Gerardo Lissardy 10 de agosto de 2017
El
economista Ricardo Hausmann compara números y afirma: el derrumbe actual de
Venezuela es peor que cualquiera vivido en las Américas, desde la Gran
Depresión de Estados Unidos hasta las crisis de la deuda en México o Argentina.
"El
gobierno decidió matar al país de hambre para seguir sirviendo su deuda
externa", afirma Hausmann, un venezolano que dirige el Centro para el
Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos.
Quien
fuera ministro de Planificación en Venezuela durante el gobierno de Carlos
Andrés Pérez está lejos de ser un crítico de última hora del actual presidente
Nicolás Maduro.
El
propio Maduro calificó a Hausmann en noviembre como "el principal
operador del bloqueo y la persecución financiera contra Venezuela" y
sostuvo: "Hay que requerirlo con código rojo, hay que hacerle un
juicio".
Pero
Hausmann niega que exista una "guerra económica" contra Venezuela y
señala que él mismo ha asesorado a gobiernos socialistas en otros países.
Lo que
sigue es una síntesis del diálogo telefónico con Hausmann, que también fue
economista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Usted
afirma en un artículo que publicó en "Project Syndicate" que el
colapso de Venezuela no tiene precedentes. ¿Es la peor crisis económica que se
haya conocido en las Américas?
Definitivamente.
La actual crisis económica en Venezuela es la peor crisis económica que
se haya conocido en el hemisferio. Es mucho peor que la de 2002 en Argentina,
que la de 1983 en Chile, la del 82 en México… Es mucho más grande que todas las
previas. La única que le llega cerca es el período especial de Cuba del 89 al
93, pero, de acuerdo a las cifras oficiales, esta es un poco más grande.
Pero, por
ejemplo, tenemos el caso de Haití, que es el país más pobre del hemisferio
y ha sido sacudido por un terremoto y luego un huracán que lo dejaron
literalmente en ruinas…
En las
cifras oficiales eso no refleja una caída del PIB tan grande. Obviamente que un
desastre natural que mató a 200.000 personas es una tragedia enorme.
Hay
casos de guerra en otros contextos donde obviamente se paraliza la actividad
económica: Liberia, Ruanda, Sudán del Sur, Irak, Libia…
Pero
América Latina no tiene experiencias de crisis propiamente económica de este
tipo. Y no es que todo se explica por la caída del precio del petróleo, porque
hay muchos países exportadores de petróleo. Y en todos los países de la OPEP
entre 2012 y 2016 el PIB creció. El único país que tiene en 2016 un PIB
sustancialmente menor al del 2012 es Venezuela. De manera que esta es una
crisis que se explica fundamentalmente por decisiones tomadas en
Venezuela. Es una crisis hecha por el hombre.
¿Es
mayor también a la Gran Depresión de Estados Unidos (1929-1933)?
En la
Gran Depresión (en Estados Unidos) el ingreso per cápita cayó 28%. En
Venezuela ha caído más del 50%. O sea, que esta es una crisis
sustancialmente más grande que la Gran Depresión.
Pero
usted ha dicho que la magnitud de esta crisis venezolana no se debe medir solo
por la caída del PIB. ¿Por qué?
Porque
la oferta interna de bienes en una economía no es solamente lo que se produjo
en esa economía, que lo calcula el PIB, sino también lo que se importó. Y
las importaciones han caído 75% al 2016 (respecto al 2012). De hecho,
siguen cayendo en 2017. Es la caída más grande que yo puedo encontrar en los
datos publicados por el Banco Mundial para todo el mundo. Además de una caída
del PIB per cápita de 40% (respecto a 2013), la parte de importaciones es lo
que está detrás del declive superior del ingreso nacional.
El
salario mínimo, que en Venezuela cubre a muchísima gente, pasó de comprar
53.000 calorías al día a comprar 7.000 calorías al día. Entonces
básicamente no hay forma de alimentarse con los salarios que
se están pagando, no porque no hayan aumentado los salarios nominales sino
porque la inflación en alimentos ha sido fenomenal.
¿Esto
es lo que impacta en el día a día de la gente?
Sí,
una encuesta que se hizo en noviembre de 2016 encontró que el 74% de
los venezolanos habían perdido involuntariamente 8,6 kilos de peso. Quiere
decir que esta situación es insostenible.
Eso se
refleja no solamente por el colapso de importaciones de alimentos y medicinas.
La política del gobierno llevó del 2007 al 2015 a una caída de la
producción agrícola venezolana del 33%. En 2016 y 2017 esa caída siguió.
Después de la expropiación de 3,4 millones de hectáreas y de empresas que
prestaban servicios al sector agrícola, no hay semillas, fertilizantes,
agroquímicos, tractores…
Toda
esta mezcla de políticas erradas ha llevado a quitarle a la sociedad la
capacidad de organizarse a sí misma para suplir las necesidades. El Estado ha
intervenido en todos los espacios de libertad económica, para quitar los
incentivos para que la gente produzca. Es la mecánica que está detrás del
colapso de la producción y del nivel de vida.
