PEDRO BENÍTEZ 25 de enero de 2024
De un
tiempo a esta parte, y en ocasión de las recientes decisiones de la Justicia
estadounidense sobre Citgo, la máquina de propaganda chavista y filo chavista,
con réplicas desde los grupos desprendidos de la oposición transformados en
satélites del oficialismo, han estado presentado una versión de la
inocultable debacle nacional según la cual (palabras más, palabras menos)
chavismo y oposición son igualmente responsables e igualmente
corruptos.
Obsérvese
el persistente intento desde las redes sociales vinculadas abierta o
“disimuladamente” con la línea oficial, así como del programa semanal que
conduce el vicepresidente del PSUV, de mezclar a la abanderada de la primaria
del pasado 22 de octubre con la gestión del gobierno Interino de la Asamblea
2015.
Por
consiguiente, es preferible el mal conocido (Nicolas Maduro) que el mal por
conocer (María Corina Machado). Si los herederos del ex comandante/presidente
vienen desandando el camino del socialismo, desmontaron el control de
cambios, se entienden con los empresarios y hasta han bajado la
inflación, ¿para arriesgarse a un cambio político? Hacia allá
apunta esta estrategia comunicacional donde la inocencia no impera.
Sin promesas espectaculares
Además,
vale la pena destacar la discreta manera con la que el oficialismo ha ido
dejando atrás aquel tono amenazador y camorrista de “más nunca volverán”; y, “a
Miraflores no entrará más nunca la oligarquía”. Dejando de lado el hecho
de que desde hace bastantes años ellos son la oligarquía, lo cierto del caso es
que los dirigentes chavistas vienen matizando los elementos más radicales de su
discurso, incluso en la puesta en escena; no sólo por el inevitable proceso de
aburguesamiento, sino porque son conscientes de su propia debilidad. Una cosa
es querer y otra muy distinta, poder.
Ya el
chavismo no ofrece espectaculares promesas de “continuar construyendo el
socialismo bolivariano del siglo XXI (…) como alternativa al sistema
destructivo y salvaje del capitalismo”. O, “contribuir con la
preservación de la vida en el planeta y la salvación de la especie humana”. Tampoco
con sepultar al dólar y derrotar la conspiración de las casas de cambio de
Cúcuta con una moneda virtual (el petro) respaldada en las reservas de petróleo
y oro que contiene el subsuelo de la patria de Bolívar. Al contrario, por estos
días la gran promesa es ofrecer un bono de guerra económica de 60 dólares, más
40 indexado de cesta ticket. Así comienza el intento de re-reeleción
presidencial.
El
chavismo varía su retórica
La
destrucción en un cuarto de siglo ha sido de tal magnitud que el chavismo está
variando su tradicional retórica, equiparado las responsabilidades históricas
de los dos lados de la talanquera a fin de diluir la suya de la memoria
colectiva.
Ellos
se robaron Citgo y quebraron Monómeros, pero que no se hable de la carta de
Jorge Giordani (junio 2014) quien, junto con dos ex ministros del ex presidente
Hugo Chávez, denunciaron la malversación de 300 mil millones de dólares
durante la década precedente; o de lo que desde la hermana República de
Colombia comenta el mismísimo presidente Gustavo Petro de los antecedentes
“comerciales” del ex embajador Alex Saab; o del mega desfalco que se le
hizo a PDVSA, destapado hace justo un año por el propio alto gobierno,
que provocó la defenestración del también ex ministro Tareck El Aissami. Solo
por recordar tres casos de una lista que daría para llenar de tomos una
biblioteca entera.
Por
cierto, no tenemos reporte sobre alguna investigación abierta por corrupción de
parte de la Justicia de Estados Unidos sobre Citgo o que esa filial de PDVSA
haya sido quebrada. Asimismo, seguimos esperando avances de la Fiscalía
colombiana sobre el caso Monómeros.
El
chavismo no expresa remordimiento
Mientras
tanto, el bien aceitado aparato de comunicación del Partido/Estado modifica un
tanto lo que ha sido su línea central desde el minuto 1, en enero de 1999; la
misma ha consistido en atribuir todo cuanto va mal en Venezuela, cuanto fracaso
haya acontecido, escándalo de apropiación de fondos públicos develado,
no a quienes han tenido durante un cuarto del siglo todo el poder para tomar
todas las decisiones, sin límite legal alguno, contando con más recursos del
que dispusieron sumandos todos los gobiernos del siglo XX (incluyendo
Juan Vicente Gómez, Pérez Jiménez o Carlos Andrés Pérez, juntos), sino a sus
adversarios.
Típico
de los populismos/autoritarios que siempre necesitan a quien culpar.
Por lo
visto, en el chavismo no hay el más mínimo remordimiento por haber llevado a
Venezuela a la situación propia de un Estado fallido; el único gobierno de un
exportador importante de petróleo en el mundo que ha provocado una
hiperinflación, destruido más del 60% de la riqueza nacional, obligando
a más de la quinta parte de su población a emigrar, condenado a toda una
generación de niños a la malnutrición y que no puede mantener abiertas
las escuelas públicas más dos días a la semana.
