Por Edward Rodríguez
Coherencia o pragmatismo, he
ahí el dilema. Estos dos términos mantienen divididos a los venezolanos de cara
al próximo proceso electoral del 10 de diciembre, y el cual pareciera
que cuenta con todas las garantías de abuso y arbitrariedad de un
Gobierno, que a su antojo, quita y pone fecha de elecciones como si de un
jarrón chino se tratara.
Apenas se anunció la jornada
de inscripción de candidatos y se dio el pitazo de partida, salieron a aspirar
hasta los que usted menos se imaginaba; por eso defino
la política como “el arte de lo posible”, en donde si usted suma dos
más dos, no son cuatro si no que son cinco; o si resta tres menos tres no es
cero, si no uno. En fin así es ese negocio de la “política”.
Vimos a militantes
de Primero Justicia inscribirse con la tarjeta de otros partidos pese
a la posición de su directiva de no participar; los adecos también se
inscribieron, pero Ramos Allup se lavó las manos al mejor estilo de
Poncio Pilatos; colegas periodistas igualmente salieron a inscribir sus nombres
para participar en las municipales.
También fuimos testigos, por
las redes sociales, de la inscripción de la candidatura Yon
Goicoechea a la alcaldía de El Hatillo, horas después de haber sido
liberado; lo propio hizo Manuel Rosales quien aspira nuevamente a
la gobernación del Zulia tras ser habilitado para ejercer cargos
políticos, hace menos de una semana.
Ahora bien, frente a este
panorama, los “argumentos coherentes” para no participar en las elecciones me
parecen muy válidos; igual me ocurre, pero en menor proporción, con los
“argumentos pragmáticos” del porqué sí se debe participar. El problema radica
en definir ¿qué fue primero, el huevo o la gallina?
La fraudulenta Asamblea
Nacional Constituyente fue la que convocó los procesos electorales, y
tanto esta elección municipal como las pasadas regionales del 15 de octubre,
fueron convalidadas por los actores políticos de la oposición que participaron;
entonces entramos en el dilema: ¿Qué sería lo coherentemente pragmático?
Sin duda alguna, el elector
hoy está mucho más confundido, sacarlo de ese trance, motivarlo y convencerlo
de ir a votar, es la tarea que le toca hacer a los candidatos por un lado, así
como luchar contra los abstencionistas, por el otro lado. Una guerra
titánica en el mismo bando opositor.
Valga señalar que, si de algo
estoy seguro, es que el 10 de diciembre, por los vientos que soplan, ganará
la abstención, primero, porque es un proceso electoral de tercer
nivel que genera poca participación y, segundo, por tener tres campañas al
mismo tiempo para alcanzar el mismo objetivo. La primera es la
del Psuv y sus mentiras; la segunda y tercera es la de la Unidad
dividida en defensa del voto, y en no botes tu voto.
Sin duda, un panorama no muy
alentador pero sí aleccionador, pues si la oposición no enrumba el barco en
unidad de criterio, en intereses comunes y en el respeto al ciudadano, ambas
tendencias terminarán erosionando el instrumento del voto; recordemos que en el
juego trancado gana el Gobierno y pierde Venezuela.
El futuro del país sigue en
juego y ahora está en las manos de los coherentes y los pragmáticos; cada uno
con fuerza, con argumentos, y con el deseo común de poner fin a esta pesadilla
para construir una nación de progreso y oportunidades para todos por igual.
07-11-17
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