Por Vladimiro Mujica.
La naturaleza del movimiento de resistencia contra el avance del fascismo en Venezuela, exige que algunos asuntos sean discutidos con inteligencia y apertura. En el tope de la agenda de discusión de los factores democráticos está el cómo combinar la protesta social con el escenario electoral. Una respuesta política integral no puede partir del supuesto de que hay que ocuparse de lo social y diferir el asunto electoral. Ambos elementos son sustanciales y eso exige pensar en cuáles son los obstáculos para actuar con la coherencia requerida.
Tanto las organizaciones de la sociedad civil como los partidos políticos han comprendido, adecuadamente, que la resistencia debe disputarle la agenda social al chavismo. Sobre ese terreno es indispensable crecer, pero no es aquí donde surgen las mayores diferencias sino, comprensiblemente, en el terreno de la participación electoral.
Individuos y organizaciones muy respetables han adelantando la opinión de que para los partidos políticos es indispensable acudir a las elecciones del año próximo con su propia tarjeta porque ello es fundamental, junto con programas y candidatos claramente identificados con esas agrupaciones, para propiciar la recuperación de los partidos. El tema es esencial porque fue precisamente la demolición de los partidos políticos lo que abrió la puerta para la aventura irresponsable del chavismo, así que cualquier cosa que contribuya a recuperar a las organizaciones políticas debe ser analizada con la mayor seriedad.
Pero la discusión no concluye aquí. En condiciones democráticas más o menos convencionales el argumento acerca de la singularidad de cada movimiento político es irrebatible. Pero la realidad es que estamos en circunstancias de democracia secuestrada por el abuso de poder y el control de las instituciones y enfrentados a una maquinaria fascistoide con liderazgo indiscutido. A ello se añade que la nueva legislación electoral obliga a los sectores democráticos a ganar no sólo los estados con mayor población sino también en algunos estados pequeños. Las desventajas para la oposición son tan grandes que es indispensable interrogarse acerca de la sabiduría de asistir con colores individuales a las elecciones de la AN.
Imaginemos un escenario de movilización popular para votar y defender el voto: Listas únicas, alianzas perfectas, tarjeta única y un programa compartido de acción en la AN. Los partidos se pueden beneficiar inmensamente del ambiente que esto generaría. Propiciar el renacimiento de los partidos puede requerir que el asunto de la identidad se difiera hasta que se recupere la democracia.
La naturaleza del movimiento de resistencia contra el avance del fascismo en Venezuela, exige que algunos asuntos sean discutidos con inteligencia y apertura. En el tope de la agenda de discusión de los factores democráticos está el cómo combinar la protesta social con el escenario electoral. Una respuesta política integral no puede partir del supuesto de que hay que ocuparse de lo social y diferir el asunto electoral. Ambos elementos son sustanciales y eso exige pensar en cuáles son los obstáculos para actuar con la coherencia requerida.
Tanto las organizaciones de la sociedad civil como los partidos políticos han comprendido, adecuadamente, que la resistencia debe disputarle la agenda social al chavismo. Sobre ese terreno es indispensable crecer, pero no es aquí donde surgen las mayores diferencias sino, comprensiblemente, en el terreno de la participación electoral.
Individuos y organizaciones muy respetables han adelantando la opinión de que para los partidos políticos es indispensable acudir a las elecciones del año próximo con su propia tarjeta porque ello es fundamental, junto con programas y candidatos claramente identificados con esas agrupaciones, para propiciar la recuperación de los partidos. El tema es esencial porque fue precisamente la demolición de los partidos políticos lo que abrió la puerta para la aventura irresponsable del chavismo, así que cualquier cosa que contribuya a recuperar a las organizaciones políticas debe ser analizada con la mayor seriedad.
Pero la discusión no concluye aquí. En condiciones democráticas más o menos convencionales el argumento acerca de la singularidad de cada movimiento político es irrebatible. Pero la realidad es que estamos en circunstancias de democracia secuestrada por el abuso de poder y el control de las instituciones y enfrentados a una maquinaria fascistoide con liderazgo indiscutido. A ello se añade que la nueva legislación electoral obliga a los sectores democráticos a ganar no sólo los estados con mayor población sino también en algunos estados pequeños. Las desventajas para la oposición son tan grandes que es indispensable interrogarse acerca de la sabiduría de asistir con colores individuales a las elecciones de la AN.
Imaginemos un escenario de movilización popular para votar y defender el voto: Listas únicas, alianzas perfectas, tarjeta única y un programa compartido de acción en la AN. Los partidos se pueden beneficiar inmensamente del ambiente que esto generaría. Propiciar el renacimiento de los partidos puede requerir que el asunto de la identidad se difiera hasta que se recupere la democracia.
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