RAMÓN GUILLERMO AVELEDO 04 de noviembre de 2023
@aveledounidad
“¿Por qué las dictaduras hacen elecciones?
Podemos encontrar al menos seis respuestas: porque se las impone la
Constitución, porque no lo pueden evitar, porque son simulacros, porque confían
en ganarlas, porque un proceso complejo las ha llevado a eso o porque en
realidad han terminado y desean hacerlo ordenadamente. Para casos exitosos aquí
tratados, así como para cualquier transición en sus necesariamente complejos
desafíos, lo dicho por Foxley ‘… la clave está, principal y fundamentalmente,
en la calidad de la política’. La esencia de servicio competente al bien común
que ha de tener la política en un liderazgo con generosidad y visión de
Estado”.
“En dictadura no se vota” es consigna repetida con aires de dictum, en la Venezuela del primer cuarto del siglo XXI, desde una postura que desde luego, se cuida de ofrecer explícitamente alternativa de acción concreta. La verdad es muy otra pues es históricamente demostrable que en dictadura puede votarse sin elegir y que los procesos electorales pueden tener efectos detonantes o terminales para el orden dictatorial establecido. No es ese debate el objeto de este artículo, aunque quien escribe no sea equidistante en él, lo rozaremos más de una vez a lo largo del texto y ¿qué duda cabe? podremos aportar elementos de juicio para ventilarlo de modo más saludable. Comprensiblemente, nos cuesta marcar una cierta distancia con nuestra apremiante cotidianidad cuando, sin embargo, tanta falta nos hace lograrlo, precisamente para abordar con más eficacia sus desafíos.
Encuentro
más procedente preguntarnos: ¿Por qué las dictaduras hacen elecciones? Podemos
encontrar al menos seis respuestas: porque se las impone la Constitución,
porque no lo pueden evitar, porque son simulacros, porque confían en ganarlas,
porque un proceso complejo las ha llevado a eso o porque en realidad, han
terminado y desean hacerlo ordenadamente. A cada una ensayaremos revisiones en
más detalle, ahora topamos con lo que los abogados llamamos una cuestión previa.
Es necesaria una clara noción acerca de qué es una dictadura, porque sé de tal
nombre a fenómenos bastante diversos entre sí.
¿Qué
es una dictadura?
Predomina
la idea de que la dictadura es un “mal”, acaso “necesario” o innecesario.
Obviamente no es un bien porque necesita justificación, nadie o casi nadie
quiere que lo llamen dictador o porque se la concibe como una situación
transitoria.
La
condición de régimen de facto no es cómoda. Tarde o temprano
se buscarán modos de formalizar el “orden nuevo”2. Paradójicamente
la democracia criticada por el discurso dictatorialista ostenta prestigio como
fuente de legitimidad, así que en los intentos de legitimación de un régimen
dictatorial un ingrediente puede ser el electoral, en el cual el voto es
concebido como legitimador mas no decisor que no es lo mismo. El voto
legitimador no es decisor, en éste no creen las dictaduras, cuya racionalidad
esencial apela a otros valores por los cuales vanguardia, líder, partido,
ejército o movimiento, sabe más y sabe mejor que la ciudadanía y, “por su
bien”, le pide en préstamo su libertad a cambio de seguridad, justicia, orden,
progreso, futuro u otra prioridad, salvo que para la devolución siempre
sobrarán excusas para diferir.
“De
sobra es conocido entre nosotros latinoamericanos el caso chileno. (…) Desde el
primer día, el nuevo Presidente puso el acento en la búsqueda de acuerdos y el
propósito de ‘hacer del poder un instrumento para unir y no para dividir’”
“Democracias
populares” llamaron los marxistas a las suyas, como “Democracia orgánica”
definía el franquismo. “Pluriporquería” tachó Castro al pluripartidismo.
Recordemos que preguntado un analista acerca de la diferencia entre democracia
y democracia socialista3, su respuesta fue que era la misma que
entre silla y silla eléctrica.
Que el
voto en dictadura sea decisor y no meramente legitimador dependerá de un
conjunto de factores, casi todos independientes de la voluntad dictatorial y
desde luego, será clave la estrategia coherente y consistente de quienes
promuevan un cambio político.
