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viernes, 23 de septiembre de 2022

Nicaragua en el corazón, @fanzinero


Por Rafael Uzcátegui

Según las últimas cifras recopiladas por la Red Nicaragüense por la Democracia y el Desarrollo Local un total de 1.877 organizaciones sin fines de lucro (OSFL) han sido ilegalizadas en el país centroamericano en los últimos meses. Debido a la persecución vinculada (órdenes de privación de libertad, requisa de bienes institucionales y personales), muchos de sus integrantes han tenido que salir del país al exilio. Sin duda, esta constituye la peor situación de violación del derecho a la libertad de asociación y reunión en el continente.

La mayor cantidad de estas ilegalizaciones ocurrió inmediatamente después de las protestas ciudadanes en Nicaragua del año 2018. 1.521 organizaciones fueron víctimas de un decreto de la Asamblea Nacional, controlada por el orteguismo, para colocarlas al margen de la ley. De las restantes, 300 fueron por un acuerdo ministerial, mientras que 56 fueron como consecuencia de una resolución administrativa. Estos mecanismos intentan darle un barniz de legalidad a la arbitrariedad, luego de meses de una campaña de estigmatización pública que tenía como objetivo generar un ambiente propicio para la ofensiva contra las organizaciones sociales independientes nicaragüenses.

En Provea hemos tenido la oportunidad de conversar con muchos de estos defensores y defensoras de derechos humanos que hoy se encuentran en el exilio, en situación de vulnerabilidad y separados de familiares y seres queridos. No hay manera de no sentir su dolor y sus deseos para su país como nuestros. Algunos de ellos vienen del propio movimiento sandinista, como Vilma Núñez, lo que nos reitera que los regímenes represivos instalados en varios países de la región no tienen que ver con ideologías, sino con la antinomia democracia versus autoritarismo. La lucha de los nicaragüenses es la misma que la de los venezolanos, por lo que tenemos que aumentar nuestras expresiones y acciones de solidaridad con ellos, que a su vez es una manera de ayudarnos a nosotros mismos. Daniel Ortega es el mal ejemplo que siguen presidentes como Nicolás Maduro y Najib Bukele.

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