Por Piero Trepiccione
¿Quién da con la
vacuna? Por la gran importancia que tiene el tema y por el enorme peso de
la geopolítica global, esta “pelea” cuerpo a cuerpo, es más o menos
similar a la carrera armamentista durante la guerra fría o la que hubo por la
conquista de la luna. Tras la búsqueda desesperada de la vacuna, China,
Rusia y EE.UU. llevan la delantera, obviamente. Pero también hay que considerar
a países como Alemania y Reino Unido, que también figuran en esa disputa
cuyo desenlace estamos por ver en las próximas semanas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS)
ha advertido acerca del empeoramiento de las perspectivas sobre la crisis
sanitaria y varios países emprenden una carrera biotecnológica para dar con una
vacuna.
Ganar la carrera,
además de controlar la peligrosa pandemia, te expone a una posición
privilegiada en el concierto internacional. En esta guerra biotecnológica, se
trata de consolidar una vacuna con inmunidad sostenible en el
tiempo y de alta seguridad para que los países que la desarrollen puedan beneficiarse
masivamente. Aunque también tiene su trasfondo, las ganancias de las
multinacionales farmacéuticas, junto al estado de miedo generalizado por
el virus, las consecuencias económicas generadas por las cuarentenas y,
naturalmente, el liderazgo de los países en la crisis sanitaria.
Lamentablemente, una
vez más, vemos cómo en lugar de una unión sincera para avanzar lo más
rápidamente posible a una solución internacional a la pandemia, los intereses
particulares de gobiernos, junto a determinados grupos provocan respuestas más
ralentizadas ante una crisis de esta naturaleza.
Y es que cuando la
política se coloca por encima del problema real, en este caso, de salud pública
internacional, apreciamos disputas más asociadas a intereses
minúsculos que en favor de la voluntad general.
La desesperada carrera
por encontrar una vacuna afronta un triple desafío. En primer lugar, tratar de
acortar los plazos para conseguir acelerar esa relativa lentitud
que caracteriza al proceso de desarrollo. En segundo lugar, hay que considerar
que la vacuna realmente exitosa no tiene que ser solo efectiva, sino que además
debe poder producirse a una escala nunca antes conocida, por lo que la
implicación de la industria farmacéutica es fundamental. Y en tercer lugar, asegurar
campañas masivas de vacunación. La suma de estos tres grandes objetivos
convierten a este reto en uno de los más importantes a los que se ha
enfrentado la ciencia. Por ello, la coordinación internacional es
extremadamente estratégica para avanzar aceleradamente.
En pleno siglo XXI
existe una imperiosa necesidad de cambiar los esquemas del ejercicio de la
política en todo el mundo. Los desafíos que se nos han mostrado con la pandemia
del coronavirus y el calentamiento global, implican, necesariamente, respuestas
más coordinadas y audaces. Estas deben estar más alejadas de los intereses
geopolíticos y más cercanas al sentido de civilización y humanidad. Así como
han evolucionado la ciencia y la tecnología en apenas unas décadas es necesario
que el ejercicio de la política nos brinde un modelo de actuación en contraste
con siglos y siglos de aferramiento al poder y no al servicio público de las
civilizaciones.
Ojalá que con la
pandemia aprendamos a acercarnos más a la solidaridad y al bien
común como elementos claves de la convivencia humana.
16-08-20
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