Dictador
es palabra de origen latino, dictator-dictatoris. En Roma, era
magistratura extraordinaria, suprema en sus amplios poderes y limitada en el
tiempo, autorizada por el Senado, se gestaba el derecho de excepción. La
dictadura, lo vivió la decadente república romana con Sila y César, tiende a
pervertirse4. Con las vueltas de la tuerca histórica no todas
las dictaduras son iguales. Su polícromo elenco empieza por los autoritarismos que
abusan del poder con menosprecio creciente de los límites constitucionales,
pasa por esas dictaduras llamadas “tradicionales” características de América
Latina y África para culminar en los totalitarismos, con su pretensión
de control absoluto de la sociedad entera más allá del poder político. No
son reacciones frente al desorden, sino rebelión ante los supuestos de un orden
para imponer uno nuevo sobre otras bases5. En esa perspectiva, la
libertad no es un valor. La noción de “Estado Total” es del fascismo
mussoliniano. En el marxismo, la “hegemonía de la burguesía” es reemplazada por
la “dictadura del proletariado”. El Duce proclama que asume
solo “la responsabilidad política, moral e histórica” de todo6, pero
el fascismo entraña “Una concepción totalitaria de la primacía de la política,
como experiencia integral y revolución continua, para realizar, a través
del Estado totalitario, la fusión del individuo y de las masas…”7.
Ese individuo disuelto en el colectivo y realizado en él no es radicalmente distinto
del hombre nuevo de los socialismos reales de inspiración
marxista-leninista, ni ese “Estado Total” difiere en el fondo del rigurosamente
coordinado por el partido únicoa cuyos designios se subordinaban todos los
órganos del poder público de acuerdo a los dictados doctrinarios de Lenin8,
no de Stalin, cuya sanguinaria tiranía es exceso, nunca desviación.
Aquel
dictador originario a quien Winston Churchill califica como “… el
hijo monstruoso de las apremiantes circunstancias”, al convertirse en dictadura-proyecto
ideológico con vocación de permanencia, equivale a “preparar un nuevo
cataclismo”9 lo cual, por sabido, penetra los predios de la
locura.
Préstenos
la taxonomía genética su terminología y diremos que en el filo autoritario
encontraremos diversos órdenes, familias, géneros y especies más o menos
tiránicas según su grado de corrupción10. Entre ellos, ese engendro
de relativa novedad aunque con abolengo en las variedades antes mencionadas,
denominado por Hurtado “dictaduras del siglo XXI”. Llegadas por elecciones en
un marco constitucional garante de derechos y oportunidades “Como si el voto de
los ciudadanos fuera suficiente para subsanar arbitrariedades, legitimar
autoritarismos, convertir en constitucionales actos que no lo han sido y
calificar como democráticas instituciones que no lo son”11. En grado
diferente dentro de naturaleza común, los hemos visto en Venezuela,
Bolivia, Ecuador y Nicaragua. De éstas, la región muestra un antecedente de tan
impresionante durabilidad como sofisticación, en la llamada “dictadura
perfecta” de la hegemonía priista en México, originalmente revolucionaria
constitucionalizada, inagotable materia prima cinematográfica, literaria y
politológica.
Despuntando
el XIX, para Alfieri era meridianamente claro que hay tiranía cuando el
encargado de ejecutar las leyes puede “hacerlas, destruirlas, violarlas,
interpretarlas, entorpecerlas, suspenderlas o simplemente eludirlas con la
certeza de la impunidad”12.
¿Por
qué las dictaduras hacen elecciones?
En ese
multiforme elenco se convocan elecciones, aunque el fundamento de su poder
se afinque en razones que niegan el pluralismo, desprecian las “libertades
burguesas” por lo cual no admiten los criterios, intrínsecamente mutables, de
mayoría y minoría.
Exploremos
en sus distintas motivaciones. Podremos encontrar desde afinidades hasta
contrastes y aún contradicciones. Esta policromía no es de colores planos. Es,
como veremos, la de una paleta que admite mezclas.
