martes, 1 de agosto de 2017

Presión de calle para impedir un país sin moneda, @JesusAlexisGo10



Por Jesús Alexis González, 31/07/2017

El régimen económico de Venezuela, que constitucionalmente no está definido en favor de impedir la adopción de una exclusiva orientación ideológica que, por una parte, “congele” las innovaciones posibles y necesarias, y por otra parte que se convierta en una perturbación en el fluir del circuito productivo; muestra una profunda participación del Estado sustentada en el control que ejerce sobre la industria petrolera que a su vez ha representado el papel de motor casi exclusivo del Producto Interno Bruto (PIB), muy fundamentalmente en su composición por la vía del ingreso complementada por el lado del producto con una inestable y escasa diversificación en cuanto a la cantidad de bienes y servicios producidos complementada con cuantiosas importaciones (mientras se pudo),  razón por la cual al haberse instrumentado en el año 2003 un control de cambio en la compra y venta de divisas repercutió en un doble efecto: (A) aumento en el tamaño del Estado dentro del desenvolvimiento de la economía, y (B) una expansión del poder político del gobierno en todo el ámbito socioeconómico, incluida la creación de un “círculo de amigos”, hoy denominados “enchufados”, en favor de canalizar las importaciones (al menos en apariencia) mediante prebendas en el otorgamiento de divisas con endemoniado efecto sobre el aparato productivo nacional en lo que respecta al sector no petrolero de la economía. En 2005,  gracias a la tendencia ascendente que mostraba el precio promedio mundial de los hidrocarburos, a la par de la respuesta inercial de la capacidad productiva no petrolera que aún permanecía, se generó un crecimiento del PIB  de un 9,4% (primer lugar en América) con una inflación de 8,9% anualizada (la más baja desde 1998); esplendor que fue derrumbándose luego de haberse “oficializado” el tránsito hacia el socialismo como alternativa, afirmaron, para “alcanzar la mayor suma de felicidad posible”, siendo que ya para en 2010 el crecimiento del PIB se situó en 0,6% y una inflación del 35% anualizada en tendencia alcista  que  p.ej. se situó en un 180,9% anualizada en 2015 (según el BCV), en un 550% anualizada en 2016  al punto que para el 2017 el FMI la se estima en  720% anualizada (nuestra estimación la sitúa superior al 1.000%)   y para el 2018 en 2.068% anualizada (obviamente la más alta del Planeta); mientras que el PIB continuará su horizonte decreciente  desde un -3,9% en 2014, un -5,7% en 2015, un -10,6% en 2016 y un estimado de un -7,4% para 2017; escenario suficientemente explicativo del pésimo mandato de NMM y de la  aflicción profunda del venezolano (pena difícil de consolar).


Sea oportuno recordar, que el crecimiento económico hace referencia al valor de los bienes y servicios finales producidos por la economía de un país en un determinado período, con impacto favorable en el nivel y calidad de vida de la población (obviamente distinto en caso de un decrecimiento económico) habida cuenta del comportamiento de las variables macroeconómicas (nivel global de la producción, Renta, Empleo, Precios, y otras); mientras que el desarrollo económico hace referencia a la capacidad de un país para crear riqueza con el fin ulterior de generar prosperidad observada como el bienestar económico y social de los ciudadanos como consecuencia de las transformaciones y cambios estructurales en el sistema productivo como condición para una “justa distribución de la riqueza”.

En lo especifico de Venezuela, existe una contradictoria realidad: un país rico (petróleo, gas, hierro, bauxita, oro, diamantes, tierras con tradición productiva, y mucho más) que históricamente no ha sido capaz de generar riqueza agregando valor a los recursos naturales (contradicción que ha empeorado “en socialismo”), al extremo que hoy día la población es mayoritariamente pobre (cerca del 83% se encuentra en la línea de pobreza); con el agravante que hemos avanzado muy poco (o retrocedido mucho) en nuestra condición de país en vías al desarrollo muy especialmente en el orden humano en cuanto al progreso social (acceso al saber y el conocimiento, nutrición de calidad y adecuado servicio de salud), y a la seguridad ciudadana (hambre, desempleo, inseguridad personal y jurídica, y un largo etcétera). Complementariamente, en los últimos cinco años (2013-2017) el desgobierno nacional en su habitual irresponsabilidad en la gerencia pública, ha venido aumentando el gasto  a pesar de la caída de los ingresos ordinarios con el consecuente aumento del déficit fiscal estructural que luego intentan equilibrar mediante la emisión de dinero inorgánico bajo el destructivo proceder de imprimir dinero tantas veces sea necesario para financiar sus estrafalarias “políticas públicas”(extravagante forma de actuar); es decir apagando el  fuego con gasolina  ¡casi todo el tiempo! en total irrespeto a la ortodoxia económica en cuanto a que la emisión de dinero debe estar respaldada por la producción del país (antes se hacía con oro) ya que en caso contrario se traduce en una malvada y destructiva inflación, tal como experimenta Venezuela en la actualidad que consecuencialmente estimula en la población el deseo de anticipar la compra de  bienes y servicios  como alternativa para enfrentar la tendencia alcista de los precios (no sé si mañana podré comprarlo) impulsando evidentemente un exceso de demanda al intentar adquirir productos que no existen, agravando la penuria de la población (aquella que no puede viajar para “hacer mercado” en el exterior) ante una insoportable y atormentadora escasez; todo lo cual se ha traducido en un desprecio a conservar el bolívar al ser una unidad monetaria que a diario pierde su función de medio de pago (compra de bienes y servicios), de unidad de cuenta (los precios se expresan en términos de dinero), y de depósito de valor (ahorrar para un mejor futuro), hasta “aniquilar” su condición de dinero fiduciario: solo es aceptado cuando la gente tiene la confianza que lo podrá utilizar para un eficiente intercambio; lo cual está perfilando el drama de una ¡Venezuela sin unidad monetaria!

Reflexión final complementaria: La Constitución de los EEUU (17/Sep/1787) tiene 7 Artículos y 27 enmiendas, la de la Federación de Rusia (12/Dic/1993) tiene 137 Artículos, la de la República Popular China (4/Dic/1982) tiene 138 Artículos y 4 revisiones, la de la República de Cuba (24/Feb/1976) tiene 137 Artículos y fue adoptada como “Constitución socialista” ¡4 años después! de haberse instalado una “Comisión Redactora”, el Reino Unido (comúnmente identificado como Inglaterra) no tiene Constitución y su Ley Fundamental se sustenta en leyes, sentencias judiciales y convenciones parlamentarias a la luz de la  soberanía parlamentaria y del imperio de la ley: “Todo el mundo es igual ante la ley, incluyendo aquellos en el poder”. Venezuela por su parte,  como bien conocemos, cuenta con la “mejor Constitución del mundo” (a decir de sus redactores) y tiene 350 Artículos, que ahora la pre-dictadura pretende reemplazar por una “Constitución socialista” para incorporar más Artículos hasta incluir  ¡el precio del pan canilla!

Econ Jesús Alexis González


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