dinámica perversa de un conglomerado criminal que asaltó las
estructuras del Estado, domina a sangre y fuego mediante miedo y represión,
manipula a los ciudadanos y se aferra al poder a cualquier precio.
El retorno a la democracia no es posible sin respeto a
los otros, sin derechos humanos fundamentales. Sin Estado de Derecho la
democracia es un cascarón vacío. Sin pluralismo ni tolerancia, sin la práctica
de la cultura cívica ni el cumplimiento de las normas y la restauración de la
confianza como soporte del tejido social, no lograremos construir cohesión en
una sociedad atomizada, ni podremos articular un proyecto nacional común y
compartido.
El daño más grande provocado por los desmanes y abusos
de poder del régimen ha sido el envilecimiento de las mentalidades que
pretendió imponer. Pese a familias fracturadas, despojo de bienes
materiales, abandono del piso emocional y familiar de muchos hogares y desplome
del sistema educativo público, que ha privado a los más vulnerables de un
derecho inalienable, asombra la capacidad de resiliencia de la gente común.
El proceso de la primaria, conducido por la sociedad
civil organizada, evidenció tres hechos decisivos para nutrir la esperanza de
que el rescate de la democracia, la dignidad y la decencia no solo son
posibles, sino que están anclados en el ánimo de la mayoría de la ciudadanía.
La respuesta casi unánime para participar, con
obstáculos y zancadillas, reveló la actitud proactiva y desprendimiento de un
voluntariado masivo que se capacitó para ejercer sus responsabilidades
electorales, y de los votantes, que demostraron su vocación democrática. Hubo
movilización y organización ejemplares de la sociedad civil en el país y en el
exterior. Y, sobre todo, hay una lideresa inspiradora que, con valentía, fuerza
moral y coherencia entre propuestas y acciones, despertó la aspiración
libertaria y la adhesión multitudinaria del pueblo y de muchos sectores
sociales.
Marta
de la Vega
@martadelavegav
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