Pedro Benítez 25 de enero de 2020
@PedroBenitezF
Para
medir el éxito de la gira de Juan Guaidó por Europa basta con escuchar a
Nicolás Maduro. Los insultos que ha proferido contra aquel indican que ha sido
golpeado en un flanco vulnerable. La razón reside en el impacto que el audaz
viaje de su rival ha tenido puertas adentro del régimen chavista. El aparato
político y militar que sostiene a Maduro se está percatando que el apoyo a
Guaidó por parte de Estados Unidos, la Unión Europea, Colombia y Brasil es más
firme que el apoyo a Maduro por parte de Rusia, su único valedor internacional
hoy.
Nicolás Maduro ha
cometido un error clásico en la política, ha subestimado a la persona que
abiertamente le disputa el poder dentro y fuera de Venezuela.
Paradójicamente el mismo error que hace siete años se cometió con él cuando fue
elegido como el sucesor. En aquel entonces se descalificó a Maduro por haber
sido autobusero y no tener ninguna preparación ni carisma. Craso error que
Venezuela ha pagado con uno de los gobiernos más destructivos que ha conocido
el mundo moderno.
En 2013 Maduro era parte de un proyecto político
internacional monitoreado desde Cuba que tenía mucho interés
en que él siguiera en el poder. Eso no se vio en su momento.
Así como Maduro no había visto, o no quiso ver la
magnitud y determinación de la alianza internacional que se estaba gestando en
su contra. Tampoco ha visto, o no ha querido ver, la determinación del joven
diputado que hace un año lo desafió desde la Asamblea Nacional de
Venezuela (AN). Muchas veces en la política se asume como cierto lo que se
dice públicamente. Maduro al parecer se ha creído su propio discurso contra
Guaidó y ha actuado en consecuencia.
En sus cálculos Guaidó debería estar liquidado
políticamente a estas alturas. Sólo tenía que esperar que las guerras internas
de la oposición y la frustración sepultaran al nuevo líder mientras él seguía
aplicando una represión selectiva.
Pero no ha sido así, gracias en buena medida al propio
Maduro y a ese estilo arbitrario y matonesco del cual es prisionero el
chavismo.
Presionado por la falta crónica de divisas, y con una
aparente oferta rusa de financiamiento sobre la mesa, intentó precipitar la
liquidación de la AN asaltando militarmente la sede parlamentaria e imponiendo
por la fuerza una directiva espuria el 5 de enero pasado.
Esa arbitrariedad, que fue vista por la opinión
pública del mundo entero, ha salido mal de todas las formas posibles y no ha
servido para sus propósitos originales. El único gobierno del mundo que ha
reconocido la presidencia paralela del Parlamento impuesta ha sido el ruso. Los
gobiernos de Argentina, México, Uruguay no lo han reconocido.
Tampoco lo han hecho hasta ahora los de China, Nicaragua y Cuba,
cada por sus propios motivos.
Pero presionado por el ala radical que encabeza Diosdado
Cabello, Maduro ha optado por no resarcir el error, sino por el contrario
persistir en el mismo con la típica táctica chavista de correr hacia adelante y
aumentar la apuesta.
Esta es la oportunidad que Juan Guaidó vio y que ha
venido exprimiendo todo lo que ha podido. Se está dedicando a explotar los
errores del contrario. Una jugada clásica.
Aprovechó primero para reagrupar el apoyo a su persona
dentro de la AN y de la oposición; desafió al poder militar que tenía tomado el
recinto del Parlamento; y a continuación dio la segunda sorpresa al salir del
país e iniciar una gira que ha resultado inesperadamente exitosa gracias al
propio Nicolás Maduro.
Ver a un Guaidó siendo recibido como jefe de Estado
por varios de los principales líderes de Europa Occidental es algo que le ha
pegado en lo personal al cada vez más aislado Maduro. Pero no sólo es una
cuestión de vanidad personal (no obstante, siempre hay que tener en cuenta el
factor humano) sino también del manejo del poder dentro de su propio régimen.
Maduro apostó al apoyo de Rusia porque
eso lo fortalecía frente a su propia gente y ante la Fuerza Armada
Nacional (FAN). Poco importaba que ese apoyo fuera por fuerza de la
necesidad mucho menor de lo que ha aparentado ser. Rusia es una potencia
nuclear con un gran aparato de comunicación a nivel global y estaba con él. Ya
vendrían más apoyos. Tarde o temprano los Estados Unidos y Europa se
cansarían de apoyar la causa de la Asamblea Nacional. Era cuestión de tiempo.
Pero no ha resultado así. Guaidó tomó ese precioso segundo
aire que necesita todo luchador para contragolpear. Ese segundo aire se lo
regaló el propio Maduro. Él lo sabe. Fue su error.
También sabe que muchos factores claves del poder
chavista, en particular los militares (que no quieren confrontación sino negociación)
están viendo que la oposición no está ni derrotada ni en desbandada ni huérfana
de apoyos.
Si un Guaidó casi en nocaut se atrevió a encarar a un
comandante militar, ¿con qué actitud regresará a Venezuela luego de esta gira?
Maduro no ha podido hacerse (por las malas) de la
mayoría de la AN, y el respaldo a esta por parte de Estados Unidos,
la Unión Europea y los gobiernos del Grupo de Lima es
por lo visto más firme que el de Rusia a él que aún no tiene sus concesiones
petroleras ni la seguridad de cobrar sus deudas.
Por eso los insultos e improperios de Maduro contra
Guaidó este miércoles en Caracas. Este es una realidad política que
no puede ignorar.
Pensando en el balance de poder dentro del propio
régimen, y tomando en cuenta su aislamiento internacional, en esa misma
intervención pasó del insulto más procaz a pedir diálogo, acuerdo y elecciones.
Incluso invocó el apoyo de los gobiernos de Argentina
y México, los mismos a los que pocas horas antes Diosdado Cabello cuestionó por
tibios.
Eso sí, sin Guaidó y sin los partidos que son mayoría
en la AN.
Esa sigue siendo su estrategia hacia ninguna parte:
Escoger a su propia oposición. Sentarse a dialogar con esta. Convocar
elecciones donde sea esta la que participe.
Ese es el detalle: pretende escoger a una “oposición”
e ignorar a la otra. La otra que sí es representativa y que le puede ganar.
Pero esa otra es la única que con la que puede llegar a algún acuerdo concreto
que sea reconocido internacionalmente.
Ignorar y subestimar a Juan Guaidó sólo ha conseguido
que este sea ahora para él un problema mucho mayor.
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