Simón García 30 de septiembre de 2019
@garciasim
Según
el refranero quien acuerda primero pega dos veces. Se podrá rabiar contra los
cinco partidos opositores que firmaron un compromiso con el régimen, pero no
subestimar el hecho. Hecho político, positivo y que cambia juego.
En
primer lugar por lo convenido. La flecha minoritaria, aunque no haya clavado en
la diana, estableció el inicio de cambios que no pueden dejar de apoyarse,
porque sean parciales: abrir un proceso de liberación de presos políticos;
reincorporación de los diputados del PSUV a la legítima AN; conformar un nuevo
CNE o instrumentar el programa de intercambio de petróleo por alimentos y
medicinas.
Segundo,
por el cambió de actores, ante la errónea decisión de la oposición mayoritaria
de echar tierrita sobre Barbados. Tercero, porque se cambió la metodología. El
“nada está acordado hasta que todo esté acordado”, cedió paso al entendimiento
corto que no resuelve la obstrucción catastrófica que es el régimen, pero
despeja obstáculos para lograrlo.
Por
último, aunque su naturaleza sea simbólica, trajo el acuerdo al territorio
nacional, indicando que debemos cuidad que la determinante y valiosa
solidaridad internacional no pase la raya de la injerencia. Una pertinente
precaución, ante la presencia de potencias mundiales en la solución de nuestro
conflicto, consiste en ejercer el derecho de los venezolanos a tomar
responsabilidad por sus actos y mantener su capacidad para decidir, en última
instancia, sobre el país.
Tres
debilidades, derivan del tamaño del acuerdo: no abarcó el aspecto principal de
la elección presidencial; no contó con la participación de los partidos del G4,
sin los cuales no hay solución completa. Y casi todos los compromisos están en
el horno. Son todavía metas espinosas por las que hay que luchar, dada la
costumbre oficialista de manejar las negociaciones para, al ganar tiempo y
oportunidad, desconocerlas.
El
cese de las negociaciones en Barbados declarado por los representantes de
Guaidó, permitió a Maduro anotarse un punto. Esta vez la inteligencia del
régimen fue más allá de dividir a los opositores, al proyectar la imagen de que
se puede llegar a acuerdos y que quien los bloquea es Guaidó y la oposición
mayoritaria. Es una lectura a revisar.
No
hay acuerdo perfecto. Si ninguno de los actores puede obtener el máximo de sus
exigencias, es porque lo que se acuerdan son las concesiones que hay que dar,
para que cada parte sienta que obtuvo su mejor ganancia. Esto es posible porque
la verdadera apreciación de los objetivos es subjetiva.
Un
buen acuerdo se produce cuando sus partes se convencen de tres certezas: no
puede haber un solo ganador, hay que pagar un costo aunque no se quiera y se
gana más acordando que pleiteando. Por eso no es asunto de que el régimen lo
quiera o no, sino de que tenga evidencias de que se le acabó la cancha.
El
país entero y la comunidad internacional desean una solución pacífica y
electoral. Los buches fantasiosos de la prédica extremista sobre golpes e
invasiones sólo existen en el engaño de las redes y su prédica de que con
narcos no se negocia o que dictadura no sale con votos sólo desarma a la
oposición y le da sobrevida al régimen en su cuarto de terapia intensiva: el
escenario electiral. La oposición mayoritaria debe liberarse definitivamente de
los espejismos extremistas.
Los
tres sectores opositores, que representan a electores y visiones diferentes,
están obligados a aproximarse para salvar al país que se niega a morir. La
responsabilidad mayor es de la fuerza mayoritaria: debe regresar a Oslo y
convertir a la AN en el escenario principal de decisiones plurales de cambio.
No en ámbito para sectarismos y exclusiones.
Simón
García
@garciasim
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico