Julio Castillo Sagarzazu 21 de noviembre de 2022
Las
fuerzas democráticas venezolanas tienen el desafío de romper la polarización
para poder avanzar
Pareciera
útil parodiar el nombre de la novela de Marcel Proust para adentrase un poco en
la realidad política y social de Venezuela. En la obra de Proust, el narrador
da un bocado a una magdalena (ese ponquecito tan típico para desayunar en
Europa) y el sabor le hace evocar su niñez y los pasajes que sirven de columna
vertebral al relato.
Las
elecciones de medio término en los Estados Unidos, pero también las que han
ocurrido en el entorno de Venezuela, en los últimos meses, son una suerte de
magdalena, que podrían permitirnos evocar algunas de las falencias de la
oposición venezolana y aportar pistas sobre cómo podrían superarse.
Veamos:
En los
Estados Unidos, todas las encuestas vaticinaban una marea roja republicana que
dejaría en serios aprietos a los demócratas en el Congreso, el Senado y varias
de las gobernaciones de estados importantes para encarar la próxima elección
presidencial. Ya todos sabemos que no ocurrió. Biden, el presidente de más baja
popularidad en la historia norteamericana que ha enfrentado estas elecciones,
ha sido el que menos ha sido castigado en ellas. Estos fenómenos tienen causas
plurales, pero en el caso que nos ocupa no es descabellado señalar uno como el
más importante: se trata de la entrada en escena de Donald Trump. ¿Por qué?
Pues porque Trump es una figura polarizante. No hay duda de que su actitud y su
discurso sacaron de su poltrona tanto al votante demócrata promedio,
decepcionado de Biden, como al republicano más liberal y los movilizó para ir a
votar en su contra. Su imagen particular; la evocación del asalto al Congreso y
el clima crispado de los días de la elección, tuvieron la suficiente fuerza en
el inconsciente colectivo norteamericano para transformarse en fuerza
electoral.
En el
caso de Brasil, fue igualmente evidente que Lula no tenía la fuerza electoral
por sí mismo para derrotar a Bolsonaro. Fue su desplazamiento hacia el centro,
e incluso hacia la centro derecha, lo que logró ese 1% definitivo para que
pudiera imponerse a su rival, igualmente, un personaje polarizador.
Mutatis
Mutandi, fue lo mismo que hizo Petro en la segunda vuelta colombiana y Macron
en Francia para vencer a Le Pen.
Esta
reciente evidencia pareciera indicar que los candidatos obviamente deben partir
de sus propias posiciones, sus visiones, sus cualidades y sus liderazgos
labrados a pulso, pero que, para conquistar victorias electorales, deben
desplazarse hacia el centro para poder crecer.
Es
igualmente obvio que esto no ha sido siempre así. Ha habido momentos en los que
los pueblos se van detrás de lideres extremistas, mesiánicos y populistas, pero
lo que pareciera estar operando en la conciencia política y electoral de los
pueblos es una reacción ante las disrupciones de opinión publica que han
constituido la pandemia, la guerra de Ucrania, la recesión mundial y sus
consecuencias que tiende a alejarlos de las zonas de conflicto; a buscar
seguridad, evitar la confrontación y las salidas violentas.
En
Venezuela la polarización ha sido la zona de confort del chavismo. El
enfrentamiento entre pobres y ricos, patriotas y apátridas; escuálidos y
revolucionarios ha sido la trampa en la que ha caído, no pocas veces, la
oposición democrática. Los problemas de la gente, el planteamiento
“transversal” de las necesidades sociales se ha dejado en un segundo plano.
Como siempre ha ocurrido en la historia de las transformaciones sociales, los
pueblos llegan a conclusiones políticas cuando entienden que sus problemas
concretos y cotidianos no se resolverán sin un cambio en la dirección del
país.
Ello
no implica, en modo alguno, caer en el pedestre ofrecimiento de que la
oposición tapara todos los huecos de las calles y limpiara todas las
alcantarillas como si Venezuela fuera un `país normal porque no lo es. Lo que
pareciera un deber de la dirección política opositora es justamente hacer ese
“link” entre situación social y necesidad del cambio político.
Romper
la polarización, desplazarse hacia el sentimiento de las grandes mayorías con
una oferta creíble, responsable, sin concesiones de principios y de la ética,
pareciera ser el desafío de hoy.
Julio
Castillo Sagarzazu
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