Julio Castillo Sagarzazu 09 de enero de 2024
@juliocasagar
Por
supuesto que no está boqueando, pero no porque su popularidad esté en ascenso,
ni porque haya logrado la proporción áurea en el cuadro de los sectores que le
apoyan. Ninguna de las dos cosas está ocurriendo. Maduro no está boqueando
porque Venezuela no es un país democrático y la ecuación gubernamental no
depende del apoyo popular, sino de los factores de poder que la sostienen. En consecuencia,
para lograr el cambio se necesita mucho más que preparar a los miembros de
mesa; buscar unos cobres para la campaña y desplegar los cuadros por el país
para recoger ese apoyo popular desafecto al régimen.
En realidad, el quid de la cuestión es cómo lograr las condiciones democráticas para una elección en un país que no es democrático.
Hay algunos que piensan que todo se resuelve si logramos conseguir un candidato que sea aceptado por el gobierno y logremos que el día señalado en la Asamblea Nacional, Maduro ponga la banda a su “potable”. En realidad, por allí no va la cosa. Esa cabra es muy difícil que se la metamos a quienes han leído las noticias sobre lo que ocurrió a Evo con Arce, a Correa con Lenin y a Uribe con Santos.
La vía
no pareciera entonces la de buscar un candidato lo suficientemente “friendly”,
sino crear las condiciones para que, independientemente de que el candidato les
caiga simpático o no, podamos hacer unas elecciones decentes.
¿Es
esto difícil? Sí, es muy difícil, pero es lo que hay, lo que nos ha tocado.
Repasemos, por un momento algunos acontecimientos recientes y luego saquemos
las conclusiones para ver si tenemos razones para ser optimistas o si hay que
tirar tierrita y no jugar más.
Sobre
las razones para el pesimismo, quizás no valdría la pena abundar. Son tantas y
se explican tanto por si solas, que deberíamos ahorrarnos la ociosidad.
Además,
siempre habrá unos sumos sacerdotes de la santa hermandad del vaso medio vacío,
a quienes nunca se podrá convencer.
Vayamos,
entonces, al lado opuesto. ¿Hay algunas razones para el optimismo? En realidad,
son pocas, pero creemos que vale la pena destacarlas, por la sencilla razón de
que no esta permitido rendirse sin dar la pelea que tenemos que dar.
La
primera cosa que hay que constatar es que el partido de los pesimistas viene de
perder un juego por goleada. Ese juego fue la realización de unas primarias
exitosas. Este hecho fue un acontecimiento político mayor y está determinando
las estrategias de todos los lados de la ecuación del poder en Venezuela.
El 22
de octubre no ocurrió el Armagedón final de las fuerzas opositoras que algunos
vaticinaban dramática y otros histriónicamente en los programas de televisión.
Tampoco tuvo lugar el pregonado fracaso del proceso por la precariedad de los
medios de la CNP. Ninguna de las maniobras, las renuncias, las retiradas, los
ninguneos del proceso, resultaron. Hay que reseñar, más bien como positivo, que
muchos de los detractores de las primarias hoy admiten que sus resultados
fueron exitosos y el punto de partida para el cambio democrático del país.
Desde
este punto de vista, las primarias vinieron a corroborar la frase de Víctor
Hugo: “Nada tiene más fuerza que una idea a la que ha llegado su momento” y no
cabe duda de que el momento de las primarias ocurrió.
Las
primarias exitosas también hicieron cometer al gobierno costosos errores en su
estrategia: primero, las permitieron pensando que sus maniobras ya eran
suficientes para hacerlas fracasar. Luego de ellas, se equivocan por segunda
vez, lanzando la patética sentencia del TSJ, declarando que no había ocurrido,
lo que todos vimos que ocurrió. El tercer error fue la convocatoria del
referéndum y el show posterior que terminó como todos vimos que terminó. En el
tenis se dice que todas estas pifias califican como “errores inducidos”
De
esta manera, las primarias y su sorprendente resultado constituyen uno de los
más importantes activos que tienen hoy las fuerzas democráticas. El tema de la
legitimación y del liderazgo quedaron resueltos. Guste al gobierno o no guste,
María Corina Machado y su performance en esas jornadas son un factor clave en
el proceso que tenemos por delante.
¿Y
cuál es ese proceso? Pues el que está en curso: una negociación compleja, con
muchos protagonistas, con muchos intereses, con muchas aristas y que, para la
salud democrática del país, conviene que concluya con unas elecciones libres.
Quizás
lo más relevante de todo esto es que las partes involucradas aún tienen
incentivos para que este siga su curso. Y esto es también un acontecimiento
político mayor.
¿Todo
esto puede abortarse? Claro que sí. El gobierno puede ceder ante la tentación
totalitaria de Nicaragua y la oposición puede caer en la tentación de
fastidiarse de seguir en la vía electoral. Hasta ahora tal cosa no ha ocurrido,
más bien, lo repetimos, pareciera que las partes tienen incentivos para seguir
andando en la tesitura en la que están. El gobierno no da ningún zarpazo final
y Machado se mantiene en la idea de que nadie la sacará del camino electoral.
La
fecha de las elecciones, las decisiones del TSJ sobre las inhabilitaciones, el
tema de las sanciones, los intereses económicos y políticos de los aliados de
ambas partes, son los ingredientes de este enorme estofado que se sigue
cociendo a fuego lento.
Maduro
no está boqueando y Machado sigue firme sin caer en provocaciones.
“Así
están las cosas” nos diría Oscar Yanes.
Julio
Castillo Sagarzazu
@juliocasagar
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