ISABEL PEREIRA PIZANI 02 de mayo de 2024
@isapereirap
«Las
instituciones que fundan derechos han sido minadas por el proceso de
estatización y colonización ideológica, la separación de poderes ha sido
destruida»
A
pesar de lo negativo del balance de nuestra historia actual, es innegable
reconocer que merodeamos, nos acercamos, a la oportunidad más grande de trascender
como sociedad a un plano distinto y quizás superior, aunque aún esta
premonición sea una imagen borrosa. Se trata de asumir que por primera vez
podemos partir de la capacidad y posibilidad de identificar perfectamente “lo
que no debemos hacer”.
Hoy sabemos que el ataque a la propiedad privada y el “exprópiese” fue la peor y más destructiva política económica que experimentamos. Igualmente, que la toma del Tribunal Supremo de Justicia fue un golpe nocturno que significó el fin del estado de derecho.
Hemos
acumulado la experiencia para valorar “la bolsa Clap” sabiendo que no
es -ni de lejos- una política social que asegure el bienestar de las mayorías,
al contrario, es una operación cargada de violencia hacia los productores y los
beneficiarios. Una medida coercitiva engañosa que crea discordia y no
resuelve el problema económico de familias que sobreviven con un salario mínimo
de 3.6 dólares al mes, el más bajo de toda Latinoamérica. Mientras que
países como Guatemala, México, Chile, Uruguay y Costa Rica gozan de sueldos
mínimos superiores a los 400 dólares mensuales, 308 dólares más que el de un
trabajador venezolano.
También
hemos experimentado el impacto de la destrucción de los principales medios de
comunicación, especialmente “El Nacional”, el pase a otras manos de “El
Universal”, la desaparición de más de 300 emisoras de radio y de 60 periódicos.
Hemos vivido un vertiginoso proceso de estatización de nuestro mundo, el
arrebato de la libertad, emponzoñamiento de la posibilidad de elegir al practicar
absurdas políticas de inhabilitación contra ciudadanos por parte de un
organismo cuya única y legítima tarea es propiciar elecciones libres. Ante
nuestros ojos se exhibe el enriquecimiento de sectores allegados al gobierno y
la impunidad del asalto a las arcas públicas por la nueva clase de nuevos
ricos.
Este
desfile de acontecimientos ha presidido nuestra vida reciente y hoy tenemos los
resultados. Imposible negar o desconocer lo que ha ocurrido.
Paradójicamente
este trozo de nuestra historia nos ha obligado o conminado a aprender, entender
lo que significa ser ciudadanos e intuir el alcance de lo que constituye ser
individuos responsables.
Las
respuestas parecen obvias, las instituciones que fundan derechos han sido
minadas por el proceso de estatización y colonización ideológica, la separación
de poderes ha sido destruida. La respuesta clara y contundente ante esta
situación debería ser abocarnos a reinstitucionalizar el país, acordar nuevas y
claras reglas de juego que nos permitan avanzar hacia la democracia, la
libertad y la paz.
Evidentemente,
tenemos que comenzar por el rescate de las posibilidades de crecer, generar
riqueza de forma sana y transparente. Las políticas macroeconómicas,
cambiarias, monetaria y fiscal deben ser claras y explícitas en su
contenido, con la potencia necesaria para incorporarnos al mundo de las
libertades económicas, frenando la intervención estatal. La supraintervención
estatal, con su hemorragia de prohibiciones, ha encogido la economía a una
quinta parte de lo que fue. Ya no caben mentiras ni excusas ideológicas.
Si el
estado de derecho es la armadura ósea de la sociedad, indudablemente tenemos
que construirlo en representación de un país de individuos libres e iguales
ante la ley. El estado de derecho es el bastión de las defensas de las
democracias, insustituible, irreemplazable, con cero caducidad.
Nadie
puede dudar que el futuro está conectado directamente con la importancia de la
educación. En estos predios el proceso destructivo ha sido profundo y
extendido. La escuela básica – media, la educación técnica y las universidades,
tienen el mismo estatus de Pedro Páramo, están casi muertos, vagan en su
cementerio. La política educativa para la juventud del régimen es “La Chamba
Juvenil”, apartar a la juventud de las aulas.
