Andrés Cañizález 01 de abril de 2024
La
migración tiene varias caras, como todo proceso social. Están las historias
particulares de cada venezolano o venezolana que emigró, en cada una de esas
historias hay aspectos valiosos. El país que ha quedado atrás es otra
faceta. Venezuela perdió más del 20% de su población en pocos años y
en especial el éxodo lo han encabezado jóvenes en edad productiva.
La otra cara de la moneda, según han comenzado a registrar investigaciones de organismos internacionales, tiene que ver con el impacto positivo que ha tenido en algunos países, en especial de Sudamérica, esa llegada masiva de venezolanos. De acuerdo con el último reporte de la plataforma R4V, de fines de 2023, un total de 7,7 millones de personas se habían ido del país a partir de que la emigración comenzó a ser masiva, en 2015.
Son
muchas las causas de esa salida masiva de venezolanos. Como en todo proceso
social, es difícil pensar que hubo una sola causa. Se combinaron aspectos como
los efectos de una gran crisis económica (con hiperinflación y durante varios
años aguda escasez), junto con episodios duros de represión política, y todo eso
además siguió teniendo como telón de fondo un clima de violencia extendida.
Otra
arista, más allá de ese país que quedó atrás, es la ubicación, adaptación e
inserción de los migrantes en otros países. Para retomar esto me basaré en una
síntesis de un trabajo más extenso que ha realizado José Cabello, economista
senior del International Institute for Management Development (IMD).
Ocho
de cada diez migrantes venezolanos han establecido una nueva vida en 17 países
de América Latina y el Caribe, según las cifras de R4V, la plataforma que reúne
las iniciativas para atender el éxodo de Venezuela por parte de la Agencia de
Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional
para las Migraciones (OIM).
Se
estima que entre 2017 y 2030, los trabajadores migrantes impulsarán las
economías de sus países de acogida entre un 0,10% y un 0,25% en promedio cada
año. Esta cifra incluye también a salvadoreños, cubanos y ecuatorianos como
otros flujos migratorios con impacto económico en diversos países del
continente.
Aunque
no hay una plena integración laboral de los migrantes en los diferentes países,
el impacto económico de su llegada y de su participación en la dinámica de cada
país es positiva. Significativa, según explica Caballero, para quien los beneficios
económicos derivados de los migrantes en América Latina y el Caribe podrían ser
aún mayores si se les brindara un mejor acceso a empleos.
En el
texto de análisis de Caballero, éste plantea un esquema de beneficios
económicos para las economías locales, ya que la llegada de migrantes,
muchos en edad laboral activa, termina por expandir la fuerza laboral, lo
cual en general mejora la producción económica.
Desde
una perspectiva netamente tributaria, en la medida en que los migrantes accedan
a empleos formales se convertirán en contribuyentes, pagando el impuesto sobre
la renta. Y, además, con pocas perspectivas de que la situación tenga un giro
positivo en el corto plazo en Venezuela, gran parte de los ingresos de
los migrantes se destinarán a pagar su consumo en el país receptor.
Todo,
sin embargo, no es una historia de fácil adaptación laboral. La xenofobia y la
discriminación impiden que muchos migrantes encuentren trabajo en América
Latina y el Caribe y se integren a la sociedad. Según Caballero, uno de cada
tres migrantes venezolanos que residen en Chile, Colombia y Perú sufren
discriminación por su nacionalidad.
Además,
persiste una tangible discriminación laboral. Más de la mitad de los
migrantes de otros países latinoamericanos asentados en América Latina y el
Caribe trabajan de manera informal en comparación con el 44,5% de los
locales. A esto se suma que, en promedio, un migrante percibe salarios más
bajos que un empleado o trabajador oriundo del país receptor.
Un
último dato que aporta Caballero. A menudo se supone, y es un error, que los
migrantes son exclusivamente trabajadores poco calificados. Sin embargo, la
salida masiva de venezolanos también ha provocado que muchas personas altamente
calificadas huyan del país. Por ejemplo, el 65% de los venezolanos que viven en
Chile y el 48% que residen en Ecuador tienen educación postsecundaria.
Un
desafío que tienen los países de acogida en América Latina y el Caribe, es
aprovechar al máximo el capital humano, ya que muchas veces esta presencia de personas
calificadas o trabajadores es subutilizada. Para mejorar -aún más- la
productividad en la región, será tarea esencial integrar a los trabajadores
migrantes en profesiones u oficios calificados que les permitan utilizar sus
habilidades.
Andrés
Cañizález
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