El
presidente Maduro rechaza que esta situación sea atribuible al gobierno. Señala
que hubo una caída de los precios del petróleo y una "guerra
económica" contra Venezuela. Y por ejemplo en marzo dijo que el país tenía
la sexta economía latinoamericana, que el consumo privado se duplicó en los
últimos 15 años y la inversión aumentó 72%. ¿Cómo recibe usted esto?
Igual
que como recibo los ocho millones de votos que supuestamente sacaron el domingo
pasado. Esto es la postverdad, son cifras ficticias. Lo que sí sabemos es que
cuando nacionalizaron la empresa de acero y la pusieron a producir 4,5 millones
de toneladas, las cifras oficiales dicen que el año pasado produjo 175.000
toneladas.
Lo que
sabemos es que el sector cementero colapsó. Lo que sabemos por declaraciones
públicas es que la cadena de supermercados que rebautizaron como Supermercados
Bicentenario colapsó. Entonces no se entiende qué tiene que ver la guerra
económica con el colapso de las actividades administradas directamente por el
Estado. El colapso se explica con las políticas que tomó el gobierno.
De esa guerra económica, no hay ninguna evidencia: es un eslogan.
¿Pero
es cierto que los mercados en determinado momento decidieron cortarle el
crédito a Venezuela?
Sí,
eso es cierto. Pero los mercados son millones de personas, miles de fondos,
bancos. Básicamente se empezaron a preocupar porque Venezuela no tiene cómo
servir esa deuda. Porque Venezuela usó el período de altos precios del petróleo
para sextuplicar su deuda pública externa, que pasó de US$25.000
millones en el año 2005 a más de US$150.000 millones hoy.
Es la
deuda externa pública más grande del mundo medida como porcentaje del PIB o
medida como porcentaje de las exportaciones. Esta deuda representa más de seis
años de exportaciones de petróleo. Es el país más endeudado del mundo y la
forma como ha estado sirviendo esa deuda es recortar brutalmente las
importaciones. Básicamente el gobierno decidió matar al país de hambre para
seguir sirviendo su deuda externa, igual a como hizo (Nicolás) Ceausescu en
Rumania al final de la década de 1980.
¿Cumplir
con los compromisos asumidos por el país no puede ser visto como un acto de
responsabilidad frente a los mercados y frente al mundo?
Creo
que esto refleja que muchos de los oligarcas chavistas tienen muchos de estos
bonos. Porque el país le hizo default a los suplidores de
petróleo, a los socios petroleros, a las líneas aéreas, a las llamadas
internacionales, a las empresas farmacéuticas, automotrices y que exportaban
alimentos al país, a los trabajadores y a los pensionados…
Le ha
hecho default a todo lo que se mueve, salvo a los
bonos de Wall Street. Es lo único que ha seguido pagando. Entonces en el
contexto de todos los demás defaults que ha hecho el país, el
seguir pagando esa deuda refleja unas prioridades perversas. El mercado está
transando pensando que viene una reestructuración, que esos bonos no se van a
poder pagar en la forma en que fueron contratados, porque sería inhumano
pagarlos.
Pero
Venezuela tiene una de las mayores reservas de petróleo del mundo. ¿Esto no
indica también para los mercados que su potencial de recuperación es enorme?
Venezuela
ha tenido conocimiento de que tiene las reservas petroleras más grandes del
mundo desde hace 15 años. Y en ese periodo la producción
petrolera no ha hecho sino caer: ha caído 18% desde 2012. Perdimos 400.000
barriles de producción.
De
modo que en esas reservas hace falta invertir, tener un marco adecuado para
poder sacarlas. Pero el gobierno decidió expropiar a las empresas que prestaban
servicios, no le paga a los socios con los que había invertido, tiene demandas
en el centro internacional para el arreglo de disputas de inversión (CIADI) del
Banco Mundial por US$16.000 millones de expropiaciones que hizo el gobierno. En
ese marco no hay ningún apetito para seguir invirtiendo en Venezuela.
¿Y por
dónde ve que hay una ventana de salida para esta crisis en Venezuela?
Sencillamente,
hay que restablecer la Constitución y la democracia. En el país hay una mayoría
política que lograría conformar un gobierno fuerte, con mucho apoyo popular, si
al pueblo se le permite elegir.
Ese
gobierno lo que tendría que hacer es restablecer las libertades
económicas, los mecanismos de mercado unificando el tipo de cambio y
liberalizando los precios, reestructurar la deuda externa y pedir apoyo
financiero internacional. Con esas medidas la economía empezaría con una
fuerte recuperación.
Otra
medida que hay que adoptar es la sustitución de los subsidios indirectos que
hay en el país a cosas como la gasolina o la electricidad, por subsidios
directos a la población, para que el programa arranque con una recuperación de
los niveles de vida.
¿Subsidios
por parte del Estado? Suena paradójico viniendo de un liberal como usted…
A mí
me llamarán liberal en Venezuela, pero yo soy asesor del gobierno del partido
socialista de Albania, del gobierno de la República Socialista de Sri Lanka, he
trabajado en Vietnam y fui asesor durante seis años del gobierno de Thabo Mbeki
en Sudáfrica. En Venezuela, me quieren pintar como un tipo de derecha, pero el
mundo no me ha visto con ese tinte en particular.
Y me
parece que los subsidios directos van a permitir una recuperación de
los niveles de vida de los más pobres y una disminución sustancial de la
desigualdad.
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