Luis Manuel Esculpi 18 de agosto de 2020
@lmesculpi
La
mayoría de los venezolanos están viviendo o sobreviviendo el día a día. Se
siguen las informaciones que están estrechamente relacionadas con su
cotidianidad, com el alza constante de los precios de alimentos y medicinas, el
alza del dólar y el aumento de los contagios del corona-virus. En mi opinión,
la mayoría de los debates que suscitan polémica en la redes sociales y en las
élites más informadas, no están en sintonía con las inquietudes y aspiraciones
de la mayoría. Esa constatación no significa necesariamente que la controversia
desarrollada en esos círculos sea innecesaria, sino que especialmente aquellas
protagonizadas por quienes pretenden incidir en la conducción política,
debieran intentar aproximarse a esa realidad cotidiana.
En
la actualidad el debate político está impregnado de maniqueísmo, las posiciones
extremas solo conocen el blanco y el negro, ignoran los grises. No se admiten
matices y cada quien asume sus razones como verdades absolutas. El intercambio
de ideas se asume desde trincheras inamovibles, no se escuchan los argumentos
de quién no comparte en su totalidad sus puntos de vista, la pretensión de
convencer sin que se produzca un verdadero intercambio, esteriliza la polémica
y la convierte en un diálogo de sordos.
La
polarización no sólo se evidencia en la confrontación entre el régimen de
Maduro y las fuerzas que lo enfrentan, sino que ya se manifiesta en el propio
campo opositor.
A
propósito de las elecciones parlamentarias, los más fervientes partidarios de
la participación reducen la magnitud de las irregularidades y descalifican la
decisión de los partidos que decidieron no participar, señalándolos como
partidarios de una “intervención extranjera” o de un “golpe de estado”; cuando
se conoce que la mayoría de esas organizaciones exigen condiciones para
participar en un proceso libre y competitivo. En otro sentido a las voces
(distintas a las organizaciones de la mesita, o a los llamados alacranes) que
han señalado, pese a las limitaciones existentes , se debe considerar
participar en las elecciones, el otro extremo las ha tildado de “vacilantes ” y
“colaboracionistas”.
El
estigmatizar la discusión en el campo de la alternativa, no contribuye, en
nada, a la necesaria búsqueda de los espacios comunes para el desarrollo de
acciones unitarias. Asumir en esos términos la diatriba implica desconocer que
existen argumentos válidos para defender cada una de las posiciones.
Las
diversas lecturas sobre el documento de la Presidencia de la Conferencia
Episcopal, o acerca del recurso de amparo promovido por varios ex funcionarios
del CNE, más allá de su redacción y contenidos están signadas, en algunos
casos, por la visión maniquea que hemos venido describiendo.
No
se trata de tener posiciones eclécticas frente a los debates planteados, sino
de asumir una actitud amplia y receptiva frente a los planteamientos críticos,
desechando las conductas refractarias y defensivas al evaluar el comportamiento
de la fuerzas opositoras durante el periodo reciente. Conscientes de la
existencia de errores de los cuales ninguna organización o protagonista ha
estado exento.
El
diseño de la estrategia que pueda conducir al cambio político, área en la cual
se hacen esfuerzos, requiere de una elaboración desprejuiciada, distancIada de
dogmas y fórmulas prefabricadas para facilitar el proceso creativo al delinear
la política a seguir en el mediano plazo.
Esperamos
que la dirección política en la que se agrupan la mayoría de las fuerzas
opositoras, preste atención, modestamente, sin desdeñar la autocrítica, a los
señalamientos emanados desde distintos sectores de la sociedad, exigiéndole
colocarse a la altura de las exigencias planteadas, para configurar -tal como
ha anunciado- un nuevo pacto político con amplitud, alejado de rasgos
arrogantes y sectarios. Los tiempos de dificultades se superan en política
cuando la reflexión teórica se acompaña de una práctica en consonancia con los
postulados que se pregona.
Luis
Manuel Esculpi
@lmesculpi
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