El Nacional 09 de enero de 2024
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La existencia misma de una diáspora compuesta por más de 8 millones de compatriotas es un duro testimonio de la destrucción de nuestra nación. Solamente a título de muestra del lado más negativo de este cataclismo podemos mencionar La Bestia, el tren de carga que lleva en su techo a migrantes ilegales desde Centroamérica hasta la frontera sur de Estados Unidos. Las condiciones en las que viajan las personas, muchas veces hasta niños solos, son degradantes y conmovedoras en grado superlativo. La proporción de “pasajeros” venezolanos en este transporte se ha incrementado dramáticamente en los últimos años y constituye un canal que aumenta la presión de migrantes que intentan ingresar ilegalmente a Estados Unidos. En el lado positivo para los países de acogida, aunque no necesariamente para Venezuela que pierde muchos profesionales valiosos, está el hecho de que una parte muy importante de nuestra diáspora está entre las que tiene mejor nivel educativo del mundo, según estudios del Centro Pew (PEW).
En
otra dirección, más cercana a la lucha por la recuperación de la democracia y
la libertad en Venezuela, está el dato singular de que si 50% del total
de la diáspora pudiera ejercer su derecho al voto, cerca de 4 millones de
electores, se excedería la cantidad de votantes en el estado Zulia, la entidad
con el mayor porcentaje de participación electoral. No sería ociosa la
designación de la diáspora como el Estado 25, si ello no ocultara el hecho que
de los 4 millones potenciales de votantes, tan sólo alrededor de 110.000
venezolanos podrían, de acuerdo con la legislación vigente, votar en los países
de acogida. Este simple dato ilustra la enormidad de la violación de los
derechos políticos fundamentales de la diáspora, algo que tiene su origen
práctico en el hecho de que no existe ninguna ruta expedita, dada la precariedad,
o inexistencia en algunos países, de representaciones consulares donde se pueda
actualizar, o efectuar en el caso de los jóvenes, el registro electoral. Esta
es la explicación fáctica; la real es que el régimen sabe a ciencia cierta que
tiene un profundo rechazo en la diáspora y que está dispuesto a hacer lo que
sea necesario para acallar su voz.
Lo
señalado arriba indica que la primera tarea de la diáspora es presionar al CNE,
y al gobierno venezolano en general a través de acciones en los países de
acogida, para que se actualice el REP. Ante una eventual elección en 2024, ello
supone no solamente la habilitación de sedes consulares de registro, sino la
conversión del arcaico sistema de registro, que exige un acto presencial, en un
sistema digital, similar al que se empleó en la Elección Primaria, organizada
por la oposición. Si no se toman pasos decisivos en esta materia, la diáspora
pasará a engrosar las filas de más de 6 millones de ciudadanos en Venezuela que
no han podido registrarse o actualizar su información. Todo ello constituye una
cifra abismal de 10 millones de venezolanos que en este momento no podrían
participar en ninguna elección, un poco más del 50% del padrón electoral de
unos 20 millones de votantes aprobado por el CNE para el reciente referéndum
sobre la Guayana Esequiba, según datos del propio organismo electoral
(REP). Este hecho inaudito, en el cual ha insistido con constancia
ciudadana el Dr. Andrés Caleca, hermana los intereses del Estado 25 con los de
nuestros compatriotas en Venezuela. La actualización del REP es una tarea
impostergable, especialmente para las elecciones presidenciales previstas en
nuestra Constitución para el año 2024.
Pero
los deberes ciudadanos de la diáspora no terminan con exigir la actualización
del REP. Es necesario convertirse en “La voz de quienes no tienen voz en
Venezuela”, es decir, nuestra gente que está sometida a un control de
libertades y de los medios de comunicación ejercido por el régimen como parte
del control social, y, al propio tiempo “Alzar la voz cuando nos pretenden
callar” en los países de acogida, a través de la
confiscación de nuestros derechos ciudadanos, al
impedirnos votar. Esa combinación de acciones debe hacerse en el contexto
del esfuerzo que se adelanta en Venezuela alrededor de la candidatura de María
Corina Machado, elegida abrumadoramente en la primaria, para representar la
voluntad de cambio de nuestro pueblo. Ello independientemente de cualquier
afiliación política, porque esa candidatura representa la mejor, y por ahora
única opción, para reconciliar a la República en el contexto de una gran
alianza nacional que abra el camino para que nuestra familia, un sólo pueblo
constituido por la diáspora y los venezolanos en Venezuela, se reencuentre. La
diáspora es una reserva esencial para la refundación de la nación, y a ese
esfuerzo superior estamos compelidos a contribuir.
Hacia
esos territorios de reencuentro de nuestra nación navegan el Movimiento
Ciudadano Venezolanos en el Mundo y muchas otras organizaciones de la diáspora.
No olvidemos que en la Biblia la palabra “diáspora” significa simultáneamente
un castigo de expulsión de la Tierra Prometida y una promesa de retorno.
Tomado
de: https://www.elnacional.com/opinion/la-voz-del-estado-25/
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