Francisco Suniaga 27 de diciembre de 2020
@FSuniaga
Hoy
quise hacer públicos mi admiración, agradecimiento, afecto y solidaridad por
Roland Carreño, porque se lo debía. Porque ahora está preso, incomunicado y
desesperanzado por la más oscura incertidumbre. También porque ahora él
representa y encarna a la Venezuela devastada en dos décadas de barbarie, a los
demás presos políticos, a los perseguidos y exiliados, a todos los que sufren,
a nosotros. También porque es Navidad, un día en que la esperanza debe brillar
y quizás, juntando a las buenas almas de la Venezuela que tanto queremos, lo
haga como nunca antes.
No puedo decir que Roland Carreño sea
mi amigo entrañable, uno de esos que por décadas me ha acompañado a lo largo
del camino. No ha habido entre nosotros suficiente proximidad física ni
temporal, ni han sido tantos los ratos compartidos como para establecer ese
afecto que compite con el que sentimos por los hermanos.
Conocí y hablé con Roland por primera
vez hace pocos años, cuando hacía la investigación para escribir mi novela “Adiós
Miss Venezuela”. Me recibió un mediodía, con gran amabilidad,
en su oficina de la revista Hola, en la sede de El Nacional.
Conversamos largamente en el Club Los Cortijos, donde, a luz de un intercambio
con el magazine, me invitó a almorzar. Fueron horas gratísimas porque es un
conocedor como pocos de la exageración que somos Caracas y los
caraqueños. Sus comentarios sobre los personajes, hechos y episodios del
mundillo del beauty pageant nacional fueron muchos y estaban
cubiertos de gracia no exenta de picardía, como debe ser cualquier buen chisme.
No obstante, las observaciones sobre su esencia y naturaleza fueron agudas e
inteligentes, confirmándome lo que ya presumía: Que detrás de la frivolidad del
concurso había un mundo complejo y elaborado. Sus reflexiones sobre aquella
época, que tanto echamos de menos y que ahora reconocemos como grandiosa,
fueron profundas y filosóficas.
Fue mucha la luz con la que iluminó mi ignorancia
sobre un tema del que muy poco sabía. La información que
obtuve de la entrevista con él fue crucial para darle algo de hueso a una
novela cuyo solo título está de manera inevitable asociado con la pompa. Nos
vimos de nuevo en una reunión con Sergio Dahbar, el editor,
donde le planteamos que fuese el presentador del libro en su bautizo. Para
sorpresa de todos, se presentó en los espacios de la Librería El Buscón con
un invitado especial: Osmel Sousa. Ese detalle lo retrata como la
persona que puede ser y cuánto puede comunicar sin siquiera hablar. Su discurso
tuvo un brillo extraordinario, de los mejores que haya escuchado en tales
ocasiones, y convirtió una ceremonia rutinaria en un evento de alto vuelo intelectual, literario y humano.
Luego nos vimos varias veces en los pasillos de la
sede Voluntad Popular, en oportunidades en las que fui invitado a
participar en reuniones o actividades de un partido que buscaba rebajar su
perfil de tremendista. Roland asumió la política con una emoción de
adolescente y contagiaba su entusiasmo a una organización muy
golpeada por la dictadura. Su capacidad de convocar
gente y concretar acciones le hizo ascender en la
escalera organizacional y alcanzó una posición importante en
los cuadros dirigentes. Quienes lo han conocido saben que Roland abomina
la violencia y que la acusación que pesa sobre él de “conspiración, terrorismo,
tráfico de armas y asociación para delinquir”, movería a risa, de no ser
porque, producto de ella y sin prueba alguna, está encerrado desde hace dos
meses en uno de los calabozos inhumanos de este régimen abyecto.
Hoy quise hacer públicos mi admiración, agradecimiento, afecto y solidaridad por Roland
Carreño, porque se lo debía. Porque ahora está preso, incomunicado y
desesperanzado por la más oscura incertidumbre. También porque ahora él
representa y encarna a la Venezuela devastada en dos décadas
de barbarie, a los demás presos políticos, a los perseguidos y exiliados,
a todos los que sufren, a nosotros. También porque es Navidad, un
día en que la esperanza debe brillar y quizás, juntando a las
buenas almas de la Venezuela que tanto queremos, lo haga como nunca antes.
Ojalá la luz de Jesús recién nacido brille tanto que pueda
aliviar nuestras penas y, más allá, alcance asimismo a quienes nos lideran en
esta travesía que se hace interminable, para que los ayude, y nos ayude,
a encontrar juntos la inspiración necesaria para dar con el camino que nos
lleve a la liberación.
Francisco Suniaga
@FSuniaga
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