Vladimiro Mujica 06 de octubre de 2019
La
brutal polarización política venezolana ha invadido todos los espacios de
reflexión y análisis, y ha terminado por introducir una suerte de credo
primitivo y precario que presuntamente permite entender la compleja realidad
política de la sociedad norteamericana partiendo de un conjunto mínimo de
frasecitas mágicas cargadas de ideología. Lo alarmante es que el virus de la
trivialización y el análisis maniqueo de la política ha infectado, con honrosas
excepciones, a los dos bandos que se disputan el poder en Venezuela: la
usurpación madurista y el amplio movimiento constitucionalista para restaurar
la democracia y la libertad en nuestra sufrida nación.
Del
lado del chavismo no hay sorpresas: la doctrina se reduce a identificar a los
Estados Unidos como el imperio satánico que conspira contra la revolución
chavista y aplica sanciones que hacen sufrir al pueblo. Se apoya el chavismo en
la construcción de su discurso en fuentes tradicionales de la izquierda
borbónica latinoamericana, esa a la que Teodoro Petkoff describía con una sorna
impecable como una que “no aprende, ni olvida”, expresadas, por ejemplo, en el
libro de Eduardo Galeano “Las Venas Abiertas de América Latina”.
También
usa la mentira chavista una famosa frase de Simón Bolívar completamente sacada
de contexto en la que el Libertador afirmaba: “Los Estados Unidos parecen
destinados por la providencia para plagar a la América de miserias en nombre de
la libertad” (carta dirigida a Mr. P Campbell, Encargado de negocios de SMB.
Guayaquil, 5 de agosto de 1829). La tesis del libro de Galeano es una
abominación intelectual y política que pretende que los latinoamericanos no
tenemos ninguna responsabilidad sobre nuestro propio destino y que todos
nuestros males se deben a la injerencia imperial norteamericana. El perverso
uso de la frase de Bolívar y su descontextualización histórica para apoyar el
ideario chavista fueron analizados extensivamente en un libro de Manuel
Caballero, “Por qué no soy bolivariano: una reflexión antipatriótica”.
Del lado de la alternativa democrática, la situación
es mucho más compleja y refleja distorsiones muy importantes de nuestro
pensamiento republicano. En el universo de los venezolanos, especialmente de
quienes vivimos en los Estados Unidos, se ha ido decantando una peligrosa
simplificación que pretende dividir a los dos grandes partidos de la democracia
norteamericana de acuerdo a un análisis precario y acomodaticio, que está
basado en una banalización inaceptable de la historia y que se reduce a:
(1) El Partido Demócrata está dominado por socialistas
y comunistas.
(2) El Partido Republicano está dominado por sectores
conservadores y fascistas.
Ambas posturas son inaceptables y se entremezclan con
otra peligrosa precariedad que reza así:
- Trump y los republicanos
son buenos porque apoyan una salida de fuerza contra Maduro.
- Obama y los
demócratas son malos porque participan de una conspiración socialistoide
internacional de apoyo encubierto a los musulmanes y a Maduro.
Es imposible exagerar lo peligroso y nocivo que se
oculta detrás de estas posiciones extremas, amén de su precariedad intelectual
y de la ignorancia que esconden sobre la historia de los Estados Unidos. La
vigorosa democracia norteamericana se ha convertido en uno de los reductos más
importantes de refugio de la libertad y la democracia, ideas que surgieron en
occidente en la antigua Grecia, encontraron su paso a Roma y a Europa, y que
estuvieron a punto de ser sacrificadas en las dos guerras mundiales, o en la
hecatombe del engaño del comunismo ruso y chino, o víctimas de la intolerancia
del extremismo islámico.
En todos los episodios de rescate de las ideas de
democracia y libertad del siglo XX y XXI los Estados Unidos han jugado un papel
fundamental, que debe ser reconocido por Occidente. Y también por los
venezolanos.
La pretensión de querer trivializar la compleja
política norteamericana, de reducirla a un enfrentamiento entre buenos y malos,
entre demócratas y republicanos, es un exabrupto por decir lo menos. Ese tipo
de conducta está íntimamente relacionado con una cierta irresponsabilidad en
nuestra propia conducta republicana, en buena medida responsable de que hayamos
entregado nuestra nación al chavismo producto precisamente de no entender la
gravedad de las decisiones políticas, algo que abrió el camino para que nuestro
pueblo sucumbiera a la pesadilla del encantador de serpientes.
A los venezolanos nos conviene más que a nadie que
nuestro conflicto NO sea percibido como un conflicto con una connotación
partidista en los Estados Unidos. Lo contrario nos haría un daño inmenso. Es
por ello que hay que saludar, como un acto muy positivo, mas allá del obvio
entendimiento con el gobierno del presidente Trump, la reciente reunión entre
nuestro embajador Vecchio y Nancy Pelosi, el Speaker de la Cámara de
Representantes del Congreso norteamericano.
Un acto importante de balance e inteligencia política
del gobierno encargado de Guaidó, que por supuesto ha recibido críticas de los
sectores más extremistas en las inefables redes sociales. Un acto elemental de
respeto por la democracia del país que nos ha acogido, por sus instituciones,
debería conducirnos a valorar los tiempos y los mecanismos de esa democracia en
el caso de la propuesta de impeachment al presidente Trump,
sin intentar tomar partido y sin al mismo tiempo dejar de manifestar nuestro
agradecimiento por la conducta del gobierno norteamericano frente a la
dictadura usurpadora de Maduro.
Pretender que los venezolanos tomen una posición
simplista sobre la compleja situación política norteamericana, implicando que
los demócratas son enemigos de Venezuela por pretender sacar a Trump de la Casa
Blanca, es más que un acto de ignorancia, es un verdadero suicidio.
Pero después de 20 años de chavismo, seguimos sin
entender que la gran fortaleza de la democracia en un país como los Estados
Unidos son sus instituciones, y que hay que apoyar el que las instituciones
tomen su curso y resuelvan las grandes controversias sin polarizar a la
sociedad. Pero no aprendemos, y en un ejercicio alucinante de nuestro realismo
mágico ahora pretendemos imponer sin pudor la óptica primitiva del extremismo
polarizador venezolano a la gran democracia norteamericana.
Vladimiro
Mujica
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