Juan Guerrero 20 de agosto de 2020
@camilodeasis
La
sociedad venezolana en su conjunto ha vivido las mayores tragedias a lo largo
de su historia republicana. Costó poco más de un siglo pacificar y unificar el
territorio venezolano. Desde 1810, cuando inician los movimientos pro
independencia hasta el final de la era gomecista, en 1935.
Vivir
guerreando marcó la vida del venezolano del siglo XIX e inicios del XX. Sin
embargo, la Venezuela colonial aparece en el imaginario del venezolano común
como una etapa casi que ajena a su tradición cultural. Pareciera que Venezuela
existiera sólo a partir de una fecha que se ha vuelto emblemática y como de
partida de nacimiento, el 19 de abril de 1810.
En
Venezuela la etapa feudal de la Edad Media se conoció como era Colonial o
Mantuana. Marcada por quienes heredaron de los conquistadores los bienes que
estaban sobre las tierras, sea flora, fauna, y hombres. Así, socialmenteestratificada
se desarrolló la vida por más de tres siglos, en un territorio que inicialmente
se denominó Tierra de Gracia, Audiencia, Capitanía General, República, Estados
Unidos, hasta la denominación actual.
Semejante
cambio de nombres resulta parte de esa inestabilidad mental en el venezolano
que le ha llevado a lo largo de su historia, a demoler todo lo anteriormente
construido por sus antepasados para intentar reconstruir algo nuevo, comenzando
por el nombre. Eso se evidencia en la tragedia de destruir la memoria cultural
ancestral, la heredad y hasta los símbolos que nos hermanan como pueblo y
nación.
Una
breve revisión de nuestra historia nos indica que uno de nuestros primeros
historiadores, José de Oviedo y Baños, (1671-1738), cuando intentaba
reconstruir la historia de la fundación de Caracas, se encontró que en el
propio recinto del cabildo los registros de documentos originales que daban fe
de la fundación de la ciudad capital, habían sido alterados, en otras partes,
folios completos desprendidos. Lo indicó de esta manera: “Año de 1568 …no se
halla en el Archivo Libro Capitular, papel ni razón alguna de las operaciones
de aquel tiempo así por descuido de los Pobladores como por el maltrato de los
papeles, pues aunque en el Archivo (hay) (u)n libro pequeño que comprehende
parte del gobierno de don Juan Pimentel con el transcurso del tiempo está tan
maltratado y roto que no son inteligibles sus decretos.”
“Año
de 1631 hasta 1638. Todos los libros y papeles de los años (…) en que se
comprendió el fin del Gobierno de don Juan de Meneses todo el Gobierno de
francisco Núñez Melián (sic), y principios del de Ruiz Fernández de Fuenmayor
no se hallan, ni parecen en los archivos de esta Ciudad habiéndose perdido por
descuido o malicia de los Escribanos de aquel tiempo por cuia causa no se tiene
razón noticia de lo sucedido en dichos años.” (Oviedo y Baños, Tesoro de
Noticias).
Esta
destrucción y alteración de los documentos que prosiguen el proceso de
construcción de la memoria cultural venezolana, iniciada en la era
pre-colombina, se continúa acentuando en los siguientes años y siglos. En lo
sucesivo se observa cómo esta actitud se refleja en una “costumbre” que nos
alcanza hasta nuestros días. Es una especie de necesidad de querer borrar de la
memoria colectiva todo vestigio del pasado y sólo tener referencia de nuestra
historia cultural, a partir del siglo XIX y específicamente el 19 de abril de
1810, con la presencia de individuos quienes “personalizan” la historia
nacional.
El
historiador, Arístides Rojas, quien en la segunda parte del siglo XIX se ocupa
de investigar la historia antigua venezolana, a propósito de los documentos que
deja al morir Oviedo y Baños, hace una serie de reflexiones sobre este tema:
“Muerto
Oviedo y Baños –escribe- la familia comenzó a enaltecer su memoria, mucho se
habló de sus manuscritos (…) en el público llegó a transparentarse la opinión
del autor sobre los principales sucesos del siglo décimo séptimo (…)
¿Dónde
están los libros manuscritos, importante resumen cronológico de los materiales
que sirvieron a Oviedo y Baños para redactar las dos partes de la Historia de
la Conquista y Población de la Antigua Provincia de Venezuela? ¿Dónde están los
manuscritos originales del II volumen que nunca llegó a publicarse?” (Rojas. Leyendas
Históricas de Venezuela).
La
visión de conocimiento mutilado de la memoria cultural del venezolano se
continúa a lo largo de los siglos XIX, XX y en lo que va del XXI. Creo,
sinceramente, que no son tanto razones políticas o ideológicas que han llevado
a la sociedad venezolana en su conjunto, al estado tan deplorable y de tragedia
nacional, como esa tradición troglodita, bárbara y cruel de querer destruir
todo vestigio de nuestro esplendoroso pasado, sea hispánico o indígena, para
seguir dejando desolación y llanto.
Este
tiempo, de superar este drama, debe identificarnos con nuestros ancestros más
relevantes: desde aquellos anónimos hermanos indígenas que danzaban y cantaban
en el valle de Las Damas y respetaban sus tradiciones, y donde nace nuestro
mestizaje, hasta la nobleza de unos artistas y pedagogos, como el conquistador
Garci-González de Silva, quien tenía un pequeño teatro donde representaba
comedias, en los primeros tiempos del siglo XVI, Luis Cárdenas Saavedra, fray
Agustín de Quevedo y Villegas, Alfonso Briceño, Antonio Navarrete, hasta
nuestro Andrés Bello y todos los eminentes ciudadanos que debemos considerar en
la construcción de una identidad donde se privilegie la civilidad.
El
siglo XXI debe ser el tiempo donde la memoria cultural del venezolano encuentre
su lazo ancestral y afirme su identidad, su memoria cívica y supere la bárbara
mentalidad caudillista, arbitraria y totalitaria.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
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