Han
sido, por cierto, los medios electorales un camino propicio, no obstante ser
accidentado y siempre riesgoso de reversibilidad, en la difícil tarea de
avanzar hacia la conquista de la democracia. Las crisis en el bloque de poder
han contribuido a que así sea, más frecuentemente que las crisis económicas o
sociales, aunque de éstas haya casos destacables como el colapso de la
economía de Indonesia en 1997-1998 o las masivas protestas en
Filipinas tras el asesinato de Benigno Aquino en 1983, con impacto decisivo en
el final de los regímenes encabezados respectivamente por Suharto y Marcos.
Después de todo, como ciencia social, la ciencia política no es ciencia exacta.
Allí su dificultad y por cierto, también sus infinitas posibilidades.
¿Por
qué? Entonces.
1.Porque
se los impone la Constitución
Las
dictaduras tradicionales latinoamericanas, reflejadas por Valle-Inclán en
su “novela de tierra caliente” Tirano Banderas,son un modelo que
prefiere evitar rupturas radicales con el orden constitucional pues gobernar
descaradamente por el mero hecho contradice valores fundacionales de la
nacionalidad.
Los
pensadores positivistas venezolanos, cuyo vocero más relevante fue Vallenilla
Lanz en su clásico Cesarismo Democrático13,
resolvieron teóricamente la cuestión hablando de una “constitución de papel”
formalmente consagrada según modelo importado y otra “orgánica” o efectiva,
enraizada en la realidad histórica y social nacional que reclama la
necesidad del “hombre fuerte”. Oropeza14 contesta el argumento
calificando de “constituciones inauténticas” aquellas dictadas para disfrazar
de juridicidad al poder autoritario. La dictadura teme contradecir abiertamente
“las bases, la doctrina y los objetivos” que animaron la Independencia. La
verdadera constitución dictatorial es camuflada tras una “constitución escrita
que aparentemente los acate, pero que en realidad los desconoce mediante
interpretaciones y acomodos de un texto calculadamente elaborado para que no
aparezca vulnerándolos en su letra y expresiones formales”15. Esa
teoría y esas prácticas, como reiteradamente hemos comprobado, ha hecho y sigue
haciendo escuela con independencia de signo ideológico.
Constitución
“inauténtica” fue la venezolana de 1953 y no se atrevió a romper con las
conquistas democráticas del pueblo venezolano, ligadas a valores potentes y
estableció un límite quinquenal para el período presidencial, con lo cual la
dictadura quedó atrapada en su propia norma. Transgredirla con una apresurada
ley de plebiscito para evitar la elección prevista, inflamó la crisis interna
en las Fuerzas Armadas y precipitó su caída.
Parecida
suerte corrió el militarismo chileno al realizar y perder el plebiscito de 1988
que conduciría a otro en 1989, esta vez acordado con la oposición unida y
a su reemplazo por el gobierno electo de Patricio Aylwin que iniciaría la transición
a la democracia.
Con
las peculiaridades nacionales propias, previsiones formales ajenas a la esencia
del sistema político enmarcaron la transición a la democracia en México y
en Brasil.
En
México, la Constitución de 1917 pautaba “sufragio efectivo y no
reelección” y el régimen nacido de la Revolución, garantizó la alternancia
puntual y estable de presidentes y otros cargos, con dispositivos legales,
prácticas desde el poder y maniobras extralegales que garantizaban que ella
ocurría sin afectar el monopolio del Partido Revolucionario Institucional
durante setenta años. La misma constitución imponía unas reglas, hasta que se
“rompió el encanto” y comenzó la “revolución de terciopelo” hacia la democracia16.
En
Brasil, el militarismo instalado en 1964, mediante “Actos Institucionales”
suspendió la vigencia de la elección, así como la elección popular del
Presidente. Durante ese período de dos décadas, la alternancia puntual en el
ejercicio del poder recayó en las Fuerzas Armadas. A partir de 1967 entró en
vigencia una constitución que respetaba las formalidades tradicionales, con un
bipartidismo decretado con ventaja para el oficialismo. Cada cuatro años el
Congreso eligió un Presidente militar, salvo la fase inicial de tres años del
mariscal Castelo Branco y el breve interregno septiembre-octubre de 1969 por
muerte del general Costa e Silva, del civil Aleixo y la Junta Militar
Provisional17, hasta que en el marco de la misma Carta se produjo,
liberalizado el sistema por el Presidente Figueiredo, la elección de los
civiles Tancredo Neves y su Vicepresidente José Sarney, quien lo sustituyo por
su deceso antes de tomar posesión.
