San Josemaría 22 de agosto de 2020
@sJosemaria
Con
serenidad, sin escrúpulos, has de pensar en tu vida, y pedir perdón, y hacer el
propósito firme, concreto y bien determinado, de mejorar en este punto y en
aquel otro: en ese detalle que te cuesta, y en aquel que habitualmente no
cumples como debes, y lo sabes. (Forja, 115)
Llénate
de buenos deseos, que es una cosa santa, y Dios la alaba. ¡Pero no te quedes en
eso! Tienes que ser alma –hombre, mujer– de realidades. Para llevar a cabo esos
buenos deseos, necesitas formular propósitos claros, precisos.
–Y,
después, hijo mío, ¡a luchar, para ponerlos en práctica, con la ayuda de Dios!
(Forja, 116)
Mira
tu conducta con detenimiento. Verás que estás lleno de errores, que te hacen
daño a ti y quizá también a los que te rodean.
–Recuerda,
hijo, que no son menos importantes los microbios que las fieras. Y tú cultivas
esos errores, esas equivocaciones –como se cultivan los microbios en el
laboratorio–, con tu falta de humildad, con tu falta de oración, con tu falta
de cumplimiento del deber, con tu falta de propio conocimiento... Y, después,
esos focos infectan el ambiente.
–Necesitas
un buen examen de conciencia diario, que te lleve a propósitos concretos de
mejora, porque sientas verdadero dolor de tus faltas, de tus omisiones y pecados.
(Forja, 481)
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