Opus Dei 27 de enero de 2024
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Comentario al Evangelio del domingo de la
4° semana del tiempo ordinario (Ciclo B).“Y se quedaron admirados de su
enseñanza”. El Señor acompañaba su predicación con la fuerza de su ejemplo y la
potestad de expulsar demonios. Como a los apóstoles, también a nosotros nos
llama Cristo a anunciar con coherencia el evangelio que libera a todos.
Evangelio
(Mc 1,21b-28)
Entraron
en Cafarnaún y, en cuanto llegó el sábado, fue a la sinagoga y se puso a
enseñar. Y se quedaron admirados de su enseñanza, porque les enseñaba como
quien tiene potestad y no como los escribas. Se encontraba entonces en la
sinagoga un hombre poseído por un espíritu impuro, que comenzó a gritar:
—¿Qué
tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? ¡Sé quién
eres: el Santo de Dios!
Y
Jesús le conminó:
—Cállate,
y sal de él.
Entonces,
el espíritu impuro, zarandeándolo y dando una gran voz, salió de él. Y se
quedaron todos estupefactos, de modo que se preguntaban entre ellos:
—¿Qué
es esto? Una enseñanza nueva con potestad. Manda incluso a los espíritus
impuros y le obedecen.
Y su
fama corrió pronto por todas partes, en toda la región de Galilea.
Comentario al Evangelio del día
Según
la tradición cristiana, Marcos fue el discípulo que puso por escrito los
recuerdos de Pedro sobre la vida de Jesús. En el evangelio de hoy se inicia el
relato de una jornada entera del Señor. Aquel día pudo quedar especialmente
grabado en la memoria de Pedro, porque transcurrió en el entorno de su propio
hogar.
Según
los hallazgos arqueológicos realizados en la zona, la sinagoga de Cafarnaún
quedaría bastante cerca del lugar en el que se emplaza un antiquísimo culto
cristiano en la antigua casa de Pedro. Es fácil imaginar la emoción del apóstol
por albergar en su propia morada al Maestro, dándole cobijo, alimento y
descanso.
Como
todos los habitantes piadosos del lugar, el sábado por la mañana el Señor llegó
junto con sus discípulos a la concurrida sinagoga. Pronto comenzó a enseñar a
los presentes, quienes escuchaban admirados la predicación del nazareno. No era
como la que solían escuchar a los fariseos. Aquel hombre hablaba con mucha
autoridad, de forma novedosa y sorprendente.
Los
oyentes de Jesús se fijarían mucho en su porte externo, sus ademanes y gestos,
su manera de reaccionar espontáneamente ante los mismos sucesos que ellos
vivían. Y esa forma de predicar con la propia presencia y actitud, la veían
después reflejada en sus discursos.
Este
hecho llamó siempre la atención de san Josemaría. Al buscar una biografía
sintética de la vida de Jesús, encontró, entre otras, la que se refiere al
ejemplo que daba Jesús con su actuación, otorgando autoridad a su predicación:
“Coepit facere et docere —comenzó Jesús a hacer y luego a enseñar:
tú y yo hemos de dar el testimonio del ejemplo, porque no podemos llevar una
doble vida: no podemos enseñar lo que no practicamos. En otras palabras, hemos
de enseñar lo que, por lo menos, luchamos por practicar”.
Por
eso, como explicaba san Gregorio Magno, “la manera de enseñar algo con
autoridad es practicarlo antes de enseñarlo, ya que la enseñanza pierde toda
garantía cuando la conciencia contradice las palabras”. En cambio, fray
ejemplo es siempre el mejor predicador.
Junto
a la coherencia de vida, Jesús acompañaba su predicación con una potestad que
dejaba admirados a sus contemporáneos: la de expulsar espíritus inmundos. Estos
demonios se dirigían a Él con descaro y cierto conocimiento de su identidad y
misión, sobre las cuales, revelaban a los presentes algunas cosas sin pudor y
antes de tiempo. Pero a su vez, mostraban un temor obediente ante las órdenes
de Jesús.
Luego
los apóstoles serían enviados a predicar y a expulsar demonios en nombre de
Jesús. También los cristianos estamos llamados a colaborar con el Maestro en la
tarea de la evangelización, disipando la acción de los enemigos de las almas.
Lo haremos precisamente anunciando el evangelio con coherencia de vida.
El
Papa Francisco explicaba esta llamada apostólica así: “El Evangelio es palabra
de vida: no oprime a las personas, al contrario, libera a quienes son esclavos
de muchos espíritus malignos de este mundo: el espíritu de la vanidad, el apego
al dinero, el orgullo, la sensualidad... El Evangelio cambia el corazón, cambia
la vida, transforma las inclinaciones al mal en propósitos de bien. El
Evangelio es capaz de cambiar a las personas. Por lo tanto, es tarea de los
cristianos difundir por doquier la fuerza redentora, convirtiéndose en
misioneros y heraldos de la Palabra de Dios”.
Tomado
de: https://opusdei.org/es/gospel/
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