2.Porque
no lo pueden evitar
Cuando
la vocación de una élite en el poder es permanecer en él con argumentos
revolucionarios, aparece lo imprevisto que es parte de la política como de la
vida y a veces no puedan eludir someterse a elecciones verdaderas
potencialmente posibilitadoras del fin de su dominio.
Ampliamente
estudiados han sido factores nacionales como la calidad del liderazgo
político, las diferencias culturales o regionales como el nacionalismo, el
secularismo o las especificidades locales en varios países; la actuación de instituciones
religiosas con prestigio y amplia implantación social, como la Iglesia Católica
en Filipinas, Chile o Polonia o las iglesias protestantes en la antigua
República Democrática Alemana; o internacionales como los esfuerzos para
promover la democracia, influyentes en la ola de democratizaciones
latinoamericanas de las últimas décadas del siglo XX o el colapso y
desmembramiento de la Unión Soviética y su influjo en las naciones del Centro y
el Este europeos18.
Caso
emblemático es el de Nicaragua, donde la revolución sandinista triunfante en
1979, luego del lapso de la Junta de Reconstrucción Nacional y a raíz de la
elección de Daniel Ortega con abrumadora mayoría de cerca de siete de cada diez
votos, inició un proceso de concentración del poder con el proyecto de
partido-estado, nueva estructura militar politizada, persecución creciente
contra sus opositores, aún aquellos que habían sido disidentes o abiertamente
contrarios al depuesto somocismo y políticas económicas de catastróficos
resultados.
Las gestiones
previas de los gobiernos del Grupo Andino en 1979 para una solución política
que pusiera punto final a la dictadura habían fracasado. En la administración
Carter de Estados Unidos y en varios líderes democráticos
latinoamericanos, se subestimó el riesgo y se optó por el criterio de
“domesticar” a los revolucionarios.
La
crisis no tardó en tornarse infecciosa. Reuniendo elementos que habían
participado en la rebelión armada contra la dinastía somocista, sectores
desplazados y nicaragüenses descontentos con el curso adoptado por el gobierno
revolucionario presidido por Ortega, se armó la guerrilla “Contra”, apoyada por
el gobierno norteamericano de Reagan.
Además,
a diez años de la revolución, la situación política, económica y social se hizo
cada vez más insostenible. Las gestiones internacionales del ahora expresidente
Carter, el secretario de la OEA Baena Soares y Elliot Richardson,
estadista republicano estadounidense y representante del secretario general de
la ONU, resultaron en un acuerdo de paz con elecciones consensuadas,
en un clima que las encuestas mostraban claramente favorable a una victoria
oficialista. Sin embargo, la oposición de catorce partidos, reunida en la UNO y
su candidata Violeta Barrios de Chamorro, sorprendió con una votación del
54,74% cuyo resultado sería acatado por Ortega y el FSLN.
3.Porque
son simulacros
Ciertas
dictaduras dictan su propio derecho electoral para realizar eventos comiciales
destinados exclusivamente a mostrar apoyo popular al régimen, de modo de
ratificarlo en su curso o para reforzarlo.
Tan
pronto superan la etapa de destrucción del “viejo orden”, pueden dejarse atrás
las fases del mero hecho o la de la convivencia con una oposición perseguida
con espacios reducidos, para realizar simulacros electorales con participación
solo de plataformas gubernamentales.
Las
recientes elecciones de la Asamblea Nacional del Poder Popular cubana del 26 de
marzo de 2023 lo ilustran. Los cuatrocientos setenta escaños fueron elegidos de
una lista única de igual número de nominados, todos por el Partido Comunista o
las organizaciones territoriales y sociales bajo su control. El 72,10% votó la
lista completa y el 27,90% usó voto selectivo, para un 90,28% de voto positivo.