Admitamos,
no obstante, que desde el campo opositor se ha dado abundante munición a la
retórica oficial, cayendo más de una vez en la trampa de intentar pagar con la
misma moneda. Sirva de ejemplo el catastrófico episodio del golpe de Estado que
encabezó Pedro Carmona Estanga el 12 abril de 2002. Todo el inmenso esfuerzo de
resistencia ciudadana ante un mandatario cada vez más arbitrario se tiró al
pipote de la basura en cuestión de minutos.
Un
anécdota sobre Teodoro Petkoff con el chavismo
Sin
embargo, resulta significativo cómo la propaganda oficial nunca distinguió
entre los opositores que abiertamente se enfrentaron al Carmonazo y aquellos
que se presentaron en Miraflores a respaldarlo. Así, por ejemplo, Teodoro
Petkoff desde la misma noche del 12 de abril dijo en un programa de televisión
que aquello no tenía cómo explicarse ante la comunidad internacional y que a él
no le pidieran que tratara a Carmona distinto de lo que había hecho con
Chávez. A esas horas no se sabía cuán rápido sería el retorno del mandatario
derrocado. Pero ese no fue un caso aislado; varios conocidos opositores,
empezando por el presidente de la CTV, Carlos Ortega, se opusieron abiertamente
al decreto de Carmona y dieron refugio en sus hogares a dirigentes
chavistas que, lógicamente, se sentían perseguidos.
Hay
otro hecho menos conocido o que tal vez pocos recuerden hoy: José Vicente
Rangel, consiglieri y ministro del gobierno caído, ese 12 de abril llamó a
Teodoro Petkoff intercediendo por el entonces diputado Tarek William Saab que
de manera ilegal había sido detenido en medio de una turba. El editor de Tal
Cual se movilizó junto con varios periodistas a fin de proteger la integridad
del joven “poeta de la revolución”.
Teodoro
pasó casi el resto de su vida con prohibición de salida del país, sometido a un
proceso judicial por delito de opinión. La causa se cerró casi un año antes de
su fallecimiento en 2018 debido a su estado de salud.
Todos
los opositores, al mismo saco
Tampoco
se valoró nunca desde el alto poder, la cruzada emprendida por él, Julio Borges
y Manuel Rosales de sacar a la oposición del barranco abstencionista y llevarla
a la senda de la participación electoral. Por el contrario, los tres
mencionados, en distintos momentos, serían víctimas de la implacable máquina de
intolerancia y persecución oficial. Podemos citar otros episodios similares,
pero esto sería tan largo como enumerar los casos de corrupción del chavismo.
De
modo que no es posible hacer el inevitable y siempre pertinente balance de los
errores y fracasos de la oposición venezolana sin tomar en cuenta el contexto. Sin
el desconocimiento de la Asamblea Nacional elegida en diciembre de 2015 no hay
abstención en 2018, ni Interinato en 2019 y tampoco sanciones.
Alemania invadió Bélgica primero y no al revés.
Pero a
la comunicación política chavista nunca le ha interesado distinguir entre
opositores moderados y radicales; entre participacionistas (sic) y
abstencionistas; entre demócratas y golpistas. Desde el punto de vista del
intolerante proyecto de hegemonía autocrática TODOS caen en el mismo saco.
Todos son parte de la misma oposición fascista y lacaya al servicio del
imperialismo. Comparten el mismo pecado: oponerse a la “revolución”.
Un
error no tapa otro error
Es ese
un dispositivo fundamental en este tipo de regímenes al cual difícilmente la
oposición (cualquier oposición, veamos el caso cubano) puede escapar. En
Nicaragua no se distingue entre sacerdotes, viejos militantes del sandinismo,
empresarios, dirigentes estudiantiles que nacieron en este siglo, ni viejos
opositores a Daniel Ortega. Allí a todos los persiguen, apresan, expulsan del
país y les quitan la nacionalidad por igual.
Por
supuesto, que un error no tapa otro error. Ni un delito justifica otro presunto
o real. Juan Guaidó, Leopoldo López y los jefes de los partidos del denominado
G4 tienen la ineludible responsabilidad de rendir cuentas al país por el manejo
de activos cuyo control asumieron al constituirse el gobierno interino en enero
de 2019. Obviamente fracasaron al desperdiciar la oportunidad de demostrar que
podían administrar mejor los recursos públicos que el chavismo, según
la denuncia nunca aclarada ni desmentida que, entre otros, formuló en su día el
ex presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges.
Pero
seamos claros, el chavismo y la oposición no se encuentran en el mismo nivel de
la balanza moral; entre otras cosas porque, además de la autocrítica que
siempre abunda en la oposición venezolana, la base opositora ha tenido la
oportunidad de manifestarse mediante el voto, castigando claramente al G4 y
entregando el liderazgo a María Corina Machado. Una oportunidad
que la dirección política del PSUV les ha negado sistemáticamente a sus
activistas, impidiendo incluso el registro ante el CNE de cualquier opción a su
izquierda y despojando de sus símbolos al PCV. La dictadura empieza
por casa.
PEDRO
BENÍTEZ
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