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miércoles, 19 de agosto de 2020

La CDU, un ejemplo de Alemania para el mundo por @aveledounidad



Por Ramón Guillermo Aveledo


La CDU no es el único partido que ha gobernado Alemania, sea en Occidente o unida. Tampoco ha gobernado en solitario, pues la coalición ha sido una práctica ya institucionalizada en la política germana entre demócratas cristianos, socialdemócratas, liberales y más recientemente los verdes ecologistas. Sólo una vez logró la mayoría absoluta en el Bundestag, en 1953 con el 45.2% del voto junto a sus hermanos de la CSU bávara. Pero sea como líder del gobierno federal o como socio en gabinetes compartidos, es la colectividad política con más presencia en la responsabilidad del poder.

Formar un gran partido popular que uniera la inquietud cívica y la acción política de católicos y protestantes, en un movimiento reformador, no confesional, capaz de reunir en una política coherente y atractiva a las vertientes socialcristianas, conservadoras, liberales, moderadas de la sociedad no era tarea fácil y no lo fue. La dictadura nacionalsocialista y sus consecuencias de guerra y destrucción, habían borrado el mapa político precedente con la ayuda de las persecuciones, muertes, prisiones y destierros. Además, el centro y la participación política de los cristianos habían quedado dispersados y debilitados. Lo lograron y por encima de obstáculos, reveses y no pocos inconvenientes, allí están.

La Unión fue un propósito serio, un compromiso creíble, no un ardid para ganar indulgencias con escapulario ajeno.

Entre sus grandes líderes destacará siempre Adenauer en la titánica construcción desde los escombros de la república federal. También Kohl en la exitosa reunificación alemana tras el derrumbe del Muro y actualmente Merkel, esa estadista excepcional que ha brillado en tiempos inestables de medianía y populismos.

En un consenso democrático europeo, con debates naturales, entre las políticas trascendentes con mayor huella histórica están la economía social de mercado, sensata línea estratégica que equilibra realidades humanas y económicas, hoy asumida en toda esa gran comunidad continental. La promoción de la integración europea, cuyos problemas actuales no pueden llevarnos a ignorar el largo e impresionante camino recorrido desde la comunidad del carbón y el acero en los 50’s, visión de Adenauer, de Gasperi, Schuman y Monnet, guiados por el humanismo cristiano. Porque la gran política siempre se funda en valores.


Parece que el colapso del socialismo marxista y la crisis financiera mundial de la primera década de este siglo, los cuales debieron reivindicar a las diversas expresiones del centrismo, al demostrar que tenían razón, lo que trajeron consigo fue una tizana multicolor de populismos nacionales.

En Europa, la especificidad confluye bajo la divisa Popular con tendencias afines en la moderación, unas más conservadoras, otras más liberales. ¿Qué pasó en América Latina? En esta región que mañana, proclamábamos, sería “demócrata cristiana”. Merman la presencia y su fuerza, sea por la proporción de pueblo que nos sigue como por las ideas y su atractivo. Los tiempos reclaman cambios.

En el socialcristianismo patrio en algún momento perdimos “el alma y la calma” de aquel viejo y querido partido cuya larga agonía parece un inmerecido epílogo doloroso de pequeñeces, para una historia que sin estar exenta de humanos errores, tuvo grandeza. Fragmentados en pequeñas expresiones, no ya para todos los gustos, sino para todos los disgustos. La paradoja es que esta pena debemos pasarla cuando el país más necesita de mensajes y acciones claras, limpias, esperanzadoras.

Con Venezuela, por cierto, fue la primera cooperación de los democristianos alemanes fuera de sus fronteras. En eso, han mostrado su confianza en el futuro de este país, de una consistencia a prueba de todo.

Testimonios que sean fermento para que la idea pueda influir en el futuro cuya construcción requerirá esfuerzo, ideas y valores. Eso debemos dar.

17-08-20




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