Nada
muy distinto a la elección en la Italia fascista de marzo de 1934 para los
cuatrocientos escaños de la Cámara de Diputados, en la cual la decisión era
votar SÍ o NO a la lista única presentada por el Consejo Nacional Fascista,
receptora del 99,85% del voto.
En la
República Popular China, la Asamblea Popular Nacional la integran diputados
elegidos en las provincias, regiones autónomas, municipios y el Ejército, pero
el mismo artículo constitucional empieza estableciendo que es el “órgano
supremo del Estado bajo la dirección del Partido Comunista de China”. En las
“democracias populares” del socialismo real europeo, siempre fue más o menos
así. Y en las Cortes Españolas del franquismo, solo un tercio de los
procuradores era elegido por los hombres jefes de familia, el resto obedecía a
una representación corporativa de factura oficialista.
4.Porque
confían ganarlas
El
primer engañado por la propaganda engañosa es el propagandista. Acaba por
creérsela. Resulta, por cómodo, tranquilizador. La dictadura militar venezolana
convocó a elecciones de Asamblea Constituyente en 1952 convencida de su
triunfo. Después de todo, nadie había salido a defender en la calle al gobierno
depuesto en 1948, había restablecido el orden, ilegalizado al partido político
más importante y a otro menor pero muy organizado, como restringido las
libertades a los dos que pudieron participar. Y perdió, como en 1988 perdió
Pinochet el plebiscito por goleada, a pesar del transcurso de quince años de
dictadura tras el caótico colapso de la democracia chilena, el ventajismo, las
restricciones impuestas a la oposición política dividida y el hecho de haber
atinado, tras varios intentos, con una política económica exitosa aunque
generadora de desigualdad.
En la
elección nicaragüense de 1990 observamos elementos de las categorías 2 y 5,
pero no puede ignorarse que salvo una, la de Doxa del venezolano Gustavo
Méndez, todas las encuestas daban triunfador al Sandinismo, así que resulta
lógico incluirla también en ésta.
5.Porque
un proceso complejo las ha llevado allí
La
dinámica nacional, la internacional o ambas pueden incidir en el desarrollo de
procesos políticos que conducen a la salida electoral. Desde el exterior pueden
venir presiones cuyo efecto real dependerá de la vulnerabilidad del régimen.
Presencia interna organizada por parte de opositores bien dirigidos, acompañada
de eficaz activismo internacional y aprovechamiento de oportunidades, aún
estrechas que ofrezca la realidad, son susceptibles de fortalecer procesos
de negociación. África del Sur es un ejemplo de lo que afirmo.
En
México confluyeron la escisión del PRI que llevó al PRD a dirigentes
conocedores de las interioridades del sistema, la discutida elección de Salinas
de Gortari, su gobierno de cambios salpicado de escándalos, la aparición de la
guerrilla “Zapatista”, el asesinato del joven líder renovador Luis Donaldo
Colosio y también, aunque diferente, el del exgobernador de Guerrero Ruiz
Massieu, la pérdida de la mayoría del PRI en Diputados, lubricaron la gestión
nítidamente reformista de Zedillo, el último gobernante priista de esas siete
décadas, con reformas legales garantistas y cambios en la institucionalidad
electoral que permitieron el triunfo en elecciones de la oposición panista y su
candidato Fox.
En España a
la muerte de Franco y sustituido su legatario Arias Navarro por Adolfo
Suárez, desde el seno del régimen, no sin tensiones de mayor gravedad, se abrió
un proceso de reformas que dieron carácter legal a lo que ya era normal en la
calle en aquel país más moderno alejado de la Guerra Civil y se produjo la
transición española, dirigida entre 1976 y 1981 por éste y UCD el partido que
formó; luego, desde 1982 por catorce años, conducida por Felipe González y
el PSOE.
6.Porque,
en realidad, han terminado (y desean salir ordenadamente)
Encontraremos
varios casos de regímenes dictatoriales de signo bastante diferente que
participaron activa y deliberadamente en su culminación ordenada. Sabían que ya
eran insostenibles y optaron por realizar elecciones en las cuales el voto
decidiera, si bien agenciándose, mediante la negociación, un conjunto de
garantías cuya sostenibilidad real resultaría variable.
