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domingo, 4 de junio de 2017

Cooperar por la paz por @LeoMoralesP


Por Leonardo Morales P.


No es placentero seguir apreciando la destrucción del país, esperando que el “vete ya” o el “no me voy”, tenga un desenlace. Mientras una u otra opción busca imponerse, el país se vuelve añicos. Por lo pronto, unos pocos defienden al régimen y la mayoría, al día de hoy bien holgada, busca poner fin a esta tragedia que denominan el madurismo; otros, sin embargo, tratan de sobrellevar una vida accidentada por los acontecimientos diarios.

Las noches se convierten en angustias. La búsqueda de información veraz es una tarea permanente por el silencio que oficinas gubernamentales han impuesto a los medios de comunicación. Las redes sociales han sustituido los medios tradicionales, informando los acontecimientos, pero también tergiversando y desinformando a una sociedad ávida de noticias verdaderas. De cualquier forma, las noticias que “surfean” por las redes no traen sino más de lo mismo: represión, presos, heridos, asesinados. Cuantas veces no ha espetado un ciudadano, atribulado por los insólitos acontecimientos: ¿Qué carajo nos pasó? ¿Por qué llegamos a esto?

Serán las interrogantes que los investigadores sociales deberán responder para no volver a transitar estos terribles senderos.

Los hechos que estremecen a Venezuela no son de poca relevancia; diversos países han llamado la atención acerca de las medidas a adoptar para rescatar el sosiego de la sociedad. Pero nada, ninguna ha contribuido a mejorar el clima y, de manera pavorosa, la turbulencia social y política se ha agitado mucho más.


A pesar del fracaso de los tres expresidentes que buscaron, a través de una vía saludable como la del diálogo, una salida a la crisis, insistir en la ayuda internacional siempre será necesaria, particularmente, cuando los actores enfrentados no han sido capaces, por sí solos, de abonar un terreno para la paz.

En esta suerte de juego no cooperativo, en el que cada quien quiere ganarlo todo, nos debe lleva a no considerar los beneficios que el país podría obtener si los actores confrontados abandonan las posiciones irreductibles y dan paso a la cooperación.

La gravedad del conflicto en Venezuela no debe tratarse con la dinámica con la que operan los organismos internacionales. Ir al ritmo de éstos supondría un número de víctimas, todas asesinadas por las fuerzas regulares e irregulares del gobierno, cuya cantidad nadie puede cuantificar. Las sanciones, muchas veces celebradas, terminan siendo ineficaces frente a la violencia con la que actúa el gobierno frente a las manifestaciones.

Venezuela necesita una acción internacional enérgica, no necesariamente de algún organismo internacional, sino de algunos actores que ejercen una importante influencia en el mundo, que obligue a los protagonistas de la diatriba política venezolana a transitar una salida democrática apegada a la norma Constitucional del país. No valen en estas circunstancias atajos de ninguna naturaleza que generen dudas razonables.

La única incertidumbre que debe aceptarse es aquella que siempre establecen los procesos electorales genuinamente democráticos, que en nuestro caso se corresponden con las elecciones regionales en las que de manera injustificada hay una mora.

Tal como van las cosas, la tranquilidad y la paz venezolana, al parecer, no se encontrará con los paridos por esta tierra. Lanzar un grito de ayuda, una petición de cooperación, para erradicar la violencia política dirigida por el Estado, siempre será una diligencia que no debemos soslayar.

02-06-17




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