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jueves, 27 de junio de 2024

El espíritu del Amazonas en el Waraira Repano, por @LaInventadera


Hacer bosques también es tarea de gente: una iniciativa silenciosa y desinteresada se ha propuesto repoblar la montaña primordial caraqueña con especies arrasadas, desplazadas o casi extintas, a partir del diálogo con la ancestralidad

Adriana Rodríguez / Fotos Nathan Ramírez

¿Quién diría que hoy el Amazonas y el Waraira Repano se abrazan? La sabiduría ancestral amazónica, eterna por valerosa, ha recorrido cientos de kilómetros para redimensionar algunos de los conceptos que hoy prevalecen en nuestras prácticas, en especial aquellas vinculadas a la relación humano-naturaleza. Hace aproximadamente once años Luis Felipe Gottopo, antropólogo y profesor de la Universidad Central de Venezuela, convivía con jibis y piaroas del Amazonas, y también en el Delta con comunidades warao, con la intención de indagar, junto a un variado grupo de estudiosos, en los sistemas sanitarios y alimenticios de algunos pueblos originarios. De esta experiencia, sin preverlo, nacería años más tarde un portento para reforestar nuestro Waraira Repano.

No es posible ser indiferentes ante el sufrimiento que padece el centinela de nuestra Caracas, la imponente cordillera que se extiende desde el Distrito Capital y el norte del estado Miranda hasta el sur del estado La Guaira. Un sufrimiento que, vale decir, sí tiene dolientes y que, para gracia de todos, también tiene una legión de valientes soñadores, abalanzados contra las adversidades, en un loable intento por dar solución a la drástica desertificación que devora vertiginosamente el parque nacional. De esto trata el proyecto Bosque Nativo.

José Francisco Jaimes, ingeniero militar jubilado, dedicado por años a la siembra de árboles forestales, y colaborador de esta propuesta, fungió como nuestro noble guía en la travesía. El recorrido inicia en “Los Dos Caminos” en una camioneta verde, tipo pick-up, marca Dodge del año 77, bautizada como el “Tito móvil”. Prosigue cuesta arriba, vía parque Los Chorros, y continúa a pie otro tramo, hasta el puesto de guardaparques de Sebucán, donde se ubica la zona en reforestación. El señor José Francisco llevó esta vez una cesta con nogales autóctonos, de esos que estaban por extinguirse, y que se arrastra y carga por la vía –tarea que ya es habitual para nuestros amigos– con la visión de aprovechar activamente el encuentro, y contando con la suerte de que la visita coincidió con la temporada de lluvia, idónea para la siembra.



La reforestación en el Waraira Repano

La cronología de la reforestación del Waraira Repano inicia en 1936. Destaca significativamente la labor del llamado “Plan García”, impulsado por el ingeniero agrónomo y antiguo director y gerente de Inparques, José Rafael García, amoroso promotor de la protección y reforestación del Ávila. Entre sus principales aportes se cuenta la creación de trampas de agua para establecer niveles de drenaje para la siembra, y mantener así la humedad requerida. Lamentablemente esta iniciativa no logró su cometido, pero albergó una infraestructura que Bosque Nativo ha podido aprovechar para replantear la continuación de un proyecto de recuperación de suelos y ecosistemas.

Jaimes explica que la reforestación ha convocado a varios particulares, y exige una selección de especies ajustada a la ecología del lugar, un cuidado constante de las plantas jóvenes sembradas; es decir, necesitan que se les hidrate regularmente durante sus primeros períodos de crecimiento, que no se les abandone, y también de que se limpien, de forma permanente, las áreas adyacentes.


Otras de las voluntades que hacen posible Bosque Nativo son Urimare Capote y Luisa D’Angelo, así como algunos estudiantes de la UCV cursantes de la materia optativa Naturaleza y Cultura. Este grupo asciende al Waraira Repano una o dos veces por semana, para asumir las labores que se requieran: siembra, poda, riego, desmalezamiento, entre otras actividades acordes a la temporada y a las fases del proceso de reforestación.

De este modo es posible comprender un punto de valor alrededor de este tema: los factores cultural y bio social humanos, son los que determinan la existencia del bosque, en razón de que no es posible que hablemos propiamente de bosques prístinos. El bosque existe a partir de la intervención del hombre.

“La intención es cambiar la relación con la naturaleza, porque si vemos la reforestación como la ven los ingenieros forestales, no vamos para ningún lado. Porque el bosque no es un lugar natural. El bosque es una construcción cultural, biosocial”

LUIS F. GOTTOPO


Sabiduría ancestral y ecología forestal: un abrazo para la vida

Los pueblos indígenas, para sustentar su alimentación silvestre, disponen de un sistema sucesional o conuco, que parte de la siembra de yuca o maíz, y que acompañan de alguna especie de árbol centenario que, posteriormente, podría servirles para la elaboración de otro tipo de bienes de uso, como por ejemplo curiaras. A un lado de este árbol, siembran, posiblemente, auyama. José Francisco Jaimes explica que “a la planta hay que hacerle una protección, y esa protección consiste en echarle, como quien dice, maleza cortada encima a la planta para que no se evapore el agua de la tierra, en la cual fue sembrada el árbol o el fruto. Para que mantenga humedad. Fuera de eso, sembrarle algo que llame agua o que la mantenga fresca, como otra planta, que crezca en mejores condiciones, de acuerdo al sitio donde se está haciendo la siembra. Eso lo practican los indígenas allá en el Amazonas”. El concepto de sucesión es vital. Continuidad y cambio son fundamentales en un conuco, éste nunca se repite, una comunidad de plantas abre paso a otras.

De los principios tomados de la ecología forestal para dimensionar esta propuesta, Luis Felipe menciona el cultivo altamente diverso y muy hacinado, y la estratificación, referida a la posición que ocupa la planta respecto al suelo, a la sombra y al sol, que puede ser horizontal o vertical. “No se trata de sembrar un árbol cada cinco metros, descuidando, por lo general, el espacio vertical: ¿y en esos cinco metros, entonces un peladero? No, así no funcionan los bosques. La yuca se siembra porque la yuca ayuda al árbol, es la mamá del árbol, porque crea condiciones para un suelo que ya está desertificado. El resultado de la técnica que usamos proviene del diálogo entre estudio etnográfico y ecología forestal”.


En este sentido, la propuesta trabaja el bosque de semillas, entendiendo que las mismas quedan allí guardadas bajo la tierra, hasta tanto la semillita siente que hay condiciones y germina, pero pudieran pasar muchos años antes de que ese proceso se presente. Por ello, Luis Felipe Gottopo refiere que “cuando un indígena abre un claro de luz para sembrar un conuco está dinamizando un proceso que es natural, la caída de árboles. Cuando un árbol cae y se abre un claro de luz, se despierta toda una serie de procesos ecológicos y el bosque nace. El bosque no son sólo árboles, ese instante que ves. El bosque es un mecanismo vivo”.

Los claros de luz pueden ser provocados por el paso de animales grandes, por tormentas o por virus, bacterias, hongos que enferman al árbol y hacen que éste caiga. Pero el hombre amazónico abre claros de luz cada tres años, según atribuye Gottopo, porque “ha desarrollado una visión del bosque distinta a la que tenemos nosotros. Porque él primero empieza un conuco, y ese conuco a los cinco años se convierte en otra cosa. Los primeros años saca maíz, yuca, auyama, luego algunos frutales que vienen a ser como la segunda parte del bosque, un túpiro… y también se convierte en un coto de caza porque se siembran especies para atraer animales. Nosotros hacemos lo mismo para que vengan animales, no para cazarlos, sino para que sean polinizadores, dispersores, para que traigan semillas. Los indígenas también persiguen un fin estético”.


Dentro de la variedad de árboles forestales con fines ecológicos que siembran José Francisco y Luis Felipe, desde hace ya casi tres años, cuando por primera vez se encontraron en la montaña, podemos mencionar: bucares peonía, anauco y chachafruto –hallazgo éste último que nos pareció no menos que mágico–; majagua, ficus matapalo, yagrumos, cocuizas, manacas, y también nogales de Caracas, una especie endémica de la cordillera de la costa que puede llegar a vivir hasta 300 años y medir hasta 40 metros de altura. En fin, todas aquellas especies que puedan aportar a la diversidad autóctona del Waraira Repano, entre las que se cuentan también las flores de asteraceae, del grupo de las margaritas y girasoles, por ejemplo, que atraen muchos insectos. Bosque Nativo las recolecta por la zona o las integra al bosque en formación.



El trabajo de reforestación se había realizado, hasta principios de junio de 2024, en cinco líneas que equivalen a dos hectáreas recuperadas. Como consecuencia de este impacto, se sabe de la presencia de una importante cantidad de animales que, previo a esta labor de reforestación, no hacían vida en la zona. Ahora es posible encontrarse con mapurites, rabipelados, guacharacas, cachicamos, venados, osos hormigueros, zorros cangrejeros, serpientes corales, gran variedad de ratones, entre otros. La sabana pura y dura, repleta anteriormente sólo de plantas herbáceas, ahora va viendo nacer un bosque, grato albergue para toda esta maravillosa biodiversidad.


Haciendo es como se aprende

“Las plantas y los animales son nuestros grandes maestros. La práctica de sembrar, de compactar el suelo, de trabajar las curvas de nivel, de echar las semillas o colocar las plantas, es indisociable de la transmisión de conocimiento”, dice Gottopo, quien está convencido además de que es indisoluble el vínculo que se entreteje con la memoria contenida en cada uno de estos procesos y materiales.

Tras dejar nuestros nogales en tierra, siguiendo las instrucciones de José Francisco, nos fuimos a reflexionar en el área que jocosamente han llamado “el aire acondicionado”. Una especie de sala natural, techada por un mango frondoso, donde se aprecia desde la altura nuestra Caracas amada. Se plantó en nosotros la necesidad de volver, porque este proyecto necesita constantemente de brazos; valga decir, de la siembra de mucha conciencia, en especial, en quienes disfrutan del Waraira Repano y sus parajes, pero ignoran su dolor.









Tomado de:

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