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miércoles, 11 de enero de 2012

¡Este será el año del cambio... Si nosotros vamos siendo el cambio que queremos!



Por Radar de Los Barrios, 01/01/2012

No se trata de profecías mayas, ni de quincalla de asesor electoral. Se trata de hechos: El 2012 será el marco temporal en el que se manifestarán los cambios profundos que se han venido gestando en el país no desde ahora, no desde el año que pasó, sino desde finales de los años 80, cuando empezó este proceso de turbulencia política, económica y social que -a pesar de los deseos del gobierno y del temor de la oposición- aun no ha cristalizado en ninguna forma estable.

DEL “TORBELLINO REVOLUCIONARIO” A LA “ESTABILIDAD” BUROCRÁTICA
Dime de qué presumes y te diré de qué careces: El 31 de diciembre, en una de esas cadenas que ahora son el mejor termómetro de su desesperación electoral, el ciudadano Presidente de la República afirmó que “hemos estabilizado el país”, reivindicó tal “estabilización” como “uno de los principales logros” de su gestión y llamó al pueblo y a la Fuerza Armada a “defender” esa supuesta estabilidad. Pero realidad mata discurso: A contrapelo de la afirmación presidencial, en vez de “nuevo orden social” lo que hoy existe en Venezuela es anomia y profundización del “todos contra todos” que tiene una de sus expresiones más visibles y dramáticas en las cifras de la violencia hamponil; En vez de nuevo “sistema económico” lo que tenemos es exacerbación del rentismo petrolero, de la economía de puertos y del capitalismo de Estado, y aun la nueva estructura política definida en la Constitución del 99 es sistemáticamente saboteada, desconocida y violada desde el Poder. No hay, pues, “Nuevo Orden”, y mucho menos “estabilizado”. Lo que hay es desorden, torbellino, turbulencia. La misma turbulencia que “pasó a retiro” a la vieja clase política, aunque ella no se haya dado cuenta. La misma turbulencia que ha impedido la entronización de una nueva clase política oficialista, aunque las víctimas de las periódicas “mini-purgas” en la burocracia gubernamental y partidista culpen de ello únicamente a la arbitrariedad del caudillo.

TODO LO QUE SUBE…
Después de 1989 y su Caracazo, del 1992 y sus dos golpes de estado, del 1998 y su resultado electoral, del 1999 y la aprobación de la nueva Constitución, del 2002 y su abril sangriento, del 2003 y su paro costoso, del 2004 y su referendo retardado hasta que las nacientes “misiones” cambiaron la correlación de fuerzas, del 2005 y el suicidio abstencionista opositor, del 2006 y el fracaso de Chávez en la búsqueda de los “10 millones de votos por el buche”, del 2007 y la derrota de Chávez en el referendo de la Reforma Constitucional, del 2008 y la derrota de Chávez en los estados más poblados del país en las elecciones de gobernadores y alcaldes, y del 2010 y la derrota de Chávez en las elecciones parlamentarias, al obtener la oposición el 52% del voto popular, después de todo ese proceso que describe una amplia curva parabólica, el 2012 aparece en el calendario como una resplandeciente puerta para el cambio. ¿Cambio hacia dónde y alcanzado de que manera? Eso es lo que no está claro, para nada, aunque algunos venezolanos (pro-chavistas y pro-opositores, más cómodos que ingenuos) sigan pensando que estamos en un país “normal”, una especie de “máquina democrática” en la que metes un voto por un lado y sale un Presidente por el otro. Ese país no existe.

DE TROTSKY Y MAO A JUAN MANUEL SANTOS…
En esta Venezuela que amanece hoy estrenando el 2012, diversas tendencias pugnan por imponer su particular visión del “cambio” que todos admiten como indetenible. La burocracia gobernante encontró, tras 13 años de ensayo y error, la versión de “cambio” que mejor le acomoda: La “gatopardiana”, la que procura que todo se modifique… para que nada cambie en realidad. Como toda burocracia, la oficial tiene como principal objetivo la perpetuación de su lugar hegemónico en la “cadena alimenticia”, y frente a esa realidad todo lo demás se transforma en pretexto, discurso de ocasión, papelillo. Si es su poder lo que está en juego, al Burócrata en Jefe no le tiembla el pulso a la hora de deportar a sus antiguos aliados de las FARC y enviarlos a las manos de su nuevo “mejor amigo”, el hasta ayer “diabólico” Juan Manuel Santos. Es solo un ejemplo, de muchos. Lo cierto, la verdad de fondo, es que el sujeto que (plagiando a Bolívar) hace sólo meses se presentaba a sí mismo como “una brizna de hierba en el vendaval revolucionario” hoy habla de que “hay que preservar la estabilidad”; El charlatán que (parodiando a Trotsky y a Mao) ha hablado de “revolución permanente” y de “revolución en la revolución”, hoy clama porque le defiendan lo que él llama “estabilidad”, en la que el hampa mata a 19.300 venezolanos en un año... pero en la que él está en la cúspide del poder, que es lo único que le importa. Ese es la modalidad de “cambio” que el oficialismo intentará promover en 2012: Más de lo mismo, peor de lo mismo, en nombre de la “revolución”.

NOSTALGIA EN VEZ DE ESTRATEGIA
Una segunda tendencia existe en la pugna que subyace en torno a la direccionalidad del cambio que se avecina: la regresiva-vergonzante. Nadie en Venezuela se asume claramente como “defensor del pasado”. Pero cuando a ciertos políticos, sindicalistas, empresarios y ciudadanos se les pide que hagan un retrato hablado del futuro que desean, el cuadro que pintan es una fotografía del país anterior a 1998: “Queremos una Venezuela con división de poderes, con alternabilidad democrática, con libertad de prensa, con un Poder Electoral autónomo, con un Parlamento que controle al Poder Ejecutivo y un Poder Judicial independiente”, etc.. Ni una palabra sobre modificar las razones económicas y sociales que para finales de los 90 convertían a las mayorías empobrecidas en meros espectadores del proceso político, razones que hoy se han agravado. Ni una palabra sobre como modificar al Petro-Estado para dejar de tener un gobierno rico y una sociedad dependiente.

¡Ojo! Esta tendencia “regresivo-vergonzante”, que se imagina el cambio como un regreso a lo ya vivido no es patrimonio exclusivo de los “viejos dirigentes políticos”. En realidad, la fuerza de inercia de esta tendencia proviene es de una cierta clase media que añora aquella Venezuela en que “la política se le podía dejar a los políticos”, mientras ella asumía que el país era la “burbuja de comodidad” en la que se movía de su casa al trabajo, del trabajo al centro comercial, de allí a recoger a los niños para llevarlos a la natación, el ballet o el kárate, etc., pretendiendo ignorar la existencia de otra Venezuela, ampliamente mayoritaria, con más carencias que oportunidades. Son esos ciudadanos que honestamente creen que “antes éramos felices y no lo sabíamos” el combustible social de la tendencia regresiva, encarnada en “dirigentes” que -aunque digan lo contrario y aunque cronológicamente sean jóvenes, incluso muy jóvenes- sólo son capaces de imaginar el futuro como una extensión del pasado.

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