Rafael Gallegos 27 de noviembre de 2022
Ante
no poca apatía nacional el poeta Rafael Cadenas acaba de obtener el premio más
importante otorgado a un escritor venezolano, el Premio Miguel de Cervantes,
llamado por muchos el Nobel de literatura hispano.
El
premio coloca a Cadenas en el exclusivo olimpo de Borges, Vargas Llosa,
Fuentes, Alberti, Delibes, Carpentier y otras luminarias de la literatura
hispana. Y si aunamos el Premio de Poesía Reina Sofía otorgado a él en 2018, no
es difícil plantear que Rafael Cadenas es hoy por hoy, uno de los poetas más
importantes del mundo.
Sin embargo, en Venezuela su figura es poco conocida, y sus libros, mucho menos. Rafael Cadenas dista del milagro comercial del Nobel García Márquez – quien por cierto no ganó el Cervantes – que en una ocasión expresó que no le perdonaban ser un escritor que vendía muchos libros, como perros calientes, en un continente donde nadie lee.
Tal
vez si Cadenas fuera un pelotero o un cantante, el premio hubiera hecho vibrar
a Venezuela. Pero así somos, los atletas mentales parecen no ser tan
importantes en nuestro país, y tal vez por allí se cuela la crisis que
padecemos.
Ya
Rómulo Gallegos va resultando una avenida en el este de Caracas. Uslar Pietri
se va desdibujando en el pensar colectivo. Y el gran José Rafael
Pocaterra… ¿quién es ese?
Uno
piensa que Gallegos es una figura literaria muy conocida en Latinoamérica. Pero
no es así. En estos días al pagar, en una librería de Cúcuta, el cajero anotó
mi apellido como Gallego, y le dije: Gallegos, como Rómulo Gallegos. Y el
dependiente me preguntó: ¿Rómulo Gallegos?, me suena, ¿es un cantante?
¿Qué
canción le adjudicarán al nuevo premio Cervantes?
Rafael
Cadenas, ¿Flor en el pantano?
Mientras
Cadenas es reconocido hasta la saciedad por los centros literarios en el
extranjero, en Venezuela la educación deja mucho que desear. Las universidades
del estado en su mínima expresión. Las escuelas y liceos públicos ídem.
Los
profesores y maestros reciben sueldos de menesterosos. Muchos de los alumnos no
asisten porque no tienen comida o transporte. La escasez de profesores de
física, química y matemáticas es endémica.
Hace
poco oí esta conversación de adolescentes:
-¿Cómo
te preparas para los exámenes finales?
– Voy
bien, menos en matemáticas que no tenemos profesor… pero no importa porque me
van a promediar con las otras notas y apruebo…
Quedé
horrorizado. ¿Qué podrá estudiar ese muchacho en el futuro? ¿Podrá competir con
los japoneses que cuando salen del bachillerato dominan varios idiomas y leen
52 libros al año? Y si agregamos que los miles de niños desnutridos de
Venezuela estarán sub capacitados para laborar en el futuro y no podrán
agregar valor a la sociedad… ¿a dónde vamos?
¿Quién
le pone el cascabel al gato? Grandes pensadores venezolanos han advertido que
nuestra prioridad es la educación. Bolívar dijo que moral y luces son nuestras
primeras necesidades. O sea, los valores y la educación. Luis Alberto Machado
cuando fue candidato presidencial expresó que la educación no era nuestro
problema principal, sino nuestro “único” problema. Don Simón Rodríguez lo vio
clarito cuando expresó que la democracia para ser viable necesita demócratas. Y
pidió a los niños más pobres para educarlos…
Uno de
los grandes éxitos de la república civil venezolana fue la formación de miles y
miles de profesionales y técnicos. Millones de ellos hoy agregan valor a
otros países. La democracia los hizo y la “revolución”… los exportó.
Ahora en lugar de barriles de petróleo… exportamos cerebros. ¿Lesa humanidad?
Es
urgente diseñar un plan estratégico para la educación venezolana. De lo
contrario seguiremos nuestra ruta hacia Trucutrulandia mientras las potencias desarrolladas,
que sí educan a su gente, avanzan hacia el siglo XXII.
Y
mientras más atraso… más hambre.
El
premio otorgado a nuestro Rafael Cadenas lo coloca a la cabeza de nuestra
prolífica intelectualidad. Los venezolanos tenemos grandes escritores. Sucede
que nuestra baja autoestima y escaso conocimiento, nos hacen mantenerlos en un
casi anonimato. Rómulo Gallegos, Uslar, Otero, Meneses, Pocaterra, Picón Salas,
Adriano González León, Andrés Eloy, Ramón J. Velásquez, Garmendia, Ana Teresa
Torres, José León Tapia, Orlando Araujo, Herrera Luque, Federico Vegas,
Francisco Suniaga, Juan Liscano, Blanco Fombona, Gallegos Ortiz, Domingo
Alberto Rangel, Antonieta Madrid, Lucila Palacios, Teresa de la Parra y
muchísimos otros, constituyen una pléyade que no tiene nada que envidiarle a
ninguna de ningún país del mundo. Deberían ser sacados de la sombra para
utilizarlos como una guía para el futuro próspero de Venezuela.
Es
hora de reflexionar acerca de la importancia de la educación y de la cultura
como eje del desarrollo. Dejar de observar al hombre culto como un
quijote obnubilado por la luna, y sacarle provecho como valiosa persona
que tiene en su mano la semilla de la prosperidad nacional.
Nos
conviene poner de moda la cultura
Por
otra parte, Churchill, Betancourt, López Contreras, De Gaulle, Villalba,
Caldera, el líder demócrata guatemalteco Juan José Arévalo, el padre del
milagro brasileño Fernando Henrique Cardoso, el argentino Domingo Faustino
Sarmiento, el checo Váklav Havel, Kennedy y muchos otros estadistas, fueron
avezados intelectuales y en general compartieron visiones de futuro que
generaron prosperidad en sus pueblos.
Caso
contrario es la presencia de tanto incapaz en el poder que solo genera
zozobra, cuya sola mención agotaría el espacio. Sin alusiones personales. No es
exagerado afirmar que así como a los médicos se les exigen títulos, a los
políticos se les debería solicitar aunque sea una lista de libros básicos
leídos… ¡Hasta cuando!
Es la
hora de los líderes cultos, que hagan simbiosis con los intelectuales, que
sirvan de modelo y de maestros, que nos enseñen el camino hacia un futuro
mejor. Lo demás… es más de lo mismo.
El
maravilloso premio a Rafael Cadenas- más grande de lo que podamos imaginar-
es un hito para Venezuela, que deberíamos usar para dar un giro
estratégico en la educación y la cultura, para salir de esta ignorancia
generalizada que es – no lo dude- el factor número uno de este fracaso
colectivo que padecemos.
¿Qué
tal un espacio, podría ser una plaza, Plaza Poeta Rafael Cadenas, en cuyo
seno se estudie, de manera muy didáctica su obra y que sirva de base para otros
homenajes – activos y nutritivos- a nuestros intelectuales?
¿Una
locura? Más locura es este larguísimo “muera la inteligencia” a que está
sometida Venezuela. Moral y luces – son más que nunca – nuestras primeras
necesidades.
Salve,
Poeta Rafael Cadenas.
Rafael
Gallegos
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