“Tanto en la dictadura como en la oposición, las primarias produjeron una luminosa radiografía de las miserias y los miserables que han venido influyendo en el proceso político venezolano. Por fortuna, las primarias también mostraron la presencia del espíritu cívico, la dignidad, el desprendimiento, la solidaridad y la vocación por la libertad. La Comisión Nacional de Primaria mostró la sobrevivencia del honor. Más de dos millones de venezolanos se sobreponen a la mezquindad general”.
Hay un doble sentido en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, para definir un miserable. De una parte, remite a alguien “extremadamente pobre”, desprovisto de bienes materiales, lo cual suele venir acompañado de expresiones consecuentes en su espíritu: “Desdichado, abatido o infeliz”. Como si las carencias materiales causaran los males del alma. Pero el mismo diccionario parece contradecir esta inicial apreciación al incluir dentro de la definición, a quien aun poseyendo bienes de fortuna entra en el concepto por “Ruin o canalla… extremadamente tacaño”. Un auténtico miserable.
Se puede ser un miserable por exceso o por defecto. En la novela de Víctor Hugo, un romántico convencido de la rigidez racionalista, plantea el caso de Jean Valjean desesperado por el hambre que padecen sus sobrinos, roba una hogaza de pan. ¿Exceso de pobreza o falta de honradez? Por el delito cometido debe purgar condena de 5 años de prisión que se convierten en 19, debido a sus intentos de fuga. Un obsesivo de la ley, el inspector Javert (demasiada rectitud), desencadena los mecanismos de persecución injustos y perversos existentes en la Francia del siglo XIX.
“Mientras unos sufren las penurias derivadas de las carencias, otros ejercen el exceso”
Más próximos al contexto venezolano, son los relatos de la miseria descrita por José Rafael Pocaterra en su conocida obra Memorias de un venezolano de la decadencia. Pocaterra nos muestra el horror de la tortura, muerte incluida, el hambre con enfermedades y los grilletes que van minando el espíritu humano en agonía. Nuevamente el exceso, la desmesura del castigo por una simple sospecha, por escribir contra la tiranía o por dar vivas a la libertad.
Visto en retrospectiva, en la obra de Pocaterra aparece el registro de lo que parece ser una constante venezolana en materia de miseria y miserables: especular con la desgracia ajena. Así, por ejemplo, el autor relata un “emprendimiento carcelario” desarrollado por los cabos de presos Silverio y Bello quienes se pelean “como aves de rapiña, el control de provisiones introducidas en La Rotunda…”1.
Miserias y miserables interactúan en un contexto determinado caracterizado por roles contrapuestos pero complementarios. Mientras unos sufren las penurias derivadas de las carencias, otros ejercen el exceso. Tanto en la obra de Víctor Hugo como en la de Pocaterra, encontramos la influencia romántica que permite mostrar (a pesar de las privaciones, del hambre, los castigos atroces o la brutalidad salvaje), la sobrevivencia del honor, la redención, la solidaridad y la esperanza del triunfo del bien contra el mal.
Como en las recientes elecciones primarias realizadas en Venezuela, que hicieron aflorar tanto las virtudes ciudadanas que parecían hallarse en hibernación, como también los diversos rostros de la miseria material y espiritual. En el contexto del dominio chavista, parecía no haber dudas sobre el rotundo éxito alcanzado por la revolución en su tarea de encanallar a los venezolanos. En realidad, esa es la base de su dominio. Pero las primarias han puesto en duda tal éxito.
Tanto en la dictadura como en la oposición, las primarias produjeron una luminosa radiografía de las miserias y los miserables que han venido influyendo en el proceso político venezolano. Hasta se podría establecer una tipología de tales sectores agrupados bajo el sentidoruin o canalla contenido en el concepto arriba indicado:
a. Los togados del Derecho retorcido: Si en los miserables de Víctor Hugo el inspector Javert representa la rigidez excesiva de la ley (el racionalismo extremo), en nuestro caso, es el exceso de plasticidad que se retuerce a capricho de la tiranía lo que caracteriza a la justicia revolucionaria. En la obra del francés hay excesos en la aplicación de la ley (la pena no es proporcional al delito); en nuestro caso ni siquiera hace falta un delito, los togados del derecho retorcido se lo inventan. Con alarde de perversión, estos miserables se aproximan a los tribunales del horror nazi con el toque orwelliano del ministerio del pensamiento.
b. Los maquiavélicos: Pretendidamente calculadores con base en un supuesto realismo político visto como absoluto. Exhiben una fatua neutralidad valorativa que trata el honor, el sufrimiento y la dignidad de la gente como antiguallas, a lo sumo, variables no intervinientes del hecho político. Su burdo maquiavelismo pretende señalar el camino correcto, como si el pensador florentino jamás hubiese considerado el bien común en su filosofía. Sus propuestas no pasan de ser un acomodo a las condiciones impuestas por la dictadura. Por ello, los resultados de las primarias les resultan incomprensibles.
c. Los buitres: Dada su naturaleza carroñera, estos personajes otean el horizonte esperando la consumación de la inhabilitación de la candidata ganadora de las primarias. Desean con ardor esta consumación para picotear del escenario político y obtener algún tajo que les asegure la supervivencia propia con los mendrugos ofrecidos por la dictadura.
d. Los impolutos: Prestos a condenar cualquier acuerdo o alianza practicada o propuesta por la candidata ganadora bajo la creencia idiota de su contaminación con la vieja política. La presencia de estos miserables muy cerca de la candidata representa una de las amenazas más graves para su propio futuro como líder de la democracia venezolana.
e. Oráculos y profetas posteriores: Este subtipo se origina al cruzar el modo maquiavélico con influencer–analista político. Así se configura una verdadera plaga cuya característica esencial es el empeño en imponer la posverdad en formato de profecías autocumplidas. Procuran imponer su opinión como criterios de verdad para sustituir la realidad, y así poder proclamar ¡se los dije! Su obsesión es un like en las redes sociales.
f. Los perdonavidas: Desde una pose de intelectuales con superioridad moral, enfatizan la necesidad de los acuerdos, la paz, el amor y el reencuentro de los venezolanos sin esperar señales de respeto emitidas por la dictadura. Al parecer disponen de suficiente tiempo de espera para ver el momento en el cual la tiranía tomará conciencia de su condición criminal para luego arrepentirse y conceder la democracia. Ven en la recién electa, un émulo femenino de Chávez como si estuviésemos en 1998. Para ellos, las primarias aportaron un candidato presidencial, no un líder, con lo cual meten el hombro a la dictadura en su empeño por descabezar cualquier liderazgo que amenace su dominio.
Por fortuna, las primarias también mostraron la presencia del espíritu cívico, la dignidad, el desprendimiento, la solidaridad y la vocación por la libertad. La Comisión Nacional de Primaria mostró la sobrevivencia del honor. Más de dos millones de venezolanos se sobreponen a la mezquindad general. Rasgos románticos y obstáculos para la acción de los miserables y sus miserias. Habrá que esperar, ¡horror romanticista!, para ver si el bien triunfa sobre el mal.
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(1)Pocaterra, J.R. Memorias de un venezolano de la decadencia. Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1990, T. II, p. 90.
https://lagranaldea.com/2023/11/06/los-miserables-y-las-primarias/
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