Ismael Pérez Vigil 06 de abril de 2024
@Ismael_Perez
“Ojo
por ojo y todo el mundo acabará ciego”. Gandhi.
Negociación,
transición, reconciliación, comunicación, diálogo, tolerancia, cada de estos
términos por separado daría pie para un tratado. Es imprescindible asociar,
unir y comenzar a hablar de ellos, a discutirlos y a planteárnoslos de una
manera profunda, porque si se logran vencer las dificultades, externas e
internas −y por internas me refiero a la discusión en la oposición democrática
sobre la candidatura unitaria− por todo lo que se escucha en las conversaciones
cotidianas entre amigos, en la calle, en las discusiones y mensajes a través
redes sociales y en los resultados de casi todas las encuestas, la jornada
electoral del 28 de julio, debe concluir en una masiva votación a favor de un
cambio político en el país, después de lo cual todos estos términos los
tendremos que manejar y considerar
Transición.
Eso
nos pone desde ahora a manejar la complicada, difícil e intrincada, ruta de la
“transición” política del país. Como bien nos dice el Padre Luis Ugalde en su
último artículo:
“La
transición política ya ha comenzado, pero necesariamente será ambigua, pues
durante un tiempo tienen que coexistir la oscura noche que muere y la luz del
día que nace”
y
matiza está última idea con esta otra:
“La
reconciliación nacional es el milagro que necesitamos hacer para encontrarnos
hombro con hombro en la reconstrucción del país. Para ello desde ahora hay que
hablar, y hay que trabajar en una transición negociada con el régimen y entre
los demócratas.” (Leer en: https://bit.ly/3VNQl35)
Dos
conceptos, “transición” y “reconciliación” destaco de los que nos asoma el
Padre Ugalde; hablar de ellos es anatema en buena parte de los círculos
opositores del país, pero son temas que debemos manejar, profundizar y tener en
cuenta.
Quedémonos
con la “transición”; sin adentrarme, en este momento, en delicado profundo
tema, vamos a decir que la tal “transición” se refiere simple y obviamente, al
tránsito, a cómo será el traspaso, la entrega del poder político de los que lo
detentan desde hace 25 años, a la opción ganadora de la elección presidencial
de julio de 2024.
Tampoco
me voy a sumergir y enredar en la discusión acerca de las posibilidades y
modalidades de esa “transición”, ni caer en la espesa discusión acerca de si
ello es posible por una vía democrática y electoral. Simplemente asumo que sí,
que es posible; y entonces, mi pretensión es más modesta y más circunscrita a
que para que se dé una negociación que permita esa “transición”, es necesario
el diálogo, la tolerancia, la comunicación. Sin los tres últimos elementos, no
será posible negociar esa “transición” democrática, por vía electoral. Sin
comunicación y una buena dosis de tolerancia, no hay diálogo y no hay
negociación.
El
diálogo.
Ese
diálogo, esa negociación, como insinué más arriba, se dará en diversos planos;
uno de ellos, el primero, esencial, importante, es el interno, el que se debe
dar entre los factores democráticos; y hemos visto, reiteradamente, en los
últimos años −y lo estamos viendo ahora en la discusión en torno a la
candidatura unitaria−, que esas conversaciones, ese diálogo, esa negociación, a
veces se presenta ácida, difícil, sin muchos visos de tolerancia, de
comprensión de la “otra” posición, porque siempre hay “otra” posición.
Sin
embargo, abro aquí un ligero paréntesis para dejar asentado, para la reflexión
de todos, que no podemos dejar de reconocer que, a pesar de todo, de las
diferencias, de las controversias, de las agendas y objetivos particulares, en
la oposición democrática, al final, se deja todo eso de lado, se logran las
diferencias políticas internas, quedarse en lo sustantivo y siempre se
consiguen “acuerdos” políticos y electorales importantes: la Coordinadora
Democrática, la Mesa de la Unidad Democrática y la Plataforma Unitaria, son un
ejemplo de eso.
Fantasma
de la abstención.
Pero
en la discusión actual del tema de la candidatura, aparte de muchos sinsabores,
palabras y términos que no se debieron escuchar, asoma tímidamente uno que es
una verdadera amenaza, que nadie quiere afrontar y que muchos prefieren evadir
diciendo que “ese no es el problema”; pero lo es −o lo puede ser− y debemos
alertar sobre sus peligros y consecuencias, que no es otra sino perder una gran
oportunidad el 28 de julio, me refiero a la abstención.
