Crysly Egaña 19 de agosto de 2020
@HeeyCrysly
Armando
Mundaraín tiene 26 años de edad y compite en el programa de cocina húngaro A
konyhafonok, en el que entró gracias a un asado negro que usó como carta de
presentación para evidenciar su origen. Conoció Budapest gracias a un
intercambio estudiantil que realizó en 2011, volvió a Venezuela y luego regresó
a Hungría. Egresó recientemente de la Budapest Business University
Desde
hace años Armando Mundaraín quería participar en el programa de cocina A
konyhafonok, del canal privado de origen luxemburgués RTL Klub. Pero el
trabajo, un viaje o la falta de tiempo le impedían tomar la decisión. Pero este
año decidió no postergarlo más. “Soy muy competitivo y quería probar mis
capacidades dentro de un concurso gastronómico, bajo la presión de las cámaras
y el jurado”, dice desde Hungría. Cocinó asado negro con puré de papás, plátano
dulce con clavitos, guasacaca y chips de yuca. Un plato que hizo que los jueces
le dieran el delantal blanco y entrara a la competencia, sin tener estudios
formales en artes culinarias.
“El
asado negro fue una elección para realizar la introducción en el programa y
dejar en evidencia mi origen, además la cocina húngara tiene muchos platos parecidos
o estofados”, explica Mundaraín, de 26 años de edad. Pero también hay una
conexión emocional con el plato: esos sabores le saben a casa. “El asado negro
reúne en perfecta armonía lo que somos, a través de su compleja preparación e
ingredientes únicos que me recuerdan a mi casa, a mi familia, a mi país, a los
encuentros familiares del domingo o las cenas de Navidad con toda la familia
reunida. Recordar a mi mamá recrear un plato como ese me hace viajar nuevamente
a esos momentos importantes, los aromas inconfundibles y las horas de preparación
invertidas, como una obra de arte, y aunque ellas usaban la receta de Armando
Scannone, yo mezclé sus métodos de preparación con los de Sumito”.
El
video de la ronda de clasificación al programa se posicionó rápidamente en las
tendencias de Venezuela en las redes sociales “El apoyo ha sido increíble desde
el día que publiqué mi participación en A Konyhafőnők. Debo decir que soy una
persona muy emocional y me conmueve mucho ver como todos me han demostrado su
apoyo. Cuando entré al concurso soñé con recibir todo el amor y esas buenas
vibras que me están llegando. Me dan muchas fuerzas para seguir dando lo mejor
de mí”, expresa.
Mundaraín
visitó Hungría por primera vez en 2011. Tenía 18 años. Al terminar
bachillerato, no tenía mucho interés en continuar con estudios superiores, sólo
quería viajar por el mundo, conocer gente y, sobre todo, independizarse. Y esa
experiencia se la brindaba el programa de intercambio AFS, cuyo único destino
disponible para ese momento era Budapest. Así es como partió de Guatire a
Europa del Este.
Es
el segundo de tres hermanos varones. Sus hermanos, Diego y Mauricio, también
están fuera de Venezuela. Desde pequeño, cuenta Mundaraín, estuvieron expuestos
a un ambiente internacional, por lo que aprendió inglés desde muy pequeño. Tanto
familiares como amigos que estaban en el extranjero y videojuegos en inglés
contribuyeron a que desarrollara con fluidez una segunda lengua.
El
programa de AFS le brindó cursos de preparación para afrontar el choque
cultural y que la estadía en Budapest fuese más llevadera. Tenía algunos
ahorros para el viaje y con la ayuda de sus padres y su hermano mayor logró
costear el intercambio. Gracias a la extinta Comisión Nacional de
Administración de Divisas (Cadivi) logró costear el viaje. “Cada día que pasaba
me emocionaba más con la idea de conocer otra parte del globo”, recuerda.
Al
llegar se aprendía 10 palabras diarias. Debía asistir a clases en el colegio
como parte del intercambio. Recuerda que sus profesores siempre fueron muy
atentos con sus necesidades. A los tres meses tenía conocimiento del idioma,
pero en gramática no era muy buena, así que el director del colegio le ofreció
su ayuda para aprender el idioma en la universidad. A los seis meses ya hablaba
húngaro con fluidez.
Al
culminar el intercambio, regresó a Venezuela durante 9 meses entre 2012 y 2013.
