Por Rafael Simón Jiménez
La prolongada tragedia
vivida por los venezolanos, que ya supera las dos décadas, ha estado signada
por una confrontación entre dos fuerzas irreconciliables: Por una parte un
gobierno depredador, abusivo y despótico, que no oculta sus intenciones de
perpetuarse en el poder a cualquier precio, y su contraparte una
oposición pendular y errática, que extrañamente a copia fiel de Sísifo, el
personaje de la mitología griega, se empeña en despilfarrar sus aciertos y
reincidir en sus errores, obligando a tener que empujar la piedra por la
empinada cuesta una y otra vez.
Ni siquiera las
desgraciadas consecuencias de sus errores, e incluso la crítica y autocrítica
frente a ellos, ha impedido la reincidencia en los mismos disparates una y otra
vez, favoreciendo de esta manera la prolongación en el poder del
chavismo-Madurismo. Desde El “Chávez vete ya “del año 2.000, pasando por todas
las aventuras y equivocaciones posibles donde se cuentan paros, golpes de
estado, guarimbas, y el más protuberante de todos: el llamado a la abstención
una y otra vez, aun a sabiendas de que ese camino ya ha sido transitado y solo
ha servido para favorecer los planes de perpetuación del Chavismo.
En 2.005, luego de una
seguidilla de errores que culminaron con la victoria de Chávez en el referéndum
presidencial de agosto de 2.004, la oposición, entonces agrupada en la
denominada coordinadora democrática, decidió abandonar el terreno electoral y
abstenerse de concurrir a las elecciones parlamentarias de diciembre de ese
año. El fundamento de aquella posición, era que si no participábamos de ese
proceso, el mismo carecería de legitimidad y reconocimiento, y que el gobierno
colapsaría, abriendo las puertas a una transición.
El resultado como era
de esperarse fue totalmente el contrario, el gobierno, compitiendo en
solitario, obtuvo la totalidad de los escaños parlamentarios, iniciándose en
periodo de mayor avance y consolidación de su proyecto autoritario,
construyéndose en esos años un tinglado político, legal e institucional que
solidifico su hegemonía. La tan esperada deslegitimación no apareció por
ninguna parte y por el contrario y lejos de debilitarse o perder reconocimiento
el gobierno despejo el camino para una larga permanencia en el poder.
En 2.006 y frente a la
evidencia del monumental disparate cometido, los partidos de oposición,
reducidos a sus vanguardias y aislados de la sociedad, iniciaron un lento y
dificultoso proceso de recuperación y reconstrucción de sus espacios., y
entonces casi llorando lágrimas de sangre, sus direcciones políticas hicieron
profunda revisión autocritica del error cometido, con una argumentación de la
cual se deducía que jamás volverían a incurrir en tamaño dislate.
La candidatura de
Manuel Rosales en 2.006, el éxito obtenido en el referéndum constitucional de
2.007, la importantísima representación parlamentaria lograda en 2.010, El
apretadísimo resultado electoral en las presidenciales del 2.013,, cosecharon
en votos un esfuerzo de rectificación, que sostenido en el tiempo estaba
destinado a lograr la memorable y más tarde desaprovechada victoria electoral
de diciembre de 2.015, donde en las más adversas condiciones comiciales y
sin que el país aún estuviera inmerso en la tragedia económica, social y
humanitaria que hoy nos atenaza, fuimos capaces de darle una paliza a los
candidatos del oficialismo, conquistando las dos terceras partes de la Asamblea
Nacional.
Esa victoria marcaba de
manera fehaciente e incontrovertible, un cambio dramático en la correlación de
fuerzas, con una oposición fortalecida y mayoritaria, y un gobierno
alicaído y en evidente minoria. Era el momento de avanzar con paso firme y con
realismo político hacia la conquista de todos los espacios políticos e
institucionales, y de marcar una ruta cierta hacia una transición democrática y
negociada, que relevara al chavismo del poder y que abriera caminos hacia la
reconstrucción y reconciliación de Venezuela.
Lejos de entender el
inmenso compromiso que representaba, administrar la victoria electoral de
diciembre de 2.015, y avanzar con responsabilidad y altura de miras hacia el
cambio político, la dirigencia partidista cayo en las viejas marramuncias de la
peor politiquería, desatándose entre ellos una auténtica “pelea a cuchillo “
por aspiraciones, ambiciones y protagonismos, que junto a la reacción como
siempre brutal del Chavismo, permitió que aquella extraordinaria victoria
popular, fruto de rectificaciones y de perseverar en la línea cívica,
democrática y electoral, naufragara en la incompetencia de sus gestores.
Imposibilitados
intelectual, política y moralmente, de reconocer sus errores, hacer balance y
autocritica y enmendar disparates, la conducta de los responsables de los
partidos opositores, cuya primera gestión fue acabar con la MUD y reivindicar
supuestas fortalezas grupales, sin entender que más allá de los curules
obtenidos en negociaciones cupulares, la victoria toda pertenecía al supliciado
pueblo venezolano que urgido de un cambio había votado por ellos esperando que
colocaran al país por encima de parcelas y benderias.
Fracasados
estrepitosamente en todos los caminos de aventura, violencia y confrontación
que han puesto en escena en los últimos tiempos, y que solo han servido para
consolidar al destructor gobierno de Nicolás Maduro, el G-4 y sus similares y
conexos, cada vez más achicados, levantan de nuevo el llamado a la abstención
en las elecciones parlamentarias del próximo diciembre, sin que un atisbo de
pudor y vergüenza, los obligue a plantearle a los venezolanos una ruta o vía
alternativa. Es simplemente el “quédate en casa “o el crúzate de Brazos “,
quizás porque los gestores de esa política tienen asegurado de antemano un
exilio de oropeles con cargo a los cuantiosos recursos confiscados en el
exterior y manejados sin ninguna diferencia con los asaltantes del oficialismo.
Ya ni siquiera el mantra lastimero que proclamaba el cese de la usurpación,
gobierno de transición y las elecciones libres, es capaz de ser voceado.
Los venezolanos
auténticas victimas del drama humanitario profundizado por la pandemia, saben
bien que en estos veinte largos años de tragedia, hemos sido protagonistas de
dos momentos fundamentales en nuestra confrontación con el régimen. 2.005
cuando decidimos abstenernos de votar y de esa manera permitimos que el
chavismo arrasara con las instituciones del estado y prolongar
Ahora se trata de
escoger de nuevo ¿2.005 o 2.015? es decir la victoria o la resignación
para que este gobierno termine de acabar con Venezuela.
18-08-20
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