Por Víctor A. Bolívar
La realpolitik
Haber logrado por
primera vez en el país la repetición de unas elecciones y por única vez
demostrar un fraude electoral por el que se dictaron 11 autos de detención en
las primeras elecciones de alcaldes celebradas el 3 de diciembre de 1989,
además de satisfactorio, fue un proceso de meses, arduo y tesonero en un
terreno minado por propios y extraños que logramos salvar. El caso de esas elecciones
en Petare llegó hasta la extinta Corte Suprema de Justicia y se ordenó la
repetición en 69 mesas diseminadas en varios centros de votación porque su
resultado parcial incidía en el resultado final de esos comicios. En estos
hechos también estuvieron involucrados candidatos a gobernador y diputados a la
Asamblea Legislativa del estado Miranda.
A regañadientes se
repitieron y el principal beneficiario de ese fraude quedó ratificado como
alcalde del municipio más poblado de Venezuela. Y decimos ratificado porque en
aquel entonces se tomó en paralelo la increíble e infame decisión de que
durante todo el proceso de impugnación quedara ejerciendo el cargo quien no
había aún ganado esa elección. Ese “alcalde” írrito se dedicó por meses a
trabajar el electorado de esas 69 mesas y el ya desaparecido Orlando Elbittar,
uno de nuestros más prestigiosos municipalistas, se quedó con los crespos
hechos por esta decisión. Ese “alcalde” blanqueó ese ardid y fue luego
reelecto, gobernador de Miranda, jefe de la oposición y hasta precandidato
presidencial. Aquellos vientos trajeron consigo muchas tempestades. Fue nuestra
primera dosis de realpolitik.
La ilusión de la
mayoría
Viene a cuento aquella
experiencia de hace 31 años que, junto a otras muchísimas más, nos llevan a
percibir aspectos y detalles que la intrínseca naturaleza de la buena fe de las
mayorías no alcanzan a descifrar. Creer que la consulta “mató” al fraude del 6D
y le quitó al régimen el control social, como lo ha dicho Guaidó, es tanto como
adelantar la celebración del 28 de diciembre. El planteamiento del cogobierno
de Leopoldo y su reconocimiento del carácter no vinculante de la consulta
sugiere todo lo contrario.
Nos consta que la gran
abstención fue un hecho público y notorio que no admite discusión. Es a los
resultados de la consulta popular y sus efectos a los que nos queremos referir.
Damos por buenos los resultados de la consulta pese a sus reajustes. Es
axiomática y de hecho la mayoría de los venezolanos aquí y afuera se han
aferrado a ella como la única tabla de salvación del país. Los que realmente
participaron se merecen nuestro reconocimiento. Es la ilusión de la mayoría.
Dicho lo anterior, solo
queda –para hacer valer el ejemplo– contrastar lo que nos deja el 6D y el 12D.
Esas parlamentarias dejan una Asamblea Nacional que, aun siendo considerada
producto de un fraude, sustituirá en los hechos a la presidida por Guaidó que
difícilmente podrá seguir contando con un seguro ejercicio de sus funciones. No
vemos de qué forma podrá deliberar o elaborar leyes que no llegaron a hacer en
este período de 5 años que se le vence. Es una triste realidad, como lo fue
haber dejado ejercer el cargo de alcalde a aquel candidato que no había ganado
la alcaldía, mientras se repetían las elecciones para obtener unos resultados
definitivos, ese mismo que de vaina no llegó a ser candidato presidencial.
El buzón de sugerencias
El deber ser de la
consulta no pasará de ser una ilusión más, arrollada por la realpolitik. No en
balde Guillermo T. Aveledo, refiriéndose a la tercera pregunta de la consulta
mediante la cual se ordena adelantar las gestiones necesarias ante la comunidad
internacional para activar la cooperación, acompañamiento y asistencia que
permitan rescatar nuestra democracia, atender la crisis humanitaria y proteger
al pueblo de los crímenes de lesa humanidad, apunta con mucho tino que debía
haber una opción que dijese: “Ajá, OK, claro y tal, pero ¿cómo? O, mejor
aún, un buzón de sugerencias…”
Hablarle claro a la
gente requiere coraje, ese mismo que desaparece cuando se ponderan los costos
políticos de la demagogia. Díganle de una vez a la gente, en forma coherente y
no fragmentada ni ambivalente, que en sus alforjas tienen otros propósitos que
no estuvieron previstos en la consulta. Plantear ahora, después de su
celebración, un cogobierno con el chavismo es tanto como reconocer que los
opositores que participaron en estas parlamentarias hicieron políticamente lo
correcto. También plantear ahora que la consulta no es vinculante es una
bofetada a la credulidad de los participantes.
16-12-20
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