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lunes, 28 de noviembre de 2022

El día que la Tierra cambió de rumbo, por @robertohungc


Era el 17 de febrero del año 1600 y se llevaba a cabo la ejecución de una decisión judicial que condenaba a la hoguera a Giordano Bruno, sentencia que resultase de un proceso judicial instaurado por el inquisidor Roberto Belarmino, por haber incurrido el acusado en muy graves afrentas contra el ordenamiento vigente en la época.

Innumerables pueden ser y son las discusiones y trabajos sobre este particular personaje, nos referimos a Bruno, y su muy elevado conocimiento en materia de matemática, astronomía, teología, filosofía, ente otros, temas y sus profundidades que aquí no trataremos, sino más bien en un sentido absolutamente contrario, es decir, a lo más simple y elemental de su pensamiento que lo llevase a juicio y muerte, el atreverse a sugerir, que era el planeta Tierra el que giraba alrededor del Sol y no lo contrario, el Sol alrededor de la Tierra, lo que representaba en la época la verdad oficial.

Imaginémonos que hoy, por esa afirmación, que más que verificable resulta hasta de las más elemental intuición, a mí por hacerla y a usted por leerla y osar cuestionar la verdad oficial de los agentes de poder pudiera llevarnos a enfrentar un proceso judicial, y que más allá de evidente, nos encontramos ante un absoluto despropósito, que se pretendiera justificar una farsa de proceso judicial así que como es la ley la que otorga tal consecuencia jurídica (muerte en la hoguera) al supuesto de hecho (cuestionar el heliocentrismo) debe simplemente acatarse ciegamente y tenerse como verdad absoluta, algo sin duda propio de sociedades tribales y primitivas.

Resulta que pocos años más tarde se la ejecución de Bruno se llevaba a cabo otro proceso judicial muy similar, el acusador y los cargos, los mismos, Roberto Belarmino y el cuestionamiento de la verdad oficial, el acusado: Galileo Galilei, quien a diferencia de sus antecesores como acusado, pudo evitar en un primer momento el mortal desenlace mediante una muy perversa y tribal práctica propia de sociedades y regímenes despóticos como lo fue acogerse a la «aceptación de los hechos» y de esa manera conseguir una posición «procesal» y «legal» menos desfavorable.

Llama la atención como en múltiples foros y reuniones en las que participen profesionales del derecho al momento de tratar cualquier tema pretenden mediante rebuscados argumentos y construcciones mentales dar respuesta a situaciones, muchas de las cuales son hasta intuitivas, dejando muchas veces en abierta evidencia como el Derecho, más bien la legislación, su enseñanza y ejercicio, lejos de ser potenciadores de avance, valor y calidad de vida, contrariamente pueden constituir taras sociales que limitan el progreso, generándose oscuros abismos alimentados de leguleyerismos y logorrea exacerbada que parecieran prefrabricados con la intención de limitar el acceso a discusiones que procuren avances sociales, foros propios más bien de antiguos inquisidores que pretendían justificar la aplicación del derecho mediante fórmulas sacramentales y estrambóticos rituales.

La historia de la humanidad, las sociedades y el derecho son sin duda motivo de admiración, y el estudio de su evolución, o mejor dicho mutación, ya que no necesariamente ha sido para mejor, es muy necesario para saber hacia donde dirigirnos si verdaderamente deseamos apuntar a una noción de derecho que atienda a la libertad y seguridad jurídica, y no como hoy en día observamos que existen sociedades en las que su cultura jurídica permanece absolutamente tribal, barbárica y primitiva respecto a los avances de otras áreas del conocimiento. lo que bien podría hacernos afirmar que a diferencia de lo que comúnmente escuchado sobre la Edad Media, estaríamos en estos momentos atravesando la época más oscura de la humanidad cuando literalmente existen sociedades cuyos miembros que la conforman deban soportar las consecuencias de la cínica voluntad y excentricidades de cínicos personajes que pretenden ser sus líderes y autoridades, algo que sin duda debimos haber superado hace ya mucho tiempo.

Imposible dejar de pensar y reflexionar sobre la primitiva idea de derecho, de juridicidad, legalidad y qué decir del proceso judicial de esas eras oscuras en las que la noción de ley era la de orden impartida por los agentes de poder en sus distintas jerarquías y feudos, y que pretendían que fuesen ciegamente acatadas sin importar su irracionalidad y desviación de valores y principios esenciales, incluso, de la más elemental intuición, o de juicios al buen estilo inquisitorial como el llevado en contra de Bruno, de Galilei, la Juana de Arco, pero como a ellos y cientos otros bien conocidos y documentados, cuantos otros miles fueron condenados injustamente y llevados a la hoguera, a la horca, a la guillotina o condenados a otras crueles penas.