En
medio de crisis sistémicas que hacen inviable la continuación del statu
quo, los actores políticos llegan a la conclusión de que hay que encontrar
una salida y se propicia una ruta de apertura incluso pactada. No son procesos
lineales, tampoco instantáneos aunque ciertos eventos puedan acelerarlos.
Referimos
el caso del régimen militar de Brasil. En la dictadura militar argentina, la
derrota en la Guerra de las Malvinas en 1982, trajo el golpe de palacio contra
el general Galtieri, relevo de sus compañeros de armas Videla y Viola y con la
asunción del general Bignone, la convocatoria a elecciones en 1983. En ellas
salió triunfante el candidato de la UCR Raúl Alfonsín.
No
era Sudáfrica una dictadura típica, pero ciertamente el apartheid implicaba
la antidemocrática realidad de que la minoría blanca afrikáner gobernara
con exclusión de la abrumadora población negra. La democracia llegó como su
subproducto de la negociación19.
También
en regímenes comunistas, cuyo ejemplo más emblemático es Polonia. Al jefe
militar Jaruzelski, cabeza del Partido-Estado PZPR le correspondería papel de
determinante influencia. Diecinueve años de represión, retrocesos,
reclamos, la visita de Juan Pablo II, transcurrieron desde las protestas
sindicales en 1970 a los acuerdos de la Mesa Redonda en 1989, en los que
gobierno y oposición convinieron un proceso electoral con evidentes ventajas
para aquel pero que más allá de datos formales, fue desbordado por la
realidad. Polonia es hoy una democracia, participa en la Unión Europea y
la OTAN.
Este
caso y el de Brasil, nos invitan a poner la lupa en el papel de las
Fuerzas Armadas en la transición.
En Polonia,
relata Kwaśniewski, principal figura política civil de la transición, el
importante papel de los militares. Cuando el régimen se debilita en lo
ideológico y lo económico, crece el poder relativo de las fuerzas armadas y los
cuerpos de seguridad. La militar es una organización de pensamiento “positivo,
pro-estado” que se siente responsable del futuro y la seguridad del país. Desde
la acera contraria Mazowiecki, primer ministro democrático en ese período,
coincide con la influencia militar y destaca a su vez la del Partido Comunista
en las FFAA. En una primera fase se continuó con los mismos ministros del área
de modo que participaran del gobierno y progresivamente se fueron cambiando
políticas y mandos, el proceso fue duro y tomó tiempo20.
En
Brasil, Cardoso cree que los militares fueron razonables. Lograr el control
civil de las Fuerzas Armadas tras veinte años en los que éstas eran el poder
real, era un asunto político de mayor calado. Las buenas relaciones en el mundo
militar de Sarney, el primer Presidente civil transicional elegido
indirectamente como anotamos, ayudó aunque los pasos fueran más lentos. En su
turno, Cardoso concertó con los militares reunir en un solo Ministerio de
Defensa los cuatro existentes de Marina, Aviación, Ejército y Estado Mayor.
Vencer las resistencias a ese cambio, símbolo de la nueva situación del sistema
político exigió un proceso progresivo realista que combinaba firmeza en el
objetivo con flexibilidad política21.
De
sobra es conocido entre nosotros latinoamericanos el caso chileno, donde la
reforma constitucional pactada luego del plebiscito favorable al NO, imponía
una cohabitación con el comando de la Fuerza Armada, Pinochet incluido. Aylwin
relata que la actitud de esa institución, inevitablemente desplaza por el
cambio, era “una verdadera incógnita”. Había mucha desconfianza mutua. El
dictador saliente hizo, entre elección y toma de posesión, advertencias
amenazantes. En la derecha política con fuerte presencia parlamentaria se temía
un “desmantelamiento de la institucionalidad”, mientras sectores de la
oposición anti-dictatorial a la izquierda de la Concertación simplemente “no
creían en la vía electoral” y censuraban anticipadamente toda “debilidad”.