Las
consignas para emprender la reconstrucción están ahí, son claras. No hay que
esperar enjundiosos “planes país” para reconstruir. Comenzar por reubicar al
Estado como institución al servicio del ciudadano, allanando caminos,
promoviendo y potenciando las capacidades del mundo civil para crecer y
prosperar.
Una
condición ineludible para avanzar es reconstruir el estado de derecho, única
defensa contra los atropellos dictatoriales. Sin jueces, tribunales,
garantía de la igualdad de los ciudadanos y sin leyes justas, no vamos para
ninguna parte.
La
economía tiene que rehacerse, desestatizarse, anular el acoso del gobierno que
pretende extraerle la sangre a los emprendedores, en lugar de incentivarlos y
promoverlos.
Los
generadores de riqueza tienen que poder decidir sobre la suerte de sus
emprendimientos, el acoso institucional de los organismos públicos tiene que
extinguirse. En lugar de promover empresas, clausuran, multan, crean
trabas.
Las
instituciones públicas que no aportan ningún beneficio económico, ni están al
servicio del ciudadano deben desparecer. Crear una empresa en Venezuela
puede tardar más de 60 días, infinidad de pasos, cada uno con coima incluida.
En Estados Unidos es un proceso que se realiza en 48 horas.
La
sociedad necesita nuevas empresas, basta de las maniobras de “vampirizar”
a quienes pretenden emprender y crear riqueza. Crear empresas es dignificar el
trabajo, el esfuerzo y la creatividad de la ciudadanía.
La
educación o formación de los ciudadanos, los emprendedores, los generadores de
riqueza hay que sacarla del abismo donde está hundida. Los maestros requieren
ser dignificados en todos los planos, en su modus vivendi y en
su categoría como formadores de las nuevas generaciones.
En
este campo es importante reconocer los saltos cuánticos que realizan algunas
sociedades al categorizar la educación como un compendio de potencialidades
humanas en todos los terrenos. Al abrir las posibilidades de lograr el óptimo
desarrollo de potencialidades físicas, transitar por el camino de la búsqueda
del conocimiento, conectar con los asombrosos logros en el plano científico y
tecnológico.
Hoy,
más que fijar información en la mente de los educandos, se trata de buscar el
camino para aprender, sumergirse en las nuevas fronteras que comienzan a
expandirse en todo el universo.
Es
imprescindible reconocer que algo nuevo está ocurriendo en el campo
educacional, las sociedades buscan los senderos para encontrar, además del
conocimiento científico, la paz, la libertad y la felicidad. Comienzan las
grandes universidades del mundo a explorar en estos terrenos intangibles, donde
el individuo es más que un ente que calcula, mide, objetiviza, emerge desde su
integralidad de ser humano con todas las cualidades únicas que posee.
Al
lado de las posibilidades de estar sanos, del crecimiento biológico óptimo, del
logro de almacenar dentro de sí capacidades de descifrar, crear soluciones a
desafíos racionales; por primera vez algunos países abren las puertas para el
desarrollo espiritual, dominar la violencia utilizando las fuerzas de la
autorregulación emocional como uno de los componentes más importantes del
desarrollo humano.
En la
universidades americanas, europeas y en la India, se abren los espacios para la
investigación sobre cómo el ser humano además de ser fuerte físicamente y
poderoso racionalmente puede convertirse en una expresión de los valores
definitorios de los que representa el ser humano, en los términos
heideggerianos: “Ser una posibilidad de ser”.
Podemos
aprender el respeto, la responsabilidad, la tolerancia, la resiliencia, la
empatía, el optimismo, superar el fracaso, como cualidades esenciales que
acompañen los logros en materia económica, tecnológica y científica.
Esta
visión optimista de un posible futuro se respalda con la muestra de
desobediencia civil que exhibió el pueblo venezolano en los dos últimos eventos
electorales, 22 de octubre y 3 de diciembre, cuando actuó según su conciencia,
expresando su verdadero sentir.
Es
urgente desechar lo que destruye, conocemos su mezcla mortífera, un requisito
para poder entrar en todos los campos donde están los grandes retos
humanísticos y éticos que tendremos oportunidad de abordar en tiempo muy
cercanos.
ISABEL
PEREIRA PIZANI
@isapereirap
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