miércoles, 22 de junio de 2011
Política del odio
Por Manuel Bermúdez Romero, 11/06/2011
Como era previsible, la Asamblea Nacional se ha convertido en el escenario donde abiertamente se muestra el feo deterioro del pensamiento venezolano, tanto gubernamental como opositor.
Con excepciones, cada intervención televisada exhibe que el criterio que pareciera entre los diputados medir el conocimiento y la capacidad expositiva, está fundado en quién grita más y aporta menos al debate de cada tema.
La gritería llega a tantos decibelios y son tan numerosos los gritones que deberían eliminarse los micrófonos para reducir el tormento.
El primer lugar como modelo más representativo del grito y la vaciedad de contenido en el discurso, se lo debe estar disputando una dama del PSUV, la joven Blanca Eekhout, quien resalta espacialmente pues, aparte de tener apostura, está en lo alto de la curul que corresponde a la segunda vicepresidencia de la Asamblea Nacional.
Al grito innecesario, esta vocera de concentrado pensamiento chavecista agrega el odio que pone a sus intervenciones a ratos ahogadas por visible encono, más que por la emoción que buen criterio y verbo conjugados originan. Las más frecuentes “flores de su saber” dirigidas a la bancada opositora, pero cuidándose de no nombrar a nadie en particular, han sido entre otras:
Asesinos, hipócritas, golpistas, nazistas, fascistas, falsos, represores, mentirosos.
Son términos que grita sin más material que el escándalo, aparte de otras expresiones contentivas de descabellados señalamientos, como suponer que es mácula pertenecer al mundo de la bolsa de valores, de la banca o de las finanzas nacionales o internacionales.
En la red -YouTube- ella está dejando prueba extensa de su corrosivo lenguaje desbordado de epítetos, mientras sus correligionarios aplauden.
Es inevitable que al oír a Blanca Eekhout -ex ministra de Comunicación e Información- y a otros gritones sin mensaje ni contundencia argumental, diputados de todos los colores políticos, vengan a la mente, como remanso, las voces venezolanas de verdaderos tribunos, como Manuel Alfredo Rodríguez, Jóvito Villalba, Domingo Alberto Rangel, Miguel Ángel Burelli Rivas, José Rodríguez Iturbe y, por supuesto, la gracia pícara del inolvidable Andrés Eloy Blanco y su eterna lección poética de integradora civilidad.
Por mí, ni un odio, hijo mío,
ni un solo rencor por mí,
no derramar ni la sangre
que cabe en un colibrí,
ni andar cobrándole al hijo
la cuenta de un padre ruin.
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