La
abstención nunca nos sirvió para nada, sobre eso el consenso hoy es claro; tan
es así lo de su inutilidad, que nos asombra escuchar que “no hay condiciones
electorales”, que “votar no es elegir”, que el proceso del 28J es “una
simulación”, “una farsa”, etc.… y sin embargo quienes así se expresan aclaran
que no llaman a la abstención; no está claro a que es a lo que llaman, pero no
es a la abstención. En efecto, la abstención no nos volvió más fuertes, porque
nadie asumió nunca la tarea de convertirla en una actividad política que
condujera a una mejor y mayor organización; ni siquiera para animar un debate u
organizar al pueblo para depurar a la política de tanto oportunista y mediocre
que la han envilecido; para lo único que sirvió fue para desechar o perder
oportunidades electorales, alejar al pueblo de la política, de los partidos y
de los lideres políticos y sumirnos cada vez más en la desesperanza que ha
hecho que más y más venezolanos huyeran del país, desarraigándose muchos de
ellos o manteniendo únicamente una relación individual con familiares y amigos.
Respuestas
individuales vs colectivas.
Cuando
vemos el matiz de ciertas discusiones en torno a la candidatura unitaria de la
oposición democrática, entendemos que muchos opten por huir gritando “sálvese
quien pueda”. No voy a juzgar a nadie, ni reprochar ninguna decisión, pero el
peligro del tono de la discusión actual, en algunos casos, es que conducirá a
que la solución de los problemas del país será una respuesta individual, a lo
que sin duda es un problema colectivo. Debemos optar, al menos así lo pienso,
mientras circunstancias mayores no lo impidan, por la opción colectiva de que
encontremos una salida y nos “salvemos” todos.
Lo que
no significa renunciar al concepto de lo “individual” o el concepto de
“individuo”, que tiene muchas implicaciones profundas −aunque no me gusta el
término y prefiero el de “persona”−; pero esa discusión es para otro momento.
La
comunicación
Regreso
entonces a la “transición” y el “diálogo” y eso me lleva a la idea de la
“comunicación”, y allí rescato el concepto de Emanuel Mounier − cuyo libro o
folleto: El Personalismo (1949), escrito poco antes de morir, circuló mucho en
Venezuela a finales de los años 60 y comienzos de los 70; la publicación en
español de EUDEBA, en 1967, no sé si se consiga en alguna parte−.
Para
Mounier:
“Contrariamente
a una difundida opinión, … (la experiencia fundamental del hombre) … no
consiste en la originalidad, la afirmación solitaria; no consiste en la
separación, sino en la comunicación” (subrayado mío);
luego,
el “sálvese quien pueda” habría que matizarlo con ese concepto de
“comunicación”; y yo agregaría con los de: reconciliación, negociación,
tolerancia, para así ligarlo con nuestra discusión de hoy.
Tolerancia
e inconsecuencia.
Concluyo,
brevemente, con la “tolerancia” que debe prevalecer, hoy en el diálogo interno
y después en el diálogo general con el país, con todo el país. Ser tolerante no
es renunciar a valores y principios o a la coherencia que debe existir en el
pensamiento y en la acción, entre los principios y su aplicación. Ser tolerante
lo identifico más con las ideas de otro filósofo, esta vez el polaco Leszek
Kolakowski, marxista en su juventud, devino en un gran crítico del marxismo,
del totalitarismo y fue un acérrimo y lúcido defensor de la democracia y la
filosofía positiva. Siempre admire su agudeza en un corto artículo, “El Elogio
a la Inconsecuencia”, parte de su libro: “El hombre sin alternativa”. (Alianza
Editorial, Madrid, 1970) que ya otra vez he citado en algún artículo, pero que
calza perfectamente con el espíritu que debemos mantener ahora en la discusión
sobre la candidatura unitaria; pues, como él, me considero perteneciente a:
“…La
raza de los irresolutos y de los débiles, la raza de los inconsecuentes, es
decir, precisamente aquellos a quienes les gusta comer filetes al mediodía,
pero a los que les resulta imposible degollar un pollo… en una palabra, la raza
de los inconsecuentes continua siendo una de las fuentes principales de
esperanza de que el género humano siga viviendo… Digámoslo de otro modo: la
consecuencia total se identifica en la praxis con el fanatismo; la
inconsecuencia es, en cambio, la fuente de la tolerancia… la inconsecuencia es
sencillamente la conciencia secreta de la contradicción que existe en el mundo…
el sentimiento permanente del propio error; y si no del propio error, sí de la
posibilidad de que el contrario tenga razón.”
Conclusión.
Como
conclusión y corolario, afirmo como Kolakowski, que es esa “inconsecuencia” de
la que él nos habla y describe, la que salvará al mundo, pues es la fuente de
la “tolerancia”; lo que no implica, como ya dije, renunciar a principios ni
valores, sino afirmar lo que también dijo Gandhi alguna vez, con más o menos
estas palabras: “Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego”.
Ismael
Pérez Vigil
@Ismael_Perez
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