La decisión unánime de la Plataforma Unitaria con relación a la candidatura presidencial ha sido recibida con alegría en sectores mayoritarios del país. Como ciudadano, apoyo la solución porque desde 2014 soy militante de base de la Unidad. Aun sabiéndola imperfecta –sé que la perfección humana es mentira- la considero el principal activo nacional e internacional de la oposición democrática venezolana. Además, conozco y valoro a Edmundo González Urrutia quien sé que no aspiraba ni buscó la responsabilidad que ha asumido.
Por estas razones soy solidario con este acuerdo. Mi reconocimiento a los actores que configuraron este consenso difícil. Fui ajeno a su proceso y a su desenlace, pero procuro mantenerme lejos de las tentaciones de la soberbia narcisista y ¿cómo se hace? No puedo ser indiferente. No necesito haber participado en la decisión para ser solidario con ella. Creo sinceramente en la política del cambio democrático, pacífico, constitucional y electoral, esa que el poder se empeña en desprestigiar y obstaculizar. A quienes tuvieron la amabilidad de consultarme les di la opinión que conocieron y sopesaron, los respeto igual que a quienes no estimaron útil hacerlo.
El hecho, hasta la víspera improbable, de la participación en el acuerdo de la ganadora de la primaria del 22 de octubre tiene una significación mayor en una doble perspectiva. La más importante, por mucho, es positiva, en términos de apoyo popular a la nominación y de proyección unitaria. La otra, imposible de ignorar, es de riesgo de que el poder amenazado interprete al nominado unitario como persona interpuesta de otra persona.
En la unanimidad alcanzada me parece justo decir una palabra de respeto y valoración política y personal sobre Manuel Rosales quien en los días precedentes fue objeto de un bombardeo malicioso, basado en prejuicios, verdades a medias, manipulaciones y también mentiras. Las diferencias de opinión incluso en cuanto a posiciones tácticas o aún estratégicas nunca justifican el linchamiento, pero no nos engañemos, así como más de un opositor puede discrepar de la manera de serlo del gobernador zuliano, muchos de los “misiles” venían de bots, trolls e incluso personas reales desde la acerca oficialista, sean abiertas o encubiertas.
La decisión tomada tiene consecuencias. Ahora toca asumirlas con la seriedad que la crisis nacional amerita. En un ecosistema crecientemente restrictivo de nuestras libertades, como lo reconocen incluso los presidentes de Colombia y Brasil, vamos a una campaña electoral presidencial breve, minada por la arbitrariedad cuya estrategia constante ha sido dividirnos y desanimarnos, con menosprecio de límites legales o éticos.
Mal haría la oposición democrática si se aísla en triunfalismos. Y aunque habrá quien opine distinto, creo que mal haría también la jefatura oficialista si, confiada en la manga ancha que le da su control de los poderes públicos, subestima su mala reputación internacional y menosprecia el descontento social abrumadoramente mayoritario y caiga en la tentación de hacer lo que le da la gana. Tarde o temprano, la política –que no la antipolítica- impondrá su necesidad.
Acabamos de cruzar la primera quebrada, vendrán otras que en época de lluvias traerán residuos, escombros y otros objetos contundentes o punzopenetrantes y sustancias tóxicas. Después habrá que cruzar el Apure, donde abundan los caribes, el Caroní oscuro, el ancho Orinoco con enormes caimanes, para salir al océano enorme con sus posibilidades y sus propios desafíos.
Lo previsible es que el poder persista en su línea de dividir y desanimar. También que sigan presentes, de modo abierto o emboscado, las presiones para sacarnos del proceso electoral, la gran aspiración de quienes desean mantener el status quo, sea porque mandan o porque profesan la antiquísima superstición de que “lo mejor que tiene la cosa es lo mala que se está poniendo”. Y eso, salvo ellos, no lo quiere nadie.
https://www.elimpulso.com/2024/05/04/opinion-una-decision-crucial-que-tiene-consecuencias-4may/
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