Dirigimos nuestra mirada a esas farsas de procesos judiciales y noción de derecho que por el simple hecho de cuestionar a autoridad con criterios de objetividad científica y agnosticismo ideológico constituían más que delito, pecados, de los que dependía la vida del sensato que no entendía por qué debía renunciar a la razón. Analizamos hoy con horror los criterios con que eran llevados adelante los múltiples juicios que no eran más que meras obras plagadas de ordalías y otras absurdidades que además eran justificación para que los acusadores, inquisidores y jueces se hicieran de los bienes de los acusados expoliando y esquilmando no solo a los ejecutados sino a su familia, y nos preguntamos: ¿Creían genuinamente esas personas, esas sociedades que lo que estaban haciendo era lo correcto? ¿Era esa su idea de derecho? ¿Estaban convencidos de ello? ¿Tenían consciencia que todo ello era la negación del derecho? ¿Qué dirían de ellos mismos si pudieran trasladarse a nuestro tiempo y ver hacia atrás? y ahora unas interrogantes mucho más incómodas pero necesarias: ¿Por qué habríamos de creer nosotros que los criterios y nociones que hoy tenemos de derecho y de proceso estarían bien? ¿No estaríamos absolutamente equivocados en nuestra idea de derecho? ¿Por qué habrían estado equivocados ellos en la edad media y nosotros no? ¿A cuántos no hemos llevado en estos días injustamente a la hoguera? ¿Cuántos procesados y ejecutados, así como de sus familiares y allegados no han sido objeto de expolio esquilmo por neoinquisidores?

Las reflexiones antes formuladas no tienen otra intención que animarnos a repensar no solo la idea de derecho en general, sino muchas de las instituciones en las que aún hoy en día creemos ciega y supersticiosamente a pesar de haberse superado las situaciones de hecho que en tiempos pasados justificaron su creación pero que hoy en día ya son no solo insostenibles sino contrarias a la propia evolución de la sociedad y sus instituciones.

Los nuevos tiempos y realidades nos obligan a replantearnos muchas cosas, pero debemos ser muy cuidadosos ya que ante ese afán y pasión por abrazar lo nuevo podemos incurrir en otras graves situaciones como lo es la creencia falaz de que lo actual, lo moderno, lo tecnológico, lo digital, por el simple hecho de serlo constituye también una realidad en la que ciegamente habrá de seguirse, por eso el llamado es también al pensamiento crítico, incluso escéptico de soluciones mágicas e irreflexivas.

Y ya que nos movemos en las aguas de las interacciones digitales que nos invitan a repensar tantas instituciones y siendo las redes sociales una muestra importante, no podemos dejar a un lado los nuevos oficios entre los que se encuentran los llamados «influencers» con contenido de todo tipo que van desde los más generales e imbecilizantes hasta los más especializados y enriquecedores en áreas tan interesantes como la neurociencia o astrofísica, un nuevo campo de la interacción social y digital de la que han surgido verdaderos fenómenos como el caso del «Tiktoker» inmigrante senegalés Khaby Lame quien con más de 150 millones de seguidores en poco más de dos años, pasó de un absolutamente desconocido a ser la imagen de importantes marcas e invitado permanente en los mayores eventos sociales, comerciales y deportivos a nivel mundial sin prácticamente decir una sola palabra, al buen estilo de Charles Chaplin, simplemente exponiendo en breves segundos como existen formas más intuitivas, más lógicas, más simples de como resolver asuntos cotidianos que se nos presentan que a veces complicamos con posturas y soluciones rebuscadas y que hasta en ocasiones generan mayores complicaciones, en vez que atender a las opciones , explicaciones o soluciones más simples, algo así como una nueva versión en formato digital de la Navaja de Ockham.

Bruno fue ejecutado y muchos años después fue reivindicado, erigiéndose una estatua en el mismo lugar donde tuvo que cumplir la injusta sentencia, cuantos hoy no son tenidos como los nuevos herejes por simplemente negarse a creer ciega e irreflexivamente la verdad oficial, esa que en otros tiempos afirmaba que el Sol giraba alrededor de la Tierra, hoy sabemos que es todo lo contrario. Nunca hubo un acto que revocase esa verdad, que se declarase que desde ese momento en adelante la Tierra cambiaba de rumbo y pasaba a girar alrededor del astro mayor ¿Cuántas veces más debe creerse la falsa verdad oficial, obedecerse ciegamente la ley irracional y someterse al proceso falaz? ¿Cuánto tiempo más debemos esperar para que la Tierra cambie de rumbo, cuántos herejes deben ser llevados a la hoguera?

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