Opus Dei 24 de septiembre de 2022
@OpusDeiVE
Comentario del 26.º domingo del Tiempo
ordinario (Ciclo C). “Hasta los perros acercándose le lamían sus llagas”.
Imitar la misericordia de Dios es ser compasivos con quienes sufren pequeños y
grandes dolores, dando sin medir, amando con todo el corazón.
Evangelio
(Lc 16,19-31)
En
aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos:
Había
un hombre rico que vestía de púrpura y lino finísimo, y todos los días
celebraba espléndidos banquetes. Un pobre, en cambio, llamado Lázaro, yacía
sentado a su puerta, cubierto de llagas, deseando saciarse de lo que caía de la
mesa del rico. Y hasta los perros acercándose le lamían sus llagas. Sucedió,
pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán;
murió también el rico y fue sepultado. Estando en los infiernos, en medio de
los tormentos, levantando sus ojos vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro en su
seno; y gritando, dijo: «Padre Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro para
que moje la punta del dedo en agua y me refresque la lengua, porque estoy
atormentado en estas llamas». Contestó Abrahán: «Hijo, acuérdate de que tú
recibiste bienes durante tu vida y Lázaro, en cambio, males; ahora aquí él es
consolado y tú atormentado. Además de todo esto, entre vosotros y nosotros se
interpone un gran abismo, de modo que los que quieren atravesar de aquí hasta
vosotros, no pueden; ni tampoco pueden pasar de ahí hasta nosotros». Y dijo:
«Te ruego entonces, padre, que le envíes a casa de mi padre, porque tengo cinco
hermanos, para que les advierta y no vengan también a este lugar de tormentos».
Pero replicó Abrahán: «Tienen a Moisés y a los Profetas. ¡Que los oigan!» Él
dijo: «No, padre Abrahán; pero si alguno de entre los muertos va a ellos, se
convertirán». Y le dijo: «Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, tampoco se
convencerán aunque uno resucite de entre los muertos».
Comentario
Este
domingo contemplamos la célebre parábola del hombre rico y el pobre Lázaro.
Según dice Lucas unos versículos antes, Jesús la dirigió a los “amantes del
dinero, que se burlaban de él” (v. 14). El relato tiene mucha densidad de
significado y hoy podemos meditar sobre algunos puntos de su mensaje.
Lo
primero que salta a la vista del personaje rico es que no tiene nombre. Posee
en cambio una ingente riqueza que le permite dar espléndidos banquetes a
diario. También viste prendas muy costosas para subrayar su posición social y
el poder adquisitivo de que goza. En efecto, la púrpura era un tinte lujoso de
color muy duradero elaborado a base de moluscos de mar, y el lino finísimo
solía traerse directamente de Egipto. Eran telas propias de monarcas. En cierto
sentido, este rico encarna de forma anónima y plana a todas las personas y
sociedades opulentas.
En
cambio, el pobre de la parábola sí tiene nombre. Es alguien concreto para
Jesús: lo llama muy a propósito “Lázaro”, forma griega de Eleazar, que
significaba en hebreo “Dios ha ayudado”. Este personaje refleja a todas las
personas que padecen necesidad o sufren injustamente. Nos recuerda también a
Lázaro, el amigo enfermo que Jesús resucitó en Betania, según cuenta san Juan,
y que el Sanedrín decidió matar (cfr. Jn 11).
Jesús
emplea algunas categorías conocidas en el judaísmo de su tiempo para explicar
el destino final del rico y el pobre Lázaro. El relato no parece interesado
tanto en describir cómo es el mundo futuro, sino en subrayar dos cosas: la
inmortalidad del alma y la justa retribución divina por todas nuestras
acciones. El hombre rico acaba mal y es condenado al Hades. En medio de su
tormento, pide a Abrahán que alerte a sus hermanos del castigo que les espera
con una señal más llamativa que las meras Escrituras. El rico evidencia en todo
su proceder la actitud de quienes piden milagros para creer y, a la vez, culpan
a Dios de su indiferencia religiosa y su forma de vivir.
Jesús
advierte de que esta mentalidad vuelve tan ciegos a los hombres, que no
creerían aunque viesen un muerto resucitar. De hecho, el rico ni siquiera era
capaz de ver el signo visible que Dios ponía delante de su puerta todos los
días: el pobre enfermo y hambriento al que solo se acercaban los perros para
lamerle las heridas. Por eso el rico mereció el castigo. Como aclara san Juan
Crisóstomo, el personaje “no era atormentado porque había sido rico, sino
porque no había sido compasivo”[1]. Jesús señala
así el peligro que nos acecha a todos y en especial a los que poseen bienes: la
indiferencia hacia los demás y hacia los que sufren; lo que el Papa Francisco
ha llamado repetidamente la cultura del descarte[2].
La
parábola nos anima pues, entre otras cosas, a vivir de forma personal y
colectiva las obras de misericordia, como una forma clara de atajar la
indiferencia. En la medida en que podamos, hemos de procurar remediar la
indigencia humana, la cual, como dice el Catecismo, “no abarca sólo la pobreza
material, sino también las numerosas formas de pobreza cultural y religiosa”[3]. En este
sentido, san Gregorio Magno explicaba que “cuando damos a los pobres las cosas
indispensables, no les hacemos favores personales, sino que les devolvemos lo
que es suyo. Más que realizar un acto de caridad, lo que hacemos es cumplir un
deber de justicia”[4].
Por
otro lado, a los que sufren les acecha también el peligro de la desconfianza
hacia Dios, que parece no escuchar y que deja hacer y triunfar al
cínico y al poderoso, a quienes se querría criticar y denunciar por sus abusos.
El silencio manso y elocuente del pobre Lázaro nos invita a ser fieles y
confiar en Dios, que sabe premiar la virtud y retrasa todo lo posible el
castigo, hasta preferir ser acusado de indolente antes de dejar de ser compasivo.
La figura de Lázaro (“Dios ha ayudado”) nos anima a rezar por los demás y a
vivir la paciencia que, como dice san Josemaría, “nos impulsa a ser
comprensivos con los demás, persuadidos de que las almas, como el buen vino se
mejoran con el tiempo”[5].
[1] San Juan Crisóstomo, Hom. 2 in Epist. ad
Phil.
[2] Papa
Francisco, Homilía, 17 de marzo de 2018.
[3] CIC, n. 2444.
[4] S. Gregorio Magno, Serm. past. 3,21.
[5] San
Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, n. 78.
Tomado
de: https://opusdei.org/es-ve/gospel/2022-09-25/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico