Orlando Viera-Blanco 10 de abril de 2024
@ovierablanco
«Si
no desmantelamos aquello que es lo opuesto al bien, permanecerá lo malo…Ese es
mi miedo más profundo. Pero un miedo que fortalece mi esperanza y nos mantiene
alerta para no incurrir en nuevos errores»
La
esperanza que se demora es tormento del corazón y árbol de vida, es el deseo
cumplido. Sabio proverbio que ilumina la razón en momentos que la congoja abate
el listón y necesitamos de la buena palabra, la que alegra y nos da paz.
Decía
Roche Foucault que la esperanza y el temor son inseparables, no hay temor sin
esperanza y no hay esperanza sin temor. No les voy a mentir. Siento miedo. No
he dejado de tenerlo desde hace un tiempo. Se ha alojado en mi alma. Miedo a
perder el sentido de la reflexión genuina, la que nos ayuda a distinguir lo
bueno de lo malo, lo moralmente correcto.
Pero
mientras más me atormenta [el miedo], más crece mi esperanza. Es como si en la
medida que crece la duda, también se eleva un sentimiento incontenible de
certeza que, cuando al convertirse en el miedo más profundo, en ese instante un
trozo de cielo, azul, limpio y libre se posará sobre sobre la misma tierra,
sobre nuestra cabeza.
La ley moral. Lo bueno y lo malo
Como
es sabido, para Kant, “lo esencialmente bueno de la acción consiste en la
actitud interior, sea el éxito el que sea”, esto es, sea la acción concreta
como resultado de la causalidad del arbitrio. Decidir sobre el bien y el mal,
el objeto de la razón práctica, lo define mi yo interior. “Los únicos objetos
de la razón práctica son el arbitrio entre lo bueno y lo malo. Lo bueno se
entiende como un objeto necesario de la facultad deliberativa, lo malo, lo que
la razón debe aborrecer”. A tenor de la distinción señalada por Kant entre
bueno/malo [Gut/Böse], provechoso y perjudicial (Wohl/Übel), parece claro que
[Kant] se refiere al bien moral que da con el objeto y el sujeto necesario.
La
tiranía, la corona, el emperador, la dictadura fueron considerados en un
momento de la humanidad, modelos de poder por útiles, aristócratas y nobles. La
revolución francesa-impulsada por el pensamiento ilustrado que hizo de la
libertad, la fraternidad y la igualdad el objeto de la deliberación profunda-
acabó con ese paradigma. Seguidamente el positivismo nacionalista, los
movimientos fascistas, imperiales y nazis, revivieron “las bondades” del ser
superior por señorial, totalitario y poderoso.
Para
Nietzsche más allá del bien y el mal, definió lo bueno como el modo de ser
noble. Una aproximación distinguida donde el bueno controla y el malo
(schlecht) tiene que ver con la moral de los esclavos. Aunque se ha
descontextualizado el tratado de La genealogía de la moral de Nietzsche,
tratando de construir un juicio pro-Nazi, autores como Savater rescatan del
concepto “bueno” ofrecido por el filósofo alemán, que no es otra cosa que estar
en contra de la pena de muerte, los maltratos de los carceleros y el
antisemitismo, lo cual no desdice de una voluntad autócrata. El control debe
ser bueno, noble, fructífero.
Si lo
trasladamos a la modernidad, ser bueno es ser propietario, exitoso, educado,
caballero, emprendedor. Soy malo si permito la esclavitud del yo; es el mal
aventurado, desdichado, incapaz de sostener valores y respetar la libertad. Es
malo el inepto para gobernar porque no rompe las cadenas de la sumisión y la
servidumbre. La filosofía ha dado cuenta de este desdén. Tanto para opresores
como para oprimidos. Porque también los oprimidos elegimos malos caminos si no
sabemos elegir.
Ya lo
decía Víctor Hugo: “La aceptación de la opresión por parte del oprimido acaba
por ser complicidad; la cobardía es un consentimiento; existe solidaridad y
participación vergonzosa entre el gobierno que hace mal y el pueblo que lo deja
hacer”. Entonces ante esta deliberación, no podemos guardar silencio cuando el
silencio alberga una mentira. No basta ser bueno sino, además, hay que ser
justo. Y lo justo es no resistirse a la fuerza de la verdad, cuando el momento
ha llegado.
No
puede haber parentesco con la bondad o la maldad, por razones de credo,
condición social, rigor étnico, poder económico, ideología o modo de pensar.
Para Nietzsche el pathos de la distancia o pathos [emoción] de la nobleza, es
un sentimiento duradero o efímero, en la medida que, al decir de la genealogía
de la moral inglesa, lo bueno se hace útil y lo malo es lo infecundo.
La
Democracia en Venezuela nace de un proceso de satanización de la Dictadura.
Pasamos del gendarme necesario, del buen salvaje al buen revolucionario, del
orden de la unión, paz y trabajo, a la democracia pactada que muere con la
“revolución bolivariana”. Según Nietzsche las acciones que justificaron
nuestras transiciones, fueron aquellas calificadas como “no egoístas”. Y
llegaron al poder “los caudillos”, “los ricos”, “los propietarios”, “los
ilustrados” “los veraces” vistos como “aristocráticos”, o “los liberales”, “los
social demócratas”, los revolucionarios o los reformistas. Fueron buenos, no
aquellos por ser ricos o pobres, civiles o militares, liberales o
revolucionarios. Fueron buenos quienes hicieron lo útil y necesario por la
nación, los que no cedieron ante la maldad y sembraron esperanza.
El
salto a la nada, al nihilismo, a la anomia, es no saber distinguir quienes son
los buenos o los malos. Una sociedad pierde su norte ciudadano cuando carece de
sentido de representación. Apela a “cualquier cosa que califica de buena o
menos mala” para salir del opresor; se habitúa a la coexistencia con el malo o
conviene en su impunidad, para favorecer a quien piensa le “es útil”. Mucho
cuidado porque puede subyacer en esa “deliberación”, comodidad, delegación y
cobardía.
María
Corina, entre lo bueno, lo malo y lo horrible.
Distinguir
lo bueno de lo malo supone un ejercicio moral riguroso que nos permite separar
lo útil por virtuoso, de lo que no lo es. Con su mejor intención, algunos
académicos nos ilustran sobre cientos de transiciones negociadas, no violentas,
enalteciendo como buenos, aquellos con talante libertario y un sentido
ciudadano, humanista y patriótico. Mujeres y hombres con desprendimiento, donde
el poder no es el fin, sino lo es la paz, la justicia y la felicidad. Pero a
esa actitud la ha acompañado un mínimo de garantías y condiciones de elegibilidad,
sin lo cual todas las bondades sucumben. Y la complicidad-nos decía Víctor
Hugo-no es la ruta, porque en esa ruta, seguiremos siendo esclavos.
Buenos
fueron Mandela, Gandi, Walesa, Aylwin, Cámpora, Lagos, Betancourt, Cardozo,
Suárez, Espinosa, Belaunde Terry, o la huelguista Boliviana Domitila Chungara,
que selló el debilitamiento de Hugo Banzer en Bolivia. Verdaderos ejércitos de
la libertad, hidalgos del estado de derecho y la justicia social, tenedores de
un pathos [animosidad] por el bienestar real de sus pueblos. ¿Quiénes son los
buenos en Venezuela? Para no caer en personalismos, digamos que no todos
aquellos que enfrentan de forma auténtica a la dictadura, que no se hacen
cómplices y que demuestran coherencia entre lo dicho y lo hecho, donde el pathos
[sentimientos] y el ethos [ética] no son la distancia más larga.
Lo que
aprende uno de la historia y de un sano filosofar, es que la práctica genuina y
firme de nuestra facultad deliberativa, es a elegir la acción eficaz y
provechosa para apartar a los malvados y aferrarme a los buenos, y saber a
quién seguir, a quien apoyar. El pacto de Punto fijo fue suscrito por hombres
buenos. Amén de su alcance y contenido, la palabra empeñada para su
cumplimiento, vinieron de fidedignos demócratas. EL pathos de la nobleza hizo
fecundar la democracia. De los pactos con hombres malos sólo obtenemos lo
efímero, lo perverso, lo peor por innecesario, que es lo horrible.
Es
cierto que María Corina debe negociar con los malvados y crear un clima de
transición posible [sostenible] lo cual supone sensibles concesiones. Pero no
equivoquemos el camino. La solidaridad con aquellos que cohabitan con el
malvado, es tan peligrosa como su permanencia. El ser propietario, emprendedor,
laborioso, educado, ciudadano, respetuoso de la ley, la autoridad y la familia,
no saldrá de su anomia a partir de pactos egoístas y moralmente cuestionables,
donde el resultado no será sino un estado frágil por celestino y cooperante.
Si no
dejan inscribirse a María Corina o Corina Yoris, las elecciones del 28 de
Julio-24 no perfilan un evento ganador. Ni electoral, ni moral, ni bueno.
Tampoco lo será si apoya a otros, inadecuados. El camino real a la libertad, a
la reinstitucionalización democrática y la reconstrucción de un estado moderno,
pasa por el rescate de nuestros valores desde el mismo momento de votar, que es
elegir a los buenos, no a los cómplices.
La
llegada de Chávez al poder, y la continuidad de su modelo “revolucionario” es
un retroceso histórico que tiene su origen en votarle por creerle bueno, noble,
honorable, por lo trajeado de patriotismo. Pero resultó una animosidad invadida
de rencor que nos condujo a la instalación de la maldad, que ha sido pobreza,
miseria y destierro. No saber elegir lo bueno por no separar las impurezas del
trigo limpio y no aborrecer al mesías a caballo, nos condujo a estos lodos. Fue
elegir “al menos malo” ataviado de oliva, evocando “el orden” de cachuchas y
charreteras, que desdicen de la democracia. Embriagados de citas de Simón
Bolívar, Rodríguez, entretejidas con Chomsky, Primera y Marx, hoy más de un
tercio del país se ha ido cruzando el tapón del Darién.
Aliviar
nuestro dolor, sanamente.
El
ejercicio que realiza Nietzsche de desmantelamiento, de buscar la solución o la
explicación apelando, al contrario, al opuesto, a lo que se considera erróneo;
es lo que le otorga actualidad. Lo opuesto, lo contrario al régimen, no es lo
que coexiste con él, no es a quién elige el opresor. Es lo que elegimos la
mayoría de los venezolanos. Esta afirmación para nada es extrema. Es
profundamente ética, valorativa, desde donde crecen nuestros miedos a hacerlo
mal, pero alumbra la esperanza a resistirlo y superarlo, exitosamente. El único
móvil que puede ser identificado como fuente de las acciones morales, es el
instinto de conservación que es la búsqueda de placer, la evitación del dolor y
del terror.
La
moral es un ejercicio íntimo. Nuestras reflexiones morales no generan acciones
morales, sino acciones que nos permitan superar nuestro sufrimiento, nuestra
miseria, que dan árbol a la vida y paz al corazón agobiado. Elegir un buen
liderazgo, apostar por un buen pacto de unidad, no se agota en una valoración
estrictamente utilitaria, que lo es, sino en una deliberación sensiblemente
integral, decorosa, contraria a lo que nos oprime y nos produce tristeza y
dolor.
Si no
desmantelamos aquello que es lo opuesto al bien, permanecerá lo malo…Ese es mi
miedo más profundo. Pero un miedo que fortalece mi esperanza y nos mantiene
alerta, para no incurrir en nuevos errores. Mantengamos un trozo de cielo en
nuestra cabeza. El miedo y la esperanza son inseparables. Para derrotar el
miedo debe triunfar la esperanza, y la esperanza que es palabra alegre, triunfa
si sabemos distinguir Gut and Böse [lo bueno de lo malo].
Ella
también siente miedo, también siente dolor, ella es buena y también necesita
aliviar y sanar su sufrimiento, por lo que también somos su esperanza…No la
demoremos.
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
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