En ese período hizo un curso de Mixología y FlairBartending y trabajó con
Hortensia Pernía, directora del restaurante Hache Bistro, en el Centro de Arte
Los Galpones. Allí también conoció a representantes de una fundación que, con
una beca, le permitieron regresar a Budapest a realizar estudios
universitarios. Pero no fue sencillo. Ingresó a la Budapest Business University
y seis semestres después, los problemas económicos en Venezuela hicieron
imposible que se pudiera mantener su beca, así como lo que le llegaba por
Cadivi.
Suspendió
sus estudios durante dos años para poder ahorrar para la matrícula
universitaria. Uno de los semestres lo logró pagar por una campaña en GoFundMe.
Su plan siempre fue gerenciar hoteles y restaurantes, un trabajo en el que es
clave el funcionamiento de la cocina. Realizó prácticas universitarias en un
restaurante que tiene una estrella Michelin. Luego quedó contratado y su
situación económica mejoró lo suficiente para culminar la carrera, de la que
egresó en julio de este año.
“La
clave para mi entrada en la escena gastronómica fue mi manejo de idiomas. El
equipo de cocina en ese momento era enteramente de húngaro y mi tarea era
enseñar inglés mientras ellos, a cambio, me enseñaban a cocinar”, explica. “Mi
suerte también fue que mi chef en ese entonces, Eszter Palagyi, se tomó el
tiempo de enseñarme todo lo que pudo en la cocina. Incluso tuve la oportunidad
de representar a Hungría, siendo el único extranjero dentro del seleccionado de
chefs en la San Sebastián Gastronomika 2016 del País vasco, en España”.
Considera
que la gastronomía húngara es exquisita. “Honestamente, me parece increíble que
un país tan pequeño tenga tanta variedad. Es también una joya que cambió con el
paso del comunismo, razón por la que hoy en día en muchos de sus platos los
ingredientes son similares: paprika, cebolla, ajo y papas”, señala.
No
conoce ampliamente la gastronomía venezolana. “Viví mis primeros 18 años allá y
mi conocimiento es básico. Diría que mis platos favoritos son el pernil, las
hallacas, los plátanos: fritos, tostones, patacones, hervidos. Muero por las
empanadas, las arepas de chicharrón, el papelón con limón”, dice. Sin embargo,
son esas recetas populares las que implícitamente lo llevaron a donde está
ahora. Su abuela, indica, siempre hacía recetas de los libros de Armando
Scannone; también su papá tenía un interés genuino por la cocina, era una
persona con la que cocinaba, salía a comer y leía sobre el tema; su mamá,
recuerda, cocinaba todos los domingos platos de un recetario y mezclaba nuevos
ingredientes. “Yo diría que sí somos apasionados, pero hasta hace poco nadie se
había aventurado profesionalmente con la gastronomía en mi familia”.
Por
ahora no encuentra similitud alguna entre la cocina húngara y la venezolana.
Describe la húngara como “pesada, comidas fuertes, de mucho carácter”. Entre
sus platos favoritos menciona la sopa Gulyás (carne, cebolla, pimentón);
Hazlalé, que es la sopa de pescadores de la ciudad de Szeged (sopa de pescado
picante); Rakottkrumpli (papas en capas, crema, salchicha y huevos); el postre
Makos Guba (pan, semillas de amapola) y el Madártej (merengue flotando en leche
con vainilla).
Su
interés culinario actual es el en bar food y finger food. Ha intentado
desarrollar una nueva perspectiva en la capital de Hungría para un mercado en
la que paulatinamente ha estado trabajando. Hasta hace poco trabajó en un
restaurant que quería entrar al Top 100 Bars of the World, pero por el cierre
forzado por la pandemia de covid-19 quedó desempleado y actualmente vive de sus
ahorros. El confinamiento fue un tiempo de reflexión, tranquilidad y mucha
meditación, pues al haber culminado la universidad considera que es momento de
descubrir nuevos horizontes tanto en lo profesional como en lo personal. Desde
hace cuatro años tiene una novia, con la que proyecta su futuro.
Armando
Mundaraín es participante de la séptima temporada de A konyhafonok, cuyos
jueces son Ákos Sárközi, el primer húngaro en obtener una estrella Michelin;
Jenő Rácz, el primer chef húngaro en ganar una estrella fuera de Hungría, en
Shanghai; y Fédős Zé, miembro permanente del jurado del programa desde 2014.
Independientemente
del resultado del programa, considera que la cocina forma parte de su vida.
“Mis lazos con la cocina son y serán irrompibles. Sin embargo, siento que no
quisiera descartar ninguna otra posibilidad que me dé la vida fuera de ella.
Aún estoy en la edad donde creo que puedo considerar diferentes oportunidades
más allá de dedicarme completamente a la gastronomía”.
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