Juan Guerrero 19 de enero de 2020
@camilodeasis
Sin
darnos cuenta la inmensa mayoría de los venezolanos nos hemos estamos quedando
encerrados alrededor de no más de 50-80 kilómetros cuadrados. Esto es así
porque sencillamente existen restricciones que impiden nuestro libre y normal
desplazamiento físico más allá de este perímetro.
El
riesgo de quedarte sin gasolina impide que te desplaces con absoluta libertad
de un extremo al otro del país. Estás circunscrito a no más de 80 kilómetros.
De ahí en adelante debes llevar en tu vehículo algún recipiente con gasolina,
porque sabes que será casi seguro que en las gasolineras que están en las
principales vías, carreteras nacionales, permanecen cerradas porque no tienen
combustible.
Esa
restricción la vive el venezolano todos los días. Si vas más allá de ese
perímetro y buscas un transporte, te encuentras con otras restricciones. No
tienes efectivo porque en los bancos no hay dinero, o el precio supera tus
posibilidades o no tienes cómo hacer una transacción por vía electrónica usando
tu teléfono celular, o la señal de Internet o la plataforma del servicio
telefónico están fuera de servicio, o sencillamente hay un nuevo corte de
electricidad, que en promedio dura entre 3-4 horas.
Pero
si llegas a superar estos escollos te encontrarás que la mayoría de las líneas
de transporte terrestre viajan de día, por la mañana y a primera hora, porque a
partir de las 6 de la tarde es casi imposible encontrar una ruta que se atreva
a transitar por más de 100 kilómetros. El riesgo de asalto, peligro de vías en
mal estado y alcabalas con militares, policías o paramilitares que te detienen
y te exigen dinero o alimentos para permitirte continuar, es muy grande y cada
día más evidente.
Sin
darnos cuenta nos hemos acostumbrado, para sobrevivir, a un perímetro, a unos
límites que cada día nos hacen retroceder y nos obligan a permanecer en las
cuatro paredes de nuestros hogares, y un poco más allá, cuando por el día vas a
tu trabajo, que ya no dura más de ocho horas y que en muchas oficinas públicas
está señalada en horario matutino hasta el mediodía. Incluso la actividad
bancaria, pública y privada ya hace tiempo labora, de 9 de la mañana hasta las
3-4 de la tarde.
Cada
día nuestro desplazamiento se reduce, se achica, disminuye. Es que después de
mediodía, ya pasadas las 3 de la tarde, se ven las inmensas filas de ciudadanos
quienes buscan las escasas unidades de transporte para llegar a sus hogares.
Los negocios comienzan a cerrar sus puertas y bajar sus santamarías.
El
temor al asalto, a quedarte sin combustible en tu vehículo, no encontrar
abierto un expendio de alimentos o medicinas hacen que tu vida sea una angustia
diaria, una constante incertidumbre. Es una brecha ancha y honda que te aleja
del progreso, de la modernidad de la vida ciudadana normal, sosegada y
tranquila.
Pero
si esto angustia y se hace evidente cada día, lo más aterrador que observo es
la inmensa brecha social referida a la educación de niños y jóvenes. La
subalimentación y los largos períodos de desnutrición aguda a la que han sido
sometidos cerca del 60% de la población infanto juvenil, crean esa brecha
social dramática, obscena y cruel. Porque no es sólo la desnutrición que aleja
a la población del desarrollo y disfrute de los bienes materiales e intelectuales,
son las deplorables condiciones de infraestructura de los centros educativos
venezolanos. Escuelas, colegios, liceos e incluso universidades en estado
deplorable. Agravado con los sueldos-salarios de quienes ejercen actividades
laborales, tanto de servicio, administrativas o docencia-investigación, quienes
en promedio devengan menos de 3 dólares al mes.
Cada
día el proceso académico de educación formal se aleja más de los estratos
sociales C-D, que son estadísticamente los más extensos y conforman cerca del
85% de la población venezolana. Esto es dantesco y aberrante porque discrimina
a la mayoría de los ciudadanos empobrecidos y que no tienen acceso a centros
privados de educación, mientras el régimen totalitario que detenta el poder,
procura distraer la atención de la población a punta de propaganda que
desinforma y crea falsas ilusiones de igualdad y solidaridad.
En
la Venezuela del socialismo chavizta del siglo XXI la brecha social, las
desigualdades y la discriminación político-ideológicas han creado dos bloques
bien extremos. Uno que ya sobrepasa el 90%, que vive por debajo de 1 dólar al
día, y apenas otro 10% de potentados quienes desprecian al resto de la
población, les marginan y obligan a vivir con lo más básico y restrictivo,
condenados a unos límites donde debes sobrevivir.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
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