Desde el primer día, el nuevo Presidente puso el acento en la búsqueda de
acuerdos y el propósito de “hacer del poder un instrumento para unir y no para
dividir”. El clima de confianza y respeto entre los chilenos a ser restablecido
sería entre todos “sean civiles o militares”, lo cual reiteró con firmeza porque
“¡Chile es uno solo!”. Lo cortés no quita lo valiente, explicará luego, el
tránsito al gobierno democrático se hizo en “la forma pacífica y sin grandes
traumas”, evitando las tentaciones como la del ajuste de cuentas22.
Vale
para éste, para otros casos exitosos aquí tratados, así como para cualquier
transición en sus necesariamente complejos desafíos, lo dicho por Foxley “… la
clave está, principal y fundamentalmente, en la calidad de la política”23.
La esencia de servicio competente al bien común que ha de tener la política
en un liderazgo con generosidad y visión de Estado.
—
(1)Ramón
Guillermo Aveledo, es Profesor Titular de la Universidad Metropolitana,
Profesor en el Doctorado en Derecho de la Universidad Católica Andrés Bello en
Caracas. Individuo de número de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales de
Venezuela.
(2) “Estado Nuevo” fue la fórmula adoptada por la dictadura portuguesa de 48
años de duración, encabezada por el Profesor Antonio de Oliveira Salazar, un
pensador original con una lectura nacionalista y antiliberal de la historia de
su país. Ver Felipe Ribeiro de Meneses: Salazar, A Political Biography.
Enigma Books. New York, 2009.
(3)La “Democracia socialista” de partido único no es lo mismo que socialismo
democrático o socialdemocracia.
(4)Ver Jesús María Casal: Dictadura Constitucional y Libertades
Públicas. Editorial Jurídica Venezolana. Caracas, 1993
(5)Ver Ramón Guillermo Aveledo: El Dictador, Anatomía de la Tiranía.Primera
edición. LibrosXMarcados. Caracas, 2008
(6)Benito Mussolini: Me nefrego. A cura de David Bidussa.
Chiarelettere. Milano, 2019
(7)Emilio Gentile: Fascismo. Historia e Interpretaciones. Alianza.
Madrid, 2004
(8)Robert Service: Lenin, una biografía. Siglo XXI. Madrid,
2010.
(9)Winston Churchill: Grandes Contemporáneos. Plaza &Janés.
Barcelona, 1974
(10)Ver Eduardo Haro Tecglen: Diccionario Político. Planeta.
Barcelona, 1995
(11)Osvaldo Hurtado: Dictaduras del Siglo XXI. El caso
ecuatoriano. Paradiso Editores. Quito, 2012.
(12)Víctor Alfieri: De la Tiranía. Fundación Manuel
García-Pelayo. Caracas, 2006.
(13)Ver Ramón Guillermo Aveledo: Instituciones Políticas y
Constitucionales. Guía básica y de lecturas. Instituto de Estudios
Parlamentarios Fermín Toro-ABEdiciones UCAB. Caracas, 2021
(14)Ambrosio Oropeza: La Nueva Constitución Venezolana. 1961.
Italgráfica. Caracas, 1971.
(15)Oropeza: obra citada.
(16)Ver Miguel Angel Juárez: Revolución de Terciopelo…en el principio
era el caos. El nacimiento de la democracia en México. Resistencia.
México, 1998.
(17)Integrada por el general Lira Tavares, el almirante Rademaker y el mariscal
(18)Ver Democratic Transitions. Conversations with World Leaders (Sergio
Bittar& Abraham F. Lowenthal. Editors) John Hopkins University Press.
Baltimore, 2015.
(19)Ver Steven Friedman: Democracy as By-Product, South Africa
Negotiated Transition en Democratic Transitions. Conversations
with World Leaders (Sergio Bittar& Abraham F. Lowenthal. Editors)
John Hopkins University Press. Baltimore, 2015.
(20)Ver entrevistas en DemocraticTransitions. Conversations… (Bittar&Lowenthal) Obra
citada.
(21)Ver entrevista en ibídem
(22)Patricio Aylwin: El reencuentro de los demócratas. De la dictadura
a la democracia. Fondo de Cultura Económica Chile. Santiago de Chile,
2018
(23)Alejandro Foxley: Economía Política de la Transición. Dolmen.
Santiago de Chile 1993.
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