Durante más de un siglo, Venezuela estuvo signada por su producción petrolera y copó todos los espacios posibles de la vida del país, desde la política –Betancourt dixit– pasando por su economía hasta llegar a la sociedad articulada en torno a sus vaivenes. No hubo momento socioeconómico y político que no estuviese abierta o subliminal vinculado a la producción de hidrocarburos.
En la actualidad, el mundo -por confluencia de circunstancias- está comenzando a mirar para otro lado. Europa y Estados Unidos encabezan los países que, dentro de dos décadas a más tardar, no permitirán la producción ni siquiera de un vehículo de combustión interna. La inestabilidad de los precios de los combustibles fósiles y su utilización geopolítica por parte de algunos países, la guerra de Ucrania y la dependencia europea del petróleo y gas ruso y más dramáticamente, por la proliferación del cambio climático, han impulsado esta tendencia en la reducción de la compra de petróleo global.
Venezuela certificó hace pocos años la reserva petrolera más grande del mundo. Se invirtió mucho dinero público para ello y se ha utilizado con mucha frecuencia como un elemento propagandístico para resaltar nuestra importancia geopolítica y geoestratégica en toda la región. Sin embargo, en los últimos años, un declive importante en su producción y una inestabilidad de los precios ha provocado una enorme crisis fiscal en sus finanzas públicas abriendo la necesidad de un nuevo horizonte, donde la dependencia monoproductiva debe ir dando paso a otro tipo de economía y modo de vida.
El país luego de estar más de un siglo estrechamente vinculado a su destino y casi atado al petróleo, debe comenzar a caminar hacia otros rumbos. Aunque pensemos que vamos a vivir del petróleo por muchas décadas más, la evidencia empírica nos está mostrando claramente que no va a ser así. ¿Estamos pensando en ello? ¿Estamos diseñando políticas públicas que nos permitan vivir de una manera distinta aprovechando otras capacidades que podamos generar? Son interrogantes necesarias para ir dilucidando nuestro destino como nación y como país.
Ante ello, es extremadamente importante comenzar a debatir ideas, proyectos, estrategias, caminos, entre otras cosas, para apuntalar el modo de vida del Estado venezolano por el próximo siglo. Pensar en eso más allá de las polémicas políticas que a diario protagonizan la agenda pública del país, es indispensable en estos tiempos. Por ello, saludo con mucha satisfacción la ejecución del proyecto “Venesis” a cargo de la UCAB y en cuya coordinación se encuentra el reconocido sociólogo Luis Pedro España, como una manera de ir posicionando estos temas tan necesarios para lograr la articulación del país del futuro a partir de ahora.
Desde enero del próximo año, toda Venezuela comenzará a conocer de primera mano los resultados de estos grandes debates acerca de las temáticas más importantes para nuestro futuro. Esta es una enorme oportunidad para que el país político asuma con entereza y de manera consensuada, los pensamientos y las propuestas que surgen desde los rincones más apartados de nuestra geografía. El objetivo es construir el país entre todos e ir más allá de nuestra atadura histórica a la renta petrolera.
https://efectococuyo.com/opinion/la-venezuela-del-futuro-atada-al-petroleo/
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