Luis Ugalde, SJ 13 de agosto de 2020
El
fracaso de la política y la imposición del mal común nos obligan moralmente a
todos a asumir la responsabilidad del rescate de la República. Con la reinante
y creciente negación de la vida y la dignidad humana, la omisión es complicidad
y grave pecado.
1-
La GENTE (incluidos los chavistas) quiere cambiar, salir del régimen y de
Maduro que lo sostiene, librarse de la pesadilla actual y volver a vivir.
Cuanto más dure, más se agrava y más difícil será renacer. Venezuela sabe que
la oposición democrática está en contra del régimen, pero no está muy
convencida de que tenga la voluntad política y la prioridad económico-social
para salir de la actual indigencia nacional.
2-
La DICTADURA organiza una elección parlamentaria para perpetuarse, para no
cambiar. La organiza de manera fraudulenta, eliminando toda posibilidad de
perderla. Lo fundamental es quitar a los demócratas la Asamblea Nacional
legítimamente electa y eliminar a su Presidente Guaidó que -a pesar del
desgaste- es legítima referencia principal para los demócratas de América y
Europa y para la oposición nacional.
Esta
elección dictatorial y usurpadora ha tomado decenas de decisiones, violando la
ley y la Constitución y cambiando todo lo que le convenga. Hasta eliminó el
voto indígena universal, libre y secreto y ha establecido una elección comunal
a mano alzada y con candidatos filtrados.
Claramente
la próxima elección parlamentaria es una burla y no un camino hacia la
democracia. Entre la pandemia y esta mueca electoral lo sensato sería aplazar unos
meses la elección y crear condiciones.
3-
El punto político más débil del régimen es LA NECESIDAD Y DESESPERACIÓN DE LA
GENTE aplastada por la pobreza y las carencias económico-sociales cotidianas.
Es el mayor potencial político para salir de la usurpación.
En
EE.UU., Alemania o España, en la actual crisis la economía (producción, empleo,
ingresos de decenas de millones…) premia a los gobiernos o los derrota. Mucho
más en Venezuela donde la pobreza extrema llega al 80%, la mayoría de las
empresas están semiparalizadas debatiéndose entre el cierre y la sobrevivencia,
y la agonía de todos los servicios públicos deja en evidencia el desastre de la
gestión pública. Al malestar vital políticamente explosivo le falta expresarse
en miles de puntos del país de manera descentralizada y no fácilmente
reprimible y convertirse en el centro de la protesta política.
La
economía social y la activación empresarial productiva se han convertido en
factores políticos de máxima prioridad. El mal común impuesto por la tiranía
reinante no se podrá revertir sin la salida del dictador y sin una enorme y
excepcional unidad nacional e internacional para la reconstrucción. El dictador
no quiere cambiar el modelo impuesto, ni podría lograr el imprescindible apoyo
nacional e internacional.
Cuando
las instituciones políticas se prostituyen y violan la Constitución, todos los
ciudadanos tenemos “el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva
vigencia” (Constitución art. 333)
Sin
excluir a los partidos, todos los factores no político-partidistas como las
iglesias, universidades, gremios, asociaciones, jóvenes, trabajadores,
empresarios… que constituyen la sociedad civil organizada que asumen su
responsabilidad del bien común y crean la unidad superior nacional e internacional.
Por eso la Iglesia católica, los universitarios de las diversas casas de
estudios, los socialcristianos, las academias en conjunto van coincidiendo en
sus lúcidos y dramáticos comunicados… No vale decir “no nos metemos en
política”, pues la Sociedad Civil es fundadora y responsable de la República.
4-
LOS POLÍTICOS de todos los colores, junto con los diversos liderazgos de la
sociedad civil organizada y los militares, necesitamos RECENTRARNOS en torno a
la tragedia económico-social de la gente. Sufrirla y nutrir de ella las
propuestas, la acción política y la unidad superior para reconstruir el país
cambiando el régimen. Unidad muy inclusiva de partidos, grupos de la sociedad
civil y líderes de diversas instituciones sociales. Unidad excepcional -aun de
quienes no se hablaban- y sorprendente, que sacuda al país desalentado y lo
ponga de pie.
Cada
sector desde su especificidad, cada comunidad desde su lugar geográfico e
identidad tenemos que decirnos y decirle al mundo que este infierno no puede
continuar. Sin esta conversión y movilización nacional de todos nosotros
superando límites de instituciones, barreras y diferencias legítimas, el
inmenso apoyo democrático internacional será impotente y quedará en buenas e
inoperantes declaraciones. Al igual que los buenos manifiestos internos.
La
ética de la reconstrucción nos exige trascender las restrictivas togas,
sotanas, gorras militares y franelas partidistas, para encontrarnos bajo la
única bandera tricolor del renacer nacional. Esfuerzo superior sostenido, uno y
múltiple, para que Venezuela regrese a la vida en democracia.
Luis
Ugalde, SJ
Bravo!!!
ResponderEliminar