Páginas

martes, 2 de junio de 2009

Solidaridad con la resistencia del pueblo chavista

Hablar de “pueblo chavista” y de “pueblo opositor” implica ya una lamentable concesión a la lógica perversa de la polarización, porque en realidad el pueblo venezolano es uno solo: el pueblo que es atracado por los malandros, que es matraqueado por las “fuerzas del orden”, que se muere de mengua en las puertas de hospitales destartalados, que no tiene trabajo sino rebusque; Ese pueblo que no tiene servicio de aseo urbano, que -arriesgando la vida- tiene que “robarse la luz” de los postes. Ese pueblo al que “le llega el agua” cada 15, 25, 40 y hasta cada 60 días, es un mismo pueblo.

Pero tras diez años de listas discriminatorias y de violencia del poder contra un sector de la población, la división de los venezolanos se ha transformado ya, desgraciadamente, en parte “normal” del paisaje. Y no nos referimos únicamente a la división entre “chavistas” y “opositores”. Preciso es ubicar también las subdivisiones presentes en cada uno de esos conjuntos. Dentro del campo opositor, más dado a ventilar públicamente sus matices y debates, es transparente la inmensa diferencia entre el “pueblo opositor” y las direcciones político-partidistas. Esa “inmensa diferencia” podría resumirse de la siguiente manera: el pueblo opositor ha hecho todo aquello que le han pedido. Le pidieron que marchara y marchó, que firmará y firmó, que “reafirmara” y “reafirmó”, que votara y votó, luego le pidieron que se abstuviera y se abstuvo. Posteriormente le pidieron que volviera a votar, y votó de nuevo. En cambio, a las direcciones político-partidistas el país le ha hecho una sola solicitud, por demás razonable: Que orienten la lucha para construir victorias. Los resultados han sido distintos.

En el campo del “chavismo” las diferencias son aún mayores, pues hay “chavismo” militar y “chavismo” civil, lo hay partidista y lo hay anti-partido, lo hay ideológico y lo hay sentimental, hay chavismo sincero y chavismo mercenario. Hay hasta un Chávez sin chavismo (ese líder que designa vicepresidentes del PSUV sin consultar a nadie, o que amenaza con “borrar de la faz de la tierra” al PCV y al PPT) y hay, no faltaba más, un famoso “chavismo sin Chávez”. Aunque cierta miopía opositora se empeña en ver a los partidarios del Presidente de la República como una totalidad homogénea, la verdad es que el chavismo es un campo amplio, diverso y contradictorio.

La subdivisión más importante, sin embargo, dentro del campo del chavismo no es entre la “derecha endógena” y la izquierda poética, o entre los lobbystas de Rangel y los de Diosdado, ni entre ningún otro de los matices supuestamente “políticos” que en realidad solo encubren la competencia entre grupos (algunos de corte francamente mafioso) que ven a Venezuela como una torta y al poder como un botín. No: la fractura más importante que se da al interior del chavismo en la que existe entre quienes aun se consideran militantes de la revolución, por un lado, y aquellos que en diez años han demostrado ser sólo traficantes de la robolución, por otro.

Es la diferencia que hay entre quienes querían acabar con la vieja hegemonía de AD y COPEI para abrir caminos a una Venezuela distinta y mejor, y aquellos que solo querían un “quítate tú para ponerme yo”. Es la grieta que hay entre las mayorías empobrecidas que –vistiendo franelas rojas y creyendo sinceramente en “el proceso”- siguen sin embargo viviendo en barrios que colapsan cada vez que cae el más leve aguacero, y los burócratas que tras sus camionetas blindadas, sus viviendas lujosas y sus sueldos astronómicos usan la palabra “revolución” sólo como coartada para negocios con ganancias cada vez más fabulosas, en medio de la más absoluta impunidad.

Esa fractura fundamental, esa falla telúrica, es la que esta dando lugar a una verdadera insurgencia del pueblo chavista contra la burocracia prepotente. No se trata, por cierto, del acostumbrado forcejeo de grupos de contratistas contra bandas de testaferros, todos disfrazados con chaquetas rojas marca “Náutica” o con chemises rojas marca “Tommy Hillfiger”. No. Se trata de gente del pueblo, de verdadero pueblo, que en la lucha contra la burocracia “bolivarera” está poniendo mucho más que palabras. El pueblo chavista esta dejando VIDAS en su confrontación con los traficantes de ideales que para ese pueblo son sagrados. Es en ese marco que hay que ubicar la intensa movilización que se produjo al interior de la Corriente Clasista Unitaria, Revolucionaria y Autónoma (C-CURA) tras el reciente asesinato de tres de sus dirigentes en el Estado Aragua.
En ese contexto hay que ubicar la llamarada de indignación que ha recorrido Cumaná tras el asesinato del dirigente obrero de la Toyota Argenis Vásquez. Es en ese contexto que hay que entender la furia del movimiento sindical anzoatiguense tras el asesinato, presuntamente a manos de la policía regional, de tres obreros de la Mitsubishi en Puerto La Cruz. Es ese el fondo sobre el que hay que apreciar las movilizaciones de los estudiantes de izquierda de Mérida protestando contra el asesinato del Presidente de Centro de Estudiantes del Tecnológico de Ejido, también a manos –“presuntamente…”- de la muy “revolucionaria” policía estadal…
Esta insurgencia de la base chavista no podrá nunca ser instrumentalizada, ni “aprovechada”, ni utilizada en forma alguna por los sectores de la vieja política. Cualquier intento oportunista en ese sentido esta condenado no sólo al fracaso, sino también al desprecio. Eso debe quedar absolutamente claro. Pero a partir del hecho real de que el pueblo venezolano es uno solo, es demasiado importante que estas expresiones insurgentes y cada vez más autónomas de la base popular chavista encuentren eco, respeto, comprensión y solidaridad en el pueblo opositor y en el pueblo independiente. Y esto no sólo por generosidad o por cálculo, sino por que es una necesidad profunda de toda Venezuela.


En efecto, como puede verse cuando pasamos revista a la cantidad de víctimas que tanto en el pueblo opositor como en el pueblo chavista han cobrado en estos diez años la violencia social y la intolerancia política, es evidente que los venezolanos no podemos ya “evitar” la violencia. LA VIOLENCIA ESTA AQUÍ. Pero si podemos aun enfrentarla y derrotarla. Para eso debemos estar unidos. Al menos, más unidos que ahora. Debemos salvar el abismo de desconfianza, temor y odio que en diez años ha sido construido por el discurso irresponsable de los extremos violentos, incluyendo a ese “extremo” que está en el poder. Para levantar con éxito el puño frente al burócrata, debemos tender con confianza la mano entre nosotros. Mientras más pronto lo entendamos, mejor será para ese pueblo que somos todos.

Extraído del Blog Radar de Los Barrios. 9/05/2007
http://radardelosbarrios.blogspot.com/

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico