Vladimiro Mujica 29 de enero de 2020
De
manera muy dolorosa y persuasiva se ha ido estableciendo un hecho muy
inquietante: los venezolanos no podremos salir solos del agujero sin fondo en
que estamos metidos. Un esquema de gobierno de colaboración con fuerzas
extranjeras se ha ido imponiendo sobre nuestro país, de manera similar a lo que
ocurrió en Francia y otros países europeos después de la invasión nazi en la II
Guerra Mundial, donde la liberación de Europa exigió la acción coordinada de
los aliados, encabezados por Estados Unidos, Inglaterra y Rusia.
Esto
de ninguna manera quiere decir que la única salida que se despeja para nosotros
es una intervención extranjera armada para desalojar a Maduro y su camarilla de
Miraflores, pero proseguir repitiendo la cantinela simplona de que “los
problemas de Venezuela los resolvemos los venezolanos” hace un flaco servicio a
la causa de la recuperación de la democracia y la libertad para nuestro país.
Es necesario internalizar la realidad, crudamente y sin cortapisas, de lo que
está ocurriendo en Venezuela para tener alguna oportunidad de confrontar al
régimen colaboracionista. Ello incluye contemplar escenarios específicos de
presión internacional, especialmente de los países vecinos de Venezuela,
Colombia y Brasil, que no se traduzcan en una intervención unilateral de los
Estados Unidos. Algo que difícilmente va a ocurrir, y que tendría un costo
político inmenso tanto para ese país como para los sectores democráticos
venezolanos.
En
el nefasto libreto del teatro de las marionetas en que se ha convertido la
realidad venezolana, es necesario distinguir con claridad a los titiriteros y a
los monigotes. En un artículo reciente de Moisés Naím se precisa la identidad
de Cuba como uno de los agentes de control más importantes que operan en
Venezuela, en realidad literalmente un ejército de ocupación de alrededor de
50000 hombres, como lo denunciara recientemente el Secretario General de la
OEA, Luis Almagro.
Como
ya se ha establecido, los cubanos tienen entre sus labores esenciales la
seguridad del régimen y la represión brutal de la disidencia militar
venezolana. Ello aparte de funciones de control de comunicaciones,
identificación y diseño de la política internacional. Naím señala con toda
claridad que no puede resolverse Venezuela sin resolver Cuba, con todas las
implicaciones que esto tenga.
Pero
la dimensión cubana es solamente una. Rusia controla prácticamente todo el
mercado petrolero venezolano. De hecho, una buena parte de nuestro crudo
circula en tanqueros rusos para eludir el control internacional. A ello hay que
añadirle los préstamos leoninos otorgados por Rusia a Venezuela y el control
que se ejerce sobre las FAN por la vía de los equipos militares de fabricación
rusa. A los titiriteros se les añade Irán, aliado importante en la explotación
del arco minero, conjuntamente con la guerrilla colombiana no pacificada. Los
estimados sobre el negocio del oro, de magnitud en buena parte no certificada,
indican que está alcanzando los mismos niveles del negocio petrolero. Y, por
último, está el gran titiritero oriental, China, que a través de su condición
de acreedor de Venezuela y su control de parte del negocio petrolero, tiene una
influencia importante sobre la Gran Hetaira del Caribe en que lamentablemente
se ha convertido nuestra patria.
A
este cuadro de intereses de al menos cuatro naciones extranjeras y una banda
guerrillera, se suma el grupo terrorista fundamentalista musulmán Hezbollah,
con vínculos cercanos con la casta gobernante. Todo ello conforma un entramado
sumamente complejo donde las presuntas marionetas tienen también vida propia a
través de la utilización del estado fallido venezolano como un centro de
distribución de privilegios y recursos inmensos, comercializados a través de
canales legales e ilegales. Un verdadero paraíso de sinergia del crimen.
Dentro
del caos en que se ha transformado la economía venezolana, han surgido astutos
esquemas de control de la población que van desde la dolarización de la
economía, la aniquilación del bolívar y la pretensión de usar el petro, una
criptomoneda creada para evadir las sanciones internacionales, para todas las
transacciones comerciales. Todo ello ha aliviado las penurias de parte de la
población a través de los bodegones y otros centros de evasión de impuestos
destinados a disminuir la presión social corrompiendo a toda la población. Dentro
de esa aparente bonanza, que permite la entrada al país de millones de dólares
en remesas, enviadas por los venezolanos que se visto obligados a dejar el
país, y el lavado de capitales mal habidos que tienen obstaculizado el tráfico
internacional, el régimen se permite continuar con su abierta política de
represión contra la legítima Asamblea Nacional, burlándose de la comunidad
internacional.
En
resumen: Todo lo que está haciendo el presidente encargado Guaidó y su gobierno
legítimo y accidentado es necesario y ha significado un aumento del apremio
sobre El Usurpador. Todo lo que se está haciendo en términos de acumular
presión internacional es indispensable, especialmente el hito de la
demostración en la Plaza del Sol de Madrid. Pero en algún momento habrá que
terminar por caer en cuenta que el control de Venezuela está en manos de un
grupo de poderosos actores internacionales, y que difícilmente se logrará
recuperar el país dentro de un esquema puramente electoral.
Las
elecciones son un espacio indispensable, cuando sea posible ejercerlas, pero es
necesario que como ciudadanos terminemos por entender que recuperar a Venezuela
requiere una acción conjunta y coordinada que va mucho más de todo esto.
Vladimiro
Mujica
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