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viernes, 20 de enero de 2012

Los mitos institucionales del populismo latinoamericano

Por Pedro Aguilar, 03/01/2012

Tras soportar las consecuencias del colapso económico y la descomposición social, originadas por las irresponsables políticas populistas de los años ochenta, y, tras pasar sin pena ni gloria los años noventa en medio de reformas liberales inconclusas, América Latina buscó poner la casa en orden en años recientes, y ahora, mira con esperanza el inicio de la segunda década del siglo XX, en lo que los especialistas han vaticinado puede ser “la gran década” para la región.

Sin embargo, existen una serie de condicionantes y trampas que es oportuno identificar. Impulsadas por demagogos ideológicos hambrientos de poder, están en peligro las oportunidades de crecimiento económico, estabilidad social y eficacia política. Hoy, como en aquellos años ochenta, los impostores han regresado por una nueva estafa; algunos son viejos conocidos y otros malos por conocer.

Ejercer una denuncia responsable es un deber como ciudadano, pues estas élites representan la mayor amenaza para nuestro sistema democrático, de eso que ellos mismos han denominado “populismo latinoamericano”.

La inteligente manera de llevar sus pintorescos mensajes a las masas, la tiranía disfrazada de promiscua benevolencia y la carencia de información de parte de la sociedad, hacen un llamado para desnudar al gran impostor frente a la verdad y la justicia, en pro de la preservación de los valores democráticos y con el fin único de buscar las alternativas que permitan de la manera más pronta, alcanzar el bienestar social y económico en sociedades con libertad, oportunidades y gobernanza entre quienes las conforman.

Por ello, he intentado desmenuzar algunos de los grandes mitos que vulgarmente los populistas latinoamericanos pretenden seguir promoviendo en sus campañas políticas, que imponen a los medios de comunicación cuando llegan al poder, y que, más que mitos, representan la praxis opuesta de sus políticas al hacerse de la bandera y los actos oficiales.

Propongo tres mitos, no son los únicos, tampoco los primeros ni los últimos, pero encierran tres de las principales falacias en el orden económico, político y cultural, que forman ese triunvirato de conspiración y engaño, hecho patraña populista cuando llega al poder.

Mito I: Economías centralizadas traerán crecimiento económico

“En efecto, ¿quién hace la riqueza? ¿Es la riqueza obra del gobierno? ¿Se decreta la riqueza? El gobierno tiene el poder de estorbar o ayudar a su producción, pero no es obra suya la creación de la riqueza” - Juan Bautista Alberdi

Dentro del árbol genealógico intelectual de cualquier caudillo populista, existe la creencia, de que, es a través del proteccionismo de las industrias nacionales y la nacionalización de las principales instituciones, la mejor manera de preservar los intereses de la sociedad. Imponer un Estado Empresario, sintonizar la burocracia como modelo de negocio y otorgar subsidios a los grupos clientelistas, forman parte de la estrategia económica de estos gobiernos, a los que no les parece importar el deterioro económico permanente al que van desenfrenadas sus economías.

Y es que, como parte de los vicios de los demagogos populistas, se encuentra una necesidad por nacionalizar cuanto recurso se les aparece en el espectro económico, sin medir los costos monetarios y no monetarios de sus decisiones, y , olvidando que la primera necesidad de los países latinoamericanos es atraer inversiones, generar valor agregado y esto solo puede lograrse con garantías claras y condiciones amigables para la inversión extranjera, las multinacionales y el pequeño y mediano empresario nacional.

Dependiendo de la industria, las medidas autoritarias que atentan contra las libertades económicas varía; desde el control de precios para mantener cuotas de producción y consumo, hasta la expropiación de tierras y capital de empresarios que han logrado establecer actividades comerciales en los países, generando fuentes de empleo y transferencia de capital tecnológico y conocimiento. En economías enlazadas de forma cada vez más progresiva, a través de las tecnologías de la información y los adelantos científicos, resulta más fácil para los pequeños competidores aprovecharse de las ventajas del intercambio comercial. Pero, sin las condiciones estructurales y la estabilidad política necesaria, las oportunidades terminan en utopías.

Han sido muchos los países que inicialmente no contaban con la mayor cantidad de recursos naturales, mano de obra calificada, y más bien, tenían índices socioeconómicos alarmantes, pero que bastó un compromiso político firme y honesto para darle a la comunidad internacional señales de confianza de que existían proyectos políticos serios, en pro de la movilidad de capitales y de la atracción de inversiones, como forma de fomentar la investigación y el desarrollo y para establecer en una sociedad emprendedora el secreto del desarrollo. El caso de los tigres asiáticos y los países de Europa del este que vivieron por décadas en el oscurantismo soviético, son buenas lecciones de cómo crecer responsablemente y lograr bienestar para la sociedad.

Los gobiernos, más que establecer políticas de personalistas, debe enfocarlas como políticas de Estado, entendiendo que es a través de la apertura y el provecho a las ventajas comparativas, la mejor forma de sacarle ventaja al mercado. El experimento del Estado Empresario está comprobado como experimento fallido y resulta grotesco que algunas cabezas calientas pretendan imponerlo de nuevo, cuando hay conciencia de las externalidades negativas y el costo de subdesarrollo de décadas que la sociedad presente y muy futura acabaría pagando con resignación. Que no